El 9 de mayo de 1945 en toda la Unión Soviética se celebró el día de la victoria sobre la Alemania fascista y sus aliados, Berlín había rendido incondicionalmente sus armas ante el victorioso Ejército Rojo y sus fuerzas aliadas. En Moscú, las salvas de la victoria se acompañaron de cientos de estandartes nazis que eran arrojados cerca del mausoleo de Lenin, como confesándole a los restos del mismo Lenin su gloriosa gesta: “Hemos vencido”.
Las mejores tropas destacadas en la Gran Guerra Patria desfilaban ceremoniosamente y toda la plaza roja de Moscú era resguardada por el pueblo victorioso: el pueblo soviético quien había sobrevivido al cerco de Leningrado, a los campos de concentración nazis, a las derrotas de Smolensk, la resistencia heroica en la fortaleza de Brest y Sebastopol, aquel mismo bravío pueblo que detuvo a la bestia fascista en las mismas puertas de Moscú, quien supo estoicamente atravesar penurias, hambre y muerte, pasando desde los momentos más angustiantes y críticos de la guerra para lanzarse a la ofensiva que arrancaría desde Stalingrado, luego Kurks y la impecable operación Bagration, culminando con la ofensiva y la batalla por Berlín, en donde se izó la bandera de la victoria en el mismo techo del Reichstag, cubil del fascismo alemán.
El pueblo soviético no hubiera podido conquistar tan altas cumbres, ni hubiera podido hacer frente a tantas penurias y obstáculos si no hubiera estado organizado en un Estado Socialista y dirigido por un auténtico Partido Comunista; el verdadero arquitecto e ingeniero de la victoria, el partido, no solo supo organizar una firme economía socialista industrializada, cuya base agrícola colectivizada demostró ser la más fuerte y estable del mundo, sino que además organizó al ejército más fuerte y mejor pertrechado de la guerra, un ejército que empleó la doctrina militar más avanzada; aún hoy día, conceptos tales como la “operación profunda” y el “arte operacional”, elaborados por grandes estrategas militares bajo el periodo socialista, han sido copiados por potencias imperialistas para su ejercicio bélico, avances que dan muestra de la cualidad de las fuerzas armadas soviéticas. Así mismo, fue vital el apoyo que recibieron del pueblo a través de las guerrillas o partisanos en los territorios dominados, en donde un millón y medio de hombres se alzaron en armas para sabotear líneas de abastecimiento, comunicaciones y dar golpes de mano al invasor, configurando una Guerra Popular, concepto militar y fenómeno al cual han tenido que hacer frente los invasores de la burguesía en cada país. A la fecha de hoy día, los soviéticos crearon el movimiento guerrillero más grande organizado en la historia humana.
Dentro de esta pequeña efemérides llegaríamos a cometer una gran injusticia si no destacáramos el titánico esfuerzo y liderazgo de Stalin y el Partido Comunista. Stalin es quizás el mejor y más brillante estratega militar de todos los tiempos, incluso en los periodos más angustiosos de la guerra nunca perdió los estribos, aun cuando las hordas nazis se acercaron a 20 kilómetros de Moscú, conocemos su gran determinación y fe en la victoria: existe una anécdota que dice que en cierto momento cuando los tanques fascistas se acercaban a Moscú un general le preguntó a Stalin sobre si ya iba a ordenar organizar sus pertenencias para la evacuación, a lo cual Stalin respondió: ¡Si los alemanes entran en Moscú, yo personalmente dirigiré al cuerpo de guardia del Kremlin para el ataque!. Toda la organización y el espíritu combativo de la guerra residen en la correcta dirección del partido en donde Stalin juega un papel decisivo. Por los comentarios de grandes generales que acompañaron a Stalin a elaborar la táctica y planes de combate, sabemos que en el transcurso de toda la guerra apenas llegaría a dormir 2 horas por día, fue él mismo quien dirigió y presidió todas las grandes operaciones en el marco de la guerra y quien lidio con las maniobras diplomáticas y relaciones con los países aliados, neutralizando sus posibles traiciones y aprovechado genialmente las contradicciones entre potencias imperialistas como una reserva para preservar el socialismo en la URSS y garantizar la victoria. Incluso el reaccionario Winston Churchill, llegaría a reconocer el meritorio papel de Stalin dentro de las fuerzas aliadas:
«La suerte para Rusia fue que para los años de las grandes pruebas fue dirigido por ese estratega inflexible que fue José V. Stalin. Fue una personalidad importante, señalada e incuestionable. Stalin estaba dotado de una energía extraordinaria, era un erudito con una personalidad fuerte, inflexible, implacable, tanto en el trabajo como en las discusiones y yo mismo, a pesar de toda mi ciencia del Parlamento inglés, no hubiera podido contradecirle en nada. La fuerza activa de su trabajo era tan grande en él que constituía un caso único entre todos los jefes de Estado de todos los tiempos y de todos los pueblos. Stalin producía impresiones muy fuertes sobre cada uno de nosotros. Su influencia sobre el pueblo era incuestionable. Cuando entraba en la sala de la Conferencia de Yalta, cada uno de nosotros, como si nos lo hubiera pedido, se levantaba y, de manera sorprendente, ponía las manos sobre las costuras de los pantalones permaneciendo inmóvil. Poseía una inteligencia profunda. Era un maestro inigualable para descubrir soluciones a los problemas más arduos, incluso en los problemas que parecía que no había solución posible. Había creado y mandaba un país colosal. Era una persona que había podido eliminar a sus enemigos con la ayuda de las manos de sus enemigos y logró incluso hacernos combatir contra los imperialistas, a nosotros que también nos considerábamos abiertamente como tales…»
Es así que el 9 de mayo se convirtió en la fecha de la victoria celebrada y reconocida en todo el mundo. Las potencias occidentales, para contrarrestar y dividir ese hito de victoria, declararon como el día de la victoria el 8 de mayo. Sin embargo, su victoria no es cabal ni completa, pues no tuvieron que hacer frente destruyendo 507 divisiones de infantería nazis, eliminado al 75% total de las fuerzas aéreas alemanas, tres cuartas partes de sus fuerzas blindadas y el 74% de su fuerza artillera, siendo el principal artífice de la victoria y correspondiéndole a los aliados solo un papel secundario y menos determinante.
Aún así, como el papel aguanta todo, gracias a la labor de la propaganda de Hollywood y el cine yanqui, la percepción sobre el triunfo de la victoria en occidente recae sobre “Estados Unidos y sus aliados” y no en la URSS. De los laureles de la victoria soviética se ha cometido quizás la mayor profanación histórica; otrora los revisionistas y socialimperialistas rusos después de la muerte de Stalin se adjudicaron la victoria para sí mismos, y después del colapso del muro de Berlín, la nueva rancia y anticomunista clase imperial rusa con Putin a la cabeza se adjudicó la victoria para sí, tratándola de usarla para incentivar el nacionalismo ruso y fomentar el espíritu imperial dentro de la población.
Ahora con la guerra en Ucrania vemos como Putin a la cabeza de todo ese rancio sistema financiero quiere exprimir la fecha del 9 de mayo para sus mezquinos propósitos, vistos en peligro por su estancamiento en la guerra en ese país.
Si miramos todas las guerras del siglo XXI emprendidas, en su mayoría para preservar los intereses exclusivos de algunos monopolios poderosos de las grandes metrópolis, vemos como sufren de desgaste y eventuales derrotas, tales como en Afganistán en el caso de los Estados Unidos y la pírrica victoria rusa en Grozni en la guerra de Chechenia; las guerras modernas hoy sufren el mismo fenómeno que la producción social: mucha maquinaria y tecnología bélica, pero la moral del personal que la empuña no se corresponde porque esa tecnología y esfuerzo están al servicio de los grandes monopolios privados, configurándole a los adversarios, especialmente a las masas de la población una participación destacada mediante la resistencia popular y la Guerra Popular.
En este 77 aniversario del glorioso día de la victoria sobre el nacismo los proletarios revolucionarios del mundo la reclamamos como una victoria de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y del proletariado mundial que le permitió a la clase obrera construir el campo socialista. Es un día de victoria del proletariado y los pueblos del mundo y no de la burguesía imperialista de occidente y sus contradictores imperialista de la Rusia actual.
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