« Et tout le monde déteste la police ! Et tout le monde déteste la police ! ». Qui n’a pas entendu scander ce mot d’ordre
en manifestations, rassemblements, occupations, lors des confrontations en tête de cortège, lors des charges aveugles
des voltigeurs ou bien même lors de manifestations entières nassées par des cordons sur trois lignes de CRS surarmés
et sur les dents.
C’est que depuis toujours mais bien nettement aussi depuis les manifestations sur la loi travail, la violence policière se
déchaine à tout va et a carte blanche pour aller « casser du manifestant ». Les gilets jaunes ont subi de plein fouet ce
déferlement des violences policières à tout va lors de manifestations qui avaient tout l’air de terrains d’entraînement
militaire des milices armés de l’Etat où tous les coups ont été permis, toutes les armes portées, toutes les provocations
et infiltrations à la Benalla permises et où ont été justifiées, légitimées, absoutes, bénies, voire même réfutées et niées
(rappelons-nous de Christophe Castaner), toutes ces violences policières conduisant jusqu’aux amputations,
éborgnements, crânes fracturés, brûlures de tout à chacun. Actes après actes, s’est jouée la même partition, en
crescendo, pour une violence toujours plus affirmée : à coup de matraques, de gaz lacrymo et de LBD en pleine face
de 7 ans à 77 ans sur le « terrain des opérations » mais aussi de gardes à vue prolongées, de fichages, de comparutions
immédiates, de sursis et de « fermes » et d’amendes assassines ; le tout accompagné naturellement d’une diffusion
en boucles de « cet engrenage des violences » sur tous les plateaux du 20h non pas pour donner à voir et témoigner
mais banaliser l’insoutenable, justifier l’injustifiable et condamner d’une seule voix le « recours excessif de la violence
par les casseurs » à coup de « commentaires d’expert » de ces chiens de garde de la parole de leur maître que sont les
médias mainstream.
Aujourd’hui encore, manif après manif, « tout le monde déteste la police » ; ce cri s’élève, tonne d’une seule voix et
El 24 de febrero se cumplió un año de la agresión del imperialismo ruso a Ucrania. Cerca de 250.000 trabajadores han muerto a tiros y bombazos a ambos lados del frente en beneficio de los imperialistas de oriente y occidente, que justifican la matanza autoproclamándose defensores de la libertad, la democracia y la paz mundial.
A un año de iniciada la matanza es claro que la guerra en Ucrania es una confrontación entre Rusia y la OTAN. Ucrania es ahora el escenario más importante de la disputa interimperialista, junto con las guerras de agresión contra los pueblos de Palestina, Siria, Yemen… a las cuales se suman las operaciones en el sudeste asiático, en el nororiente de África y la proliferación de bases militares de todos los bandidos imperialistas en distintas partes del mundo, el cual se ha convertido en un polvorín a punto de estallar en la disputa por un nuevo reparto para resolver la crisis del sistema moribundo.
La posibilidad de una guerra nuclear ha dejado de ser un peligro latente para convertirse en una amenaza real para la existencia de la sociedad mundial y la vida en el planeta. Las últimas declaraciones, anuncios y maniobras de los imperialistas estadounidenses, de la Unión Europea, de los rusos y chinos no dejan duda de que están dispuestos a arrasar con todo y les corresponde al proletariado y a los pueblos del mundo impedir la matanza y la destrucción con su lucha revolucionaria.
El proletariado y los pueblos no pueden caer en el engaño tramado por sus enemigos, terciando a favor de uno u otro imperialista como aconsejan los agentes de la burguesía en el seno del movimiento obrero. Todos los imperialistas y sus lacayos hablan de paz pero refuerzan la industria armamentística, aumentan sus arsenales y movilizan sus enormes máquinas de guerra preparándose para una nueva guerra de rapiña, por un nuevo reparto del mundo ya repartido. Ni Putin y la burguesía imperialista rusa es menos genocida que Biden y los imperialistas yanquis, como tampoco es menos criminal la burguesía imperialista socialdemócrata europea que la burguesía socialimperialista china. Todos son los peores terroristas, dictadores y bandidos, agresores y saqueadores de pueblos, y destructores de la naturaleza.
Tampoco pueden, el proletariado y los pueblos del mundo, caer en el error de apoyar el régimen proimperialista yanqui de Zelensky en Ucrania ante la agresión de la burguesía imperialista rusa. La burguesía ucraniana decidió aliarse al imperialismo yanqui y la OTAN para competir con sus rivales rusos, sacrificando al pueblo ucraniano aplastado por su dictadura reaccionaria, que ha llevado a cabo la más feroz persecución contra el pueblo trabajador y contra las masas rusoparlantes en Ucrania, valiéndose incluso de los grupos paramilitares neofascistas.
El proletariado condena la agresión rusa a Ucrania pero no respalda a su burguesía proimperialista yanqui. La solidaridad internacionalista del proletariado es con el pueblo ucraniano y no con sus enemigos nativos y extranjeros. Por eso sus consignas han sido ¡Fuera imperialistas rusos de Ucrania! ¡Fuera la OTAN de Europa del Este! ¡Fuera imperialistas del mundo!
Igualmente, frente a la nueva escalada que preparan los imperialistas en su lucha por un nuevo reparto del mundo, se hace necesario que el proletariado y los pueblos del mundo se organicen y movilicen revolucionariamente contra la guerra. No con la esperanza de convencer a la burguesía imperialistas y sus lacayos de los países oprimidos de lo que significaría para la sociedad mundial y la naturaleza una guerra nuclear, sino como parte de preparar sus fuerzas para impedir la guerra y la matanza con la revolución proletaria o para transformar la guerra imperialista en guerra civil revolucionaria contra las clases dominantes en cada país.
El estado de ánimo de los trabajadores en contra de la guerra expresa espontáneamente la indignación frente a los preparativos de la guerra reaccionaria, cuyas consecuencias ya se manifiestan en la rebaja real del salario, el encarecimiento de los productos de primera necesidad y en Europa además la escasez de energía. El deber los comunistas es aprovechar ese estado de ánimo para elevar la conciencia frente a la necesidad de preparar la guerra civil contra la burguesía y su Estado.
Igualmente, corresponde a los comunistas la tarea de avanzar en la construcción del Partido de la clase obrera en cada país como parte de la nueva Internacional Comunista, para garantizar la dirección revolucionaria de los movimientos que seguirán presentándose como producto de la profunda crisis por la que atraviesa el capitalismo imperialista, cuyo estado agónico y en descomposición exige el triunfo de la Revolución Proletaria Mundial y la instauración del socialismo para garantizar la sobrevivencia de la sociedad e impedir la destrucción de la naturaleza.
Los imperialistas se preparan para una guerra de rapiña reaccionaria y el proletariado y los pueblos del mundo deben prepararse para derrotarlos con la Revolución Proletaria Mundial.
Comité Ejecutivo – Unión Obrera Comunista (mlm)
4 de marzo de 2023