Todo pareciera indicar que las mujeres estamos condenadas al maltrato, la humillación, explotación y opresión, las violaciones y hasta el asesinato. Y así es en el capitalismo, un sistema que nos reduce al hogar, a la reproducción y a ser simples objetos sexuales. Un sistema en donde nuestro único delito es ser mujeres. Un sistema que nunca ha garantizado realmente los derechos de la mujer y que ha tenido que reconocer algunos de manera formal, porque nos lo hemos ganado con lucha y porque fue el proletariado revolucionario y su propio Estado quien mostró a todo el mundo el papel de las mujeres en la sociedad.
Hace cien años, la victoria de los obreros y campesinos en Rusia, daba el primer paso para que las condiciones de la mujer cambiaran radicalmente, pues la mujer en todas las sociedades divididas en clases ha sido oprimida de diversas formas.
La Revolución de Octubre de 1917, luchó incansablemente para barrer toda la basura de las clases explotadoras acerca de la inferioridad femenina y brindó las condiciones para que la mujer tuviera igualdad económica, política y social.
Desde la misma preparación de la insurrección, el papel de las mujeres fue decisivo, donde miles de heroínas sin nombre lucharon hombro a hombro con los obreros y campesinos, para hacer realidad la consigna de “Todo el poder a los soviets” e instaurar la bandera del socialismo en Rusia.
Como lo relató Alexandra Kollontai, fueron obreras, campesinas jóvenes y ancianas, esposas de soldados y amas de casa. Incluso mujeres oficinistas y profesionales, mujeres cultas y educadas llevaron la bandera roja hacia la victoria de Octubre, marchando animadas y desinteresadamente por un mejor futuro.
Trabajando en todos los frentes, en las comunicaciones del ejército, en las barricadas, en la agitación y la propaganda, en los puestos de dirección, cada una de estas heroínas hizo parte del engranaje de esa gran máquina que fue la Revolución de Octubre, sabían que eran dueñas de la mitad del cielo y con gran ánimo y combatividad entregaron su vida por la causa revolucionaria, sostuvieron sobre sus hombros todas las dificultades que implicaba preparar el camino para la participación masiva de las mujeres en la revolución.
Dieron ánimo en el campo de batalla de las barricadas mostrando resolución digna y gran liderazgo, reconocido incluso por sus camaradas a quienes su resolución y firme coraje dieron valor e inspiraron a aquellos que habían perdido esperanzas. “¡Adelante!” ―hacia la victoria.
Y no fue en vano su lucha, su entrega vive en la misma victoria de esa revolución, en todos los logros y ganancias que luego disfrutaron las mujeres bajo la Dictadura del Proletariado en la Unión Soviética.
Las primeras medidas que tomó el Poder soviético fueron la entrega de tierras a las campesinas, brindar a las mujeres el mismo derecho de participación y de decisión en las asambleas; licencias por maternidad no menores a un año; la socialización de la crianza de los hijos que dejó de ser una carga suya para hacerse por medio de las guarderías colectivas que eran sostenidas por el Estado Soviético, ayudando así a que las mujeres continuaran sus estudios o trabajos con condiciones garantizadas por el Estado; así mismo se legisló a favor de un mismo salario por un mismo trabajo realizado; se prohibió el trabajo nocturno para las mujeres y en las ramas que afectaran su salud.
Solo el socialismo trajo este tipo de bienestar a las mujeres, amplió su participación en la construcción de una nueva sociedad y les brindó el apoyo necesario para realizarlo.
Las mujeres participaron no solo en la revolución socialista de forma excepcional, como ya se mencionó, fueron ellas quienes además tomaron la iniciativa participando en las primeras líneas del frente en todas las revoluciones: lucharon contra el Zar en 1905 y 1917, en la guerra civil y contra la intervención extranjera, así como contra las desviaciones de los oportunistas. No importaba su condición, tanto madres, hermanas, esposas e hijas tenían solo una cosa en común: provenían y defendían los ideales proletarios, los intereses obreros y no dejaron de lado su responsabilidad social por lo que decidieron conscientemente unirse a las filas de la vanguardia. Tales son los ejemplos de mujeres como Nadezhda Krupskaya, Tsesilia Brobovskaya, Alexandra Kollontai, Inessa Armand, Elizaveta Drabkina, entre otras.
Es un hecho claro e indiscutible que, sin la participación de las mujeres, la Revolución de Octubre no se hubiese podido conquistar ni sentar las bases de una sociedad que exaltó el papel de la mujer poniendo en alto sus capacidades y dando pasos de gigante hacia su emancipación.
¡Viva la Revolución de Octubre que sentó las bases de la liberación de las mujeres!
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