Guerrilla comunista filipina
16 de agosto de 2017
En medio de la selva filipina, una lámpara de keroseno alumbra un
ordenador portátil mientras Jaime Padilla, el septuagenario comandante
de la guerrilla comunista, revisa los últimos detalles de las próximas
operaciones del grupo acompañado por las nuevas generaciones de
combatientes.
La guerrilla comunista, una de las más antiguas de Asia, se formó pocos
meses antes de la llegada del hombre a la Luna, alimentada por las
abismales desigualdades entre ricos y pobres.
Hoy en día sigue activa, a pesar de que la economía del archipiélago
registra uno de los crecimientos más robustos del mundo, sin haber
logrado reducir no obstante las inequidades.
"Hay un vivero importante de jóvenes listos para comprometerse
en la guerra del pueblo, aunque falten todavía 100 años" para la
victoria", contó Jaime Padilla, de 70 años.
Jaime Padilla
Padilla, uno de los hombres más buscados de Filipinas, ofreció una excepcional rueda de prensa ante un puñado de periodistas.
Este guerrillero se unió a las filas del Nuevo Ejército del Pueblo (NPA) pocos años después de la fundación de la rebelión.
Tras su llegada al poder en 2016, el presidente Rodrigo Duterte, que se
define como socialista, lanzó las conversaciones de paz con
los comunistas y generó grandes expectativas de finalizar con un
conflicto que ha dejado cerca de 30.000 muertos, según las cifras del
ejército.
Pero, en julio, Duterte declaró indignado que no iba a haber más
negociaciones, ya que según dijo el NPA seguía extorsionando a los
empresarios y atacando a las fuerzas de seguridad.
Padilla, un hombre menudo, pasó de ser un agricultor a la clandestinidad
del monte, donde opera con el alias de "Ka (camarada) Diego".
Según el ejército, dirige el comando Melito Glor, una de las unidades
más importantes de la guerrilla, el brazo armado de los comunistas, que
cuenta con cerca de 3.800 miembros.
Su unidad opera en el sur de la isla de Luzón, el corazón de la industria de Filipinas, situado cerca de Manila.
Suele atacar puestos avanzados militares aislados y así se hace con las armas de los soldados y de los policías muertos.
Padilla cuenta que la guerrilla comunista exige el "impuesto
revolucionario" tanto a las grandes centrales energéticas como a
ganaderos porcinos y también a políticos.
Los guerrilleros duermen en hamacas, ayudan a los campesinos pobres en
las cosechas y desaparecen en la selva cuando se acercan comandos
militares muy numerosos.
Siempre prefieren atacar a unidades más reducidas, explicó el líder comunista.
La hoz y el martillo en sus rostros
El encuentro con los periodistas fue organizado en una colina rodeada de
árboles de banano, a unas dos horas caminando de un caserío donde se
cultiva el coco.
Los cerca de 50 combatientes que acompañan a Padilla visten uniformes
caqui inspirados en el estilo de Mao Zedong, fundador de la República
Popular de China y padrino ideológico del movimiento.
La mayoría de ellos, hombres y mujeres, ocultan sus rostros bajo una
espesa capa de maquillaje rojo con, en amarillo, la hoz y el martillo.
Aunque son relativamente pocos, las informaciones sobre sus acciones contra el ejército y la policía no cesan.
En julio, seis policías y un civil murieron en la isla central de Negros, según la policía.
Los rebeldes comunistas también hirieron a cinco guardaespaldas de Duterte en el sur.
Padilla advirtió de que si bien quieren la paz y la continuidad de las
negociaciones, que se desarrollan en Europa, también están listos para
seguir el combate.
"Hace 50 años que luchamos. ¡Qué importa si necsitamos todavía otros 50!",
dijo el guerrillero mientras exponía una presentación con los datos de
las operaciones de su unidad, ayudado por una combatiente de unos 20
años.
Los ataques de los rebeldes fueron "en legítima defensa", afirmó.
También defendió el "impuesto revolucionario", que alcanza el 2% de
cualquier inversión. Las empresas que se niegan a pagar son "duramente
castigadas" y su material es a menudo incendiado.
El
impuesto revolucionario
Este dinero es vital para la continuidad de la guerrilla comunista.
Según el portavoz del ejército, el general Restituto Padilla, que no
tiene ningún parentesco con el guerrillero, esta cifra representa 2.000
millones de pesos anuales (33,5 millones de euros, 39 millones de
dólares). Es "extorsión" pura, indicó.
"Esto paraliza la economía local, la gente sigue siendo pobre y entonces
es más fácil reclutarlos. Es un círculo vicioso", agregó.
Una de las razones de la supervivencia del movimiento, pese al declive
mundial del comunismo, radica en las desigualdades, que han creado
enormes riquezas pero dejando a decenas de millones de personas en la
pobreza.
Filipinas es uno de los países de Asia que más creció durante la década
pasada, con una expansión de la economía de más del 6% anual.
Pero 22 millones de filipinos, es decir, una de cada cinco personas, ganan un dólar o menos por día, según los datos oficiales.
Debido a los magros salarios, unirse al Nuevo Ejército del Pueblo (NPA)
se convierte en una opción viable, incluso para jóvenes salidos de la
universidad, contó Jaime Padilla.
Una de ellas, una combatiente de 25 años identificada como Ka Kathryn,
explicó a la AFP que se unió al grupo hace cinco años, después de que su
padre, un ingeniero, fuera despedido por una empresa de energía por
haber montado un sindicato.
"Nos enfrentamos a un enemigo que comete atrocidades contra el pueblo",
afirmó Kathryn, que antes soñaba con ser presentadora de la televisión
pero que ahora porta siempre consigo un fusil M-16. "Frente a ellos, hay
que resistir de pie, no agazapados en el miedo", declaró.
http://bworldonline.com/philippines-communist-rebellion-new-generation/
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