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Cultura Proletaria en esta semana de lucha para todas las mujeres
proletarias y de los pueblos oprimidos del mundo.
Fueron el alma de la Comuna, lucharon,
auxiliaron a heridos, fueron detenidas, perseguidas, asesinadas. Entre
ellas destaca la líder revolucionaria y escritora Louise Michel.
“Ciudadanos de París, descendientes
de las mujeres de la Gran Revolución, que, en nombre del pueblo y de la
justicia, marcharon sobre Versalles, llevando cautivo a Luis XVI,
nosotros, madres, mujeres y hermanas de este mismo pueblo francés,
¿soportaremos por más tiempo la miseria y la ignorancia, que hagan a
nuestros hijos enemigos, que el padre contra el hijo, el hermano contra
el hermano, vengan a matarse ante nuestros ojos, por el capricho de
nuestros opresores, que desean la aniquilación de Paris después de
haberla entregado al extranjero?
(…) Y si los fusiles y las bayonetas
fueron utilizados por nuestros hermanos, todavía nos quedan piedras para
aplastar a los traidores“.
Los términos de la demanda del 12 de
abril de 1871, lanzada por “un grupo de ciudadanas”, expresan el
espíritu que animó a la participación de las mujeres parisinas,
particularmente las de clase obrera, en los episodios de la Comuna de
París. La Francia de 1789, 1848 y 1871 es testimonio de que las mujeres
no son seres frágiles, sin voluntad propia, que desean regresar a la paz
del hogar. Al contrario, en todos estos episodios, las mujeres hicieron
notar su presencia por la combatividad, la laboriosidad y la
determinación.
Cuando el 18 de marzo, a las 3 de la
mañana, Thiers, jefe del Poder Ejecutivo designado por la Asamblea
Nacional electa en 1871, decide desarmar a la Guardia Nacional y retirar
las armas de París, las mujeres son las primeras en acudir a la defensa
de las armas. Manos en la cintura, interpelan a los soldados de
Versalles y, acercándose a las armas, hacen una barrera con sus cuerpos,
impidiendo a los versalleses inmovilizar París.
Las mujeres participaron activa y
organizadamente en la Comuna durante sus 72 días. El 8 de abril fundaron
la Unión de Mujeres para la defensa de París y de apoyo a los heridos.
Las organizaciones de mujeres no eran una novedad, pero esta asociación
nace marcada por un carácter que evidencia el reflejo del pensamiento de
la Internacional y, más precisamente, de las ideas marxistas. Entre sus
fundadoras, algunas están afiliadas a la Internacional: Nathalie Lemel,
Aline Jacquier, Marcelle Tinayre y Otavine Tardif.
La Unión de Mujeres tiene como sus tareas
esenciales la lucha contra Versalles y un nuevo orden social. La
demanda del 6 de abril de 1881 expone estos objetivos: “(…) Unidas y
decididas, engrandecidas y resolutas por el sufrimiento que las crisis
sociales siempre traen a su paso, profundamente convencidas de que la
Comuna, representante de los principios internacionales y
revolucionarios de los pueblos, lleva en sí el germen de revolución
social (…)”.
La actuación de la Unión se centró en
tres cuestiones principales: el esfuerzo por involucrar a la mujer en el
trabajo productivo; la educación de los niños y de las mujeres; y la
participación en la defensa de París.
La administración y la organización de
los talleres cooperativos, creados para ofrecer trabajo y producir lo
que París necesitaba, estaba a cargo de la Unión. Funcionaban con mano
de obra femenina. Estos organismos, a pesar de su fuerte influencia
Proudhoniana, eran un intento de suprimir la explotación patronal del
trabajo.
En cuanto a las cuestiones educativas, la
Unión de Mujeres buscaba satisfacer a los niños, cualificar a la mujer
trabajadora y suprimir la tutela clerical de la vida familiar. Estas
preocupaciones, en realidad, reflejan la comprensión de que la igualdad
de la mujer se llevaría a cabo por el trabajo y por la educación.
Resultado tanto de las ideas marxistas como del creciente movimiento
feminista del siglo XIX, que veía en la educación el medio de promover
socialmente a la mujer.
La participación en la lucha por la
defensa de París se materializaba en el reclutamiento de ambulancieros,
enfermeras, soldados y en la atención a los heridos.
La estructura organizativa de la Unión en
comités de distritos, dirigidos por un Comité Central, evidencia su
carácter. En la dirección de la asociación estaban, en su mayoría,
mujeres trabajadoras. Curiosamente, entre las diversas funciones
existentes, había una responsable de asuntos sociales y un responsable
de orientación política.
La organización de las mujeres no tuvo un
programa propio, no existió un documento que detallase las
reivindicaciones de la mujer hechas a la Comuna. Pero ciertas medidas,
tomadas por solicitación de los parisinos, demostraron los avances
llevados a cabo por el poder revolucionario en lo que respecta a los
derechos de la mujer y de la familia. El decreto del 8 de abril, por
ejemplo, que establecía protección a las viudas y a los niños de los
ciudadanos muertos en la defensa de París, reconocía beneficios para los
hijos, legítimos o no, y para las mujeres, esposas o parejas de hecho.
Hay que considerar que el Código Napoleónico, válido en el Segundo
Imperio, fue uno de los documentos más reaccionarios en relación con el
tema de la mujer. La privaba de todo derecho, sometiéndola enteramente
al padre o al esposo, no reconocía las parejas de hecho y sólo reconocía
a los hijos del matrimonio oficial. Es importante destacar, también,
que en el período de la Comuna, por primera vez, una mujer asume la
inspectoría, es decir, la dirección de la escuela pública. Su nombre era
Marcelle Tinayre.
La Unión cumplió un inestimable papel en
la desmoralización de las actitudes conciliatorias y manipuladoras del
gobierno de Versalles. Intentando utilizar el concepto tradicional de
“madre amorosa y pacífica”, la reacción orleanista lanzó, el 3 de abril,
manifiestos a favor de las mujeres, solicitando el armisticio entre
París y Versalles. El 6 de abril, la respuesta inevitable es lanzada por
el Comité Central de las ciudadanas: “(…) Hoy en día, una reconciliación sería una traición (…) París no reculará, porque lleva la bandera del futuro. (…)”
Fue, especialmente en la lucha real,
armada, en las barricadas, donde las mujeres destacaron. Usando un
“echarpe”, un sujetador o simplemente una pieza de ropa roja, las
parisinas, especialmente las trabajadoras, lucharon con las armas en la
mano, junto a los hombres. Reeditaron la frase de Olympe de Gouges,
revolucionaria de 1789, que, adaptada a los tiempos de la Comuna, sería:
“La Tercera República, nacida de la
sangre de decenas de miles de proletarios y proletarias parisinas,
debería haberles reconocido su derecho a la igualdad, ya que les dio el
derecho de ser arrestadas, fusiladas y deportadas por su participación
en la Insurrección de París“.
Entre los 30.000 trabajadores muertos,
había miles de mujeres. De los 270 condenados a muerte, 8 eran mujeres,
las famosas “incendiarias”, cuyos crímenes fueron batirse en las
barricadas y cuidar a los heridos. Entre ellas, Josephine Marchais y
Leontine Suetens.
En los heroicos y trágicos hechos de la
Comuna, se eleva Louise Michel. Fundadora de la Unión de Mujeres para la
defensa de París, dirige un batallón de mujeres y se enfrenta a la
reacción en las barricadas de París.
Escapa a la muerte, es detenida y
presentado ante el Consejo de Guerra el 16 de diciembre de 1871. Su
juicio es ejemplo de firmeza y convicción revolucionaria. Rechaza a los
abogados designados y presenta personalmente su defensa, que es en
realidad, la defensa de la causa de los Comuneros.
“No quiero defenderme. Pertenezco
enteramenta a la revolución social. Declaro aceptar la responsabilidad
por mis acciones (…). Lo que exijo de vosotros (…) es el campo de
Satory, donde ya cayeron mis hermanos. Es necesario separarme de la
sociedad, os dijeron que los hagáis, ¡pues bien! El Comisionado de la
República tiene razón. Ya que, por lo que parece, todo corazón que late
por libertad sólo tiene derecho a un poco de plomo, ¡exijo mi parte! Si
me dejáis vivir, no dejaré de clamar venganza y denunciaré, en venganza
de mis hermanos, a los asesinos de las Comisión de las Gracias”.
Reivindica morir en el campo de Satory.
El palco del más odioso tratamiento recibido por los combatientes de
París. Allí, en la noche del 27 al 28 de mayo, miles fueron masacrados
por las tropas de Versalles.
Louise no fue condenada a muerte, fue
deportada a Nueva Caledonia. La amnistía votada el 7 de noviembre de
1880 la beneficia. Regresó a Francia, donde asumió, imediatamente, su
puesto de combate en defensa de los oprimidos. Participó y dirigió
varias manifestaciones de trabajadores y desempleados. Detenida en
varias ocasiones, fue condenada en 1883 a seis años de prisión.
Liberada, muere en 1905. Recibió innumerables expresiones de
reconocimiento por parte de los trabajadores de París y de toda Francia.
Fue enterrada con el estandarte de la Comuna.
Louise Michel, a pesar de entender la
cuestión de la mujer de forma unilateralmente, viéndola sólo como
consecuencia directa y mecánica del fin de la opresión de clase, sin ver
su dimensión específica, es un símbolo de la participación de las
mujeres en las luchas sociales en defensa del progreso y del socialismo.
No fue sólo una luchadora de acciones prácticas. Profesora formada,
escribió varias obras donde reveló su pensamiento revolucionario,
incluyendo “Memorias” y “La Comuna“, en 1898.
La Comuna de París reafirma la fuerza
revolucionaria de las mujeres, ya diseñada en la revolución de 1789. Las
mujeres de París contribuyeron con gran parte de la fuerza que pone en
marcha la maquinaria de la revolución proletaria, indicando que ya no
abandonarían la escena de la lucha de los pueblos por el progreso
social, por la libertad.
Traducido por “Cultura Proletaria” de la revista “Principios”, Nº 21, Mayo, Junio y Julio de 1991.
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