Guerrilla naxalita en una base de apoyo
En 1967 una gran insurrección de obreros y campesinos de la
región de Naxalbari (de ahí que se denomine naxalitas a los
revolucionarios maoístas indios) se alzaba contra la opresión feudal de
las castas aristocráticas de la región.
Empuñando armas rudimentarias, palos, hoces y machetes, se levantaban
contra el gobierno indio, que respondió con una represión atroz que
costó miles de vidas y el arrasamiento de pueblos y comarcas enteras,
cuyos habitantes tuvieron que huir y esconderse en los bosques cercanos.
Desde entonces, su influencia ha sido creciente. Hasta el punto que hoy dominan un largo corredor –el llamado “Corredor Rojo”– que se extiende por mas de 60 distritos desde las fronteras del norte del Himalaya con Nepal hasta la costa occidental del Estado de Karnataka, en el mar de Arabia.
Desde entonces, su influencia ha sido creciente. Hasta el punto que hoy dominan un largo corredor –el llamado “Corredor Rojo”– que se extiende por mas de 60 distritos desde las fronteras del norte del Himalaya con Nepal hasta la costa occidental del Estado de Karnataka, en el mar de Arabia.
Mapa del “Corredor Rojo”
En las zonas liberadas bajo su control, los gobiernos locales naxalitas se orientan y guían por conseguir el bienestar de la población, combatiendo la miseria, el atraso y la opresión a los que las comunidades locales han estado históricamente sometidos por parte de las castas superiores, la antigua nobleza feudal ahora reconvertida en la nueva clase política terrateniente de los gobiernos regionales indios.
Construcción de hospitales, acercamiento de la medicina a las aldeas más remotas mediante el método ideado en la revolución china de los “médicos descalzos”, alfabetización en condiciones de igualdad para niños y niñas, el fomento de la organización popular y la participación democrática del pueblo en la vida política de barrios, distritos y aldeas, la organización de servicios de seguridad pública, reforma agraria,...
A lo que en los últimos años se suma una acendrada concienciación en
favor de la conservación de un medio ambiente, de unos recursos
forestales y agrícolas que están siendo literalmente diezmados por las
innumerables concesiones que los corruptos gobiernos regionales y
locales –a cambio de jugosas comisiones y mordidas– están concediendo
para la explotación minera de un subsuelo repleto de riquezas.
La situación actual que atraviesa India va mucho más allá de las
imágenes y análisis que en torno a su capacidad de convertirse en una
potencia mundial recibimos diariamente. El descontento popular con el
orden socio-político existente en la calificada como "la democracia más
poblada del mundo" va en aumento. El desarrollo asimétrico en India
también está contribuyendo a que las demandas de los naxalitas
encuentren cada vez mayor eco entre diferentes sectores de la sociedad.
Así, los detractores del sistema de castas que caracteriza el
semifeudalismo imperante en zonas de India, los agricultores castigados
por el proceso privatizador y los efectos de la economía globalizante,
las masas de desplazados por los macro proyectos desarrollistas, e
incluso por parte de las clases medias, cada día más desplazadas de los
centros de poder y de la influencia que tuvieron en el pasado.
Ante esta realidad, la respuesta del gobierno indio hacia el movimiento naxalita ha oscilado entre los intentos por ocultar su importancia hasta los métodos represivos más siniestros. La creación de milicias paramilitares, "Salwa Judum", son un claro exponente de esa política.
Ante esta realidad, la respuesta del gobierno indio hacia el movimiento naxalita ha oscilado entre los intentos por ocultar su importancia hasta los métodos represivos más siniestros. La creación de milicias paramilitares, "Salwa Judum", son un claro exponente de esa política.
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