por José Ángel Escamilla Rodríguez
El ataque a los estudiantes que culminó con tres muertos y 43 estudiantes desaparecidos no es únicamente resultado de la violencia que ejerce el crimen organizado: tiene también fuertes vínculos con el acoso que los tres órdenes de gobierno han realizado contra la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero, desde hace décadas.
En 2014 el presupuesto para la institución fue de 49 millones 255 mil 817, el más bajo en comparación con los 4 años anteriores. En esta misma revista, en un reportaje de Flor Goche, se señala que ello afecta rubros como “servicios asistenciales, que contempla alimentos, gastos de operación, material de limpieza y apoyos”. La Normal de Ayotzinapa está entre las que cuentan con mayor matrícula en Guerrero. De sus 140 lugares, 100 son para formar maestros de educación primaria y 40 para educación primaria intercultural bilingüe. Es la única que ha logrado mantener su licenciatura en educación primaria.
Las normales rurales se han distinguido por sus inclinaciones políticas de izquierda y su desafío a las autoridades en sus manifestaciones: secuestro de autobuses y bloqueos son, entre otras acciones, objeto de escándalo para varios sectores de la sociedad. Sin embargo éstas no son nuevas y son en respuesta a las décadas de acoso policial y militar y el caciquismo en la región. Por ello no han sido gratuitas sus desafiantes manifestaciones, y si bien los macabros hechos ocurridos a finales de septiembre del año pasado sorprendieron al país y al mundo, no fue una casualidad que la agresión hubiera sido precisamente a ellos, justamente en el momento en el que los estudiantes, en particular los del Instituto Politécnico Nacional, iniciaban un periodo de movilizaciones.
La Normal localizada en Tixtla, Guerrero, fue vigilada por la entonces Dirección Federal de Seguridad (DFS), desde 1968 como documenta Jacinto Rodríguez Munguía.
Los documentos de la DFS contienen, además de los nombres de los directores de la escuela, los de los alumnos, de los padres de familia, así como sus domicilios: “Que los tuviera la Secretaría de Educación Pública, se entiende. ¿Pero la DFS? Los agentes tenían sus razones para ‘atender’ con cierta precaución a la escuela”, señala el propio Rodríguez Munguía.
A ello contribuyó el hecho de que Lucio Cabañas, egresado de dicha escuela, luego se convirtiera en militante de las Juventudes Comunistas de México; y luego, ya como maestro, se haya vinculado a las movilizaciones magisteriales que dirigió Othón Salazar.
Rodríguez Munguía lo notó en el material de archivo que ha consultado y explica:
“La conexión histórica Lucio-Ayotzinapa será determinante. Quizá esa sea la principal razón de que exista un amplio paquete de tarjetas [unas 200] sobre la vida de la Normal, la politizada actividad de los alumnos, el activismo social característico de todas las escuelas normales en México, pero en particular de la de Ayotzinapa.”
Por otro lado, a finales de las décadas de 1960 y 1970 encontramos un auge en las actividades de los grupos armados en México. Los más notables: la Liga Comunista 23 de Septiembre y el Partido de los Pobres, encabezado por Lucio Cabañas. Entre sus tácticas, tanto con fines económicos como mediáticos, utilizaron el secuestro. El 30 de mayo de 1974 Cabañas secuestró a Rubén Figueroa Figueroa, entonces precandidato al gobierno de Guerrero y padre del gobernador de la misma entidad que dejó el cargo en 1996 por su presunta responsabilidad en la masacre de Aguas Blancas, ambos miembros de una poderosa familia en la región procedente de un municipio llamado Huitzuco… de los Figueroa. Dicho secuestro fue primera plana en periódicos durante meses y provocó una ocupación militar de facto en Guerrero.
Después de ser liberado en septiembre de 1974, mientras Cabañas estaba siendo cazado en la sierra, continuó con su campaña electoral. Es aquí donde la Normal de Ayotzinapa hace aparición en el expediente de Rubén Figueroa Figueroa en el archivo de la DFS, que generó expedientes tanto de quienes estaban contra ellos como de los fieles del régimen.
En un expediente del 15 de octubre de 1974 se informa que en la Normal Rural de Ayotzinapa se continúa laborando “sin registrarse incidente”, sin embargo, el alumnado está destruyendo la propaganda priísta a favor de la candidatura del entonces senador Rubén Figueroa Figueroa. Se menciona el activismo que realizaron en contra del candidato intentando coordinarse con los estudiantes de la Universidad de Guerrero, cuyos principales dirigentes eran Telésforo Guerrero González junto con Vinicio Guerrero Martínez, quienes se encontraban en “comunicación constante” con el profesor Miguel Ángel Rábago, de la Preparatoria 7. Con él, afirma el reporte, se coordinaron para manifestarse en un mitin de Figueroa el día 10 de octubre en Tixtla, donde le gritaron “¡mueras!” al entonces senador priísta y “¡vivas!” a Cabañas. Los aproximadamente 30 manifestantes se retiraron posteriormente y personal militar se presentó por el desorden. Los periódicos se refirieron a los dichos de Figueroa sobre los hechos con titulares como: “Maestros y estudiantes revoltosos deben preparar maletas para largarse de Guerrero” y “Hojarasca desorientada de la juventud que debe combatirse y la combatiremos”.
El autor del informe consideró: “estos encabezados hacen suponer que es un reto a los estudiantes, los cuales tratan de aprovechar cualquier oportunidad para lanzarse contra Figueroa”. Y es que el candidato provocó inquietudes tanto en la comunidad estudiantil de las normales como en la universitaria, pues en otro informe se menciona que las autoridades de la Universidad Autónoma de Guerrero emitieron un boletín con quejas por las declaraciones del senador Rubén Figueroa contra esa institución refiriéndose a ella como un “foco de agitación popular”. El sentimiento contra Figueroa y a favor de Cabañas era compartido, pues el 21 de noviembre de 1974 se reportó que en Taxco de Alarcón, estudiantes de la Preparatoria 4 destruyeron propaganda del Partido Revolucionario Institucional e hicieron pintas a favor de Cabañas y de la abstención.
Además del retiro de propaganda electoral y de pintas, las formas de manifestación de los estudiantes de Ayotzinapa eran variadas y en contacto directo con la comunidad, como se reportó el 12 de julio de 1975, que en Tixtla, donde estudiantes de la Normal de Ayotzinapa además de pintas, organizaron un evento musical en la plaza del lugar donde se atacó a las autoridades “criticando principalmente los viajes que ha realizado [el presidente] a varios países”. Se presentó también un grupo teatral denominado Fantasma Rojo, el cual acusó a Figueroa de “ser un burgués, y que a raíz de que tomó posesión del gobierno estatal, se ha pronunciado en contra […] del alumnado […]. Aprovechando que los estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa se encuentran de vacaciones, pretende desaparecer ese centro educativo y crear una escuela secundaria”. Y solicitaron apoyo a la población de Tixtla pidiendo que enviaran telegramas a la Secretaría de Educación Pública quejándose de la situación.
El acoso hacia esta escuela, como a las otras normales, no es nuevo y ha tenido formas variadas, desde las presupuestales hasta las horrorosas narraciones que todos hemos escuchado de la noche de Iguala. En un entorno como el guerrerense, donde el poder caciquil y Ejército han sido una triste constante, los estudiantes desde décadas atrás se han manifestado intentando darle la vuelta al acoso. Sus formas, que son tan escandalosas para muchos, tienen una lógica. Desafortunadamente sus condiciones no han mejorado, sino todo lo contrario.
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