El viernes 20 de diciembre, desde las cinco y media de la
madrugada, cientos de pobladores de la Toma Macarena Valdés, ubicada en
un terreno estatal de las esquinas Costanera Sur con La Estrella,
resistieron tenazmente el brutal desalojo arremetido por Fuerzas
Especiales de Carabineros. Sin embargo, los pobladores y los apoyadores
que se sumaban con el correr de las horas, los enfentaron con todo lo
que tenían a mano. La resistencia
Los pobladores denuncian que desde un inicio los efectivos policiales
ingresaron en forma brutal, disparando balines, sin siquiera contemplar la
presencia de mujeres embarazadas y niños durmiendo, iniciaron fuego en varios
puntos del asentamiento y derribaron las casetas que comenzaban a levantarse. Balin recogido por pobladores luego de la represión
A eso de las 8 am la acción de Carabineros se endureció, pues los
cobardes disparos comenzaron a dirigirse al cuerpo e incluso comenzaron a
arrojar piedras a los pobladores. Durante la mañana fueron detenidas algunas
lamngenes mapuche y pobladores chilenos que fueron trasladados a la 45° Comisaría
de Cerro Navia. A esa hora ya se sabia de los primeros heridos por los golpes
de FF. EE., pero la toma continuó resistiendo. Y para fortaleza de los
pobladores, comenzan a llegar refuerzos desde otras poblaciones y tomas
ubicadas en el sector.
Ya a las 10 am y tras 4 horas de resistencia, la lucha por el derecho a
la vivienda y una vida digna continuó, planteándose la posibilidad de retoma.
Con lo que tenían a mano, los pobladores lograron que los carros policiales
retrocedieran y se replegaran a los extremos del terreno tomado. La táctica
policial cambia y comienzan los disparos a corta distancia de bombas
lacrimógenas, presumiblemente buscan ganar tiempo para reforzar sus posiciones,
pues según los relatos, comenzaron más de 50 efectivos reprimiendo y luego
contaban más de 100. Se registraron varios heridos de golpes directos, impactos
de perdigones y bombas lacrimógenas.
Mientras los pobladores relatan a los observadores de derechos humanos
los apremios ilegítimos sufridos, avizoran en el horizonte una retroexcavadora
en los extremos del terreno donde se ubica la policía, lo que nuevamente
enciende los ánimos de resistencia. En medio de esa situación, una lamngen denuncia
que no llevaron a los detenidos a constatar lesiones, que a un adulto mayor le
partieron la cabeza y que a un muchacho lo golpearon indiscriminadamente
estando ya reducido. Además denuncia agresiones verbales sexuales y racistas.
Cuando los increpan, tratan de “maracas” a las pobladoras y estas le responden
“tú también eres parte del pueblo”, pero el paco le dice: “sí, pero a mi no me
han culeado. Cállate india culiá”. La lamngen le responde con orgullo: “no soy
india, soy mapuche”.
Finalmente, el contingente de Fuerzas Especiales era muy superior al
número de pobladores que quedaron resistiendo, por lo que la toma efectivamente
fue desalojada, sin embargo les tomo casi todo el día conseguirlo a las fuerzas
policiales.
Luego, como muchos ocupantes no tienen donde vivir, decidieron acampar al
frente del terreno desalojado y retomando aire buscan reorganizarse, por lo que
se necesita solidarizar con agua, comida y carpas. Las mentiras descaradas del Serviu
El desalojo se realizó, entienden los pobladores, en medio de una mesa
de negociación, tal como lo refleja el acta de la reunión efectuada entre
vecinos y el Serviu el martes 17 de diciembre a las 9 de la mañana. Sin
embargo, el brutal operativo policial fue acompañado por funcionarios del
Serviu, por lo que los pobladores denuncian una traición. Ni siquiera llevaron
una orden, arremetiendo con policías de Cerro Navia y Pudahuel.
En dicha reunión del 17 de diciembre, Roberto Acosta, funcionario del
organismo estatal, planteó explícitamente la voluntad de tener una mesa de
trabajo para lograr soluciones habitacionales, buscar terrenos y postular a
subsidios, cuestión a la que los pobladores en ningún momento se opusieron o
quisieron obstaculizar el desarrollo de esta mesa. Es más, desde el inicio de
la toma se pusieron a trabajar en las exigencias del viejo Estado. Por ello, realizaron
un catastro de las familias que iba a ser entregado dentro del plazo que consta
en el acta, el día 23 de diciembre. Inclusive les señalaron a los pobladores
que debían tener un ahorro mínimo de $300.000 pesos.
Sin embargo, en el comunicado de Prensa Serviu fechado el 20 de
diciembre, estos miserables señalaron “cabe señalar que la institución les ha
solicitado en diversas oportunidades una nómina de las personas que se
encuentran en esta situación, pero que a la fecha no ha sido entregada, lo que
dificulta la posibilidad de ayudar al grupo de personas”.
Otra de sus burdas mentiras es que en el mismo comunicado dicen que “la
orden se concretó tras la realización de al menos ocho reuniones de trabajo
entre los tomadores de propiedad y el equipo social del Serviu metropolitano”. El
día del desalojo, las pobladoras tenían recién la tercera reunión con el Serviu
a las 11 de la mañana, pero no pudo concretarse ya que las vecinas estaban
siendo brutalmente desalojadas junto al resto de integrantes de la toma Macarena
Valdés. He ahí la doble cara del Estado: ablandar la consciencia de las masas
para luego apalearlas cuando están desarmadas.
A todas luces, el organismo burocrático quiere dar a entender a la
opinión pública que los pobladores son intransigentes, que no querían entregar
papeles cuando ya varios de ellos tenían sus carpetas listas y los que no, las
estaban terminando. También quieren hacer creer que los vecinos deseaban ocupar
definitivamente el terreno en Costanera Sur, tratando de oponer a pobladores
contra pobladores, ya que en dicha franja de tierra se va a construir el Parque
Mapocho Río, “el parque de la familia”. Sin embargo, ellos quieren solución
habitacional, sea allí o en otro terreno de Cerro Navia para mantener sus redes
de apoyo en el sector. El déficit habitacional y la violencia
amparada por el Estado
La toma “Macarena Valdés” se ha agrupado en el “Frente de pobladores en
toma por el derecho a la vivienda”, junto a la toma Violeta Parra de Barrancas
y a la población 17 de Mayo Luisa Toledo. Esta organización lucha por viviendas
y barrios dignos para los trabajadores y sus habitantes, al igual que como se
levantan otras iniciativas populares a lo largo de Chile.
El Capitalismo Burocrático, que es el tipo de capitalismo atado a los
intereses del imperialismo y los latifundistas solo puede ofrecerle a nuestra
pueblo migajas, pues es una economía al servicio de los más ricos. En cuanto a
la necesidad de vivienda, es lo mismo: deficit de viviendas, viviendas sociales
de indigna calidad, etc.
Pero las masas populares se organizan para luchar por algo mejor, tomando
el toro por las astas. Los vecinos organizados en en esta justa demanda vienen arrancando
de la violencia y el control del narcotráfico en las poblaciones, todo ello,
bajo la total pasividad del Estado, así como también de usura en el costo de
los arriendos, situación agravada en el caso de los migrantes.
¿Por qué los pobladores de la Toma Macarena Valdes no formaron un comité
de allegados? Porque están profundamente desilusionados de ellos, porque estos
dilatan infinitamente el problema de la vivienda, haciéndolos reunir dinero
para postular y, si es que hay soluciones, alejándolos varios kilómetros de sus
lugares de origen, perdiendo sus redes que han armado por décadas junto a
familiares y vecinos para enfrentar el vacío de escuelas, jardines, lugares de
salud, servicios básicos, entre otros.
¿Cómo ha respondido el viejo estado? Con violencia y más violencia, pero
no solo a través de la policía:
Según la Cámara Chilena de la Construcción, el déficit habitacional en
Chile golpea a 2.200.000 habitantes del país al año 2017, necesitándose ya en
esa fecha 740.000 viviendas nuevas. Según la definición, el déficit
habitacional es la cantidad de viviendas nuevas que se necesitan para
reemplazar las viviendas que no pueden ser habitadas y también para las
familias allegadas, las que viven en hacinamiento.
El problema es para los “sin techo”, pero también para muchos de los
“con techo”. En un reciente artículo del diario electrónico Ciper,
titulado “por qué las malas políticas de vivienda social son un problema de salud pública”,
los investigadores dan cuenta que alrededor de 1.000.000 de pobladores
“con techo” (al año 2005) sufren problemas sociales derivados de asuntos
urbanos tales como barrios con pocos servicios en una ciudad expandida
en el territorio y muy segregada, además de los déficit en la
materialidad de la construcción (recuérdese el caso Copeva), afectando
principalmente a niños, mujeres, ancianos y enfermos.
Tal como la mayoría del país ha expresado, este Estado violenta
permanentemente al pueblo, incluyendo todo lo asociado a la vivienda y el
barrio, repercutiendo esto en problemas de salud física, mental y muertes a
temprana edad. Dichas políticas de vivienda social se transforman también en
problemas de salud pública, siendo igual de deficiente que la otra.
Si bien en Chile el déficit numérico de viviendas ha disminuido con el
pasar de las décadas, esto ha sido en base a que el Estado subsidia, con los
impuestos pagados por el pueblo, proyectos inmobiliarios. Sin embargo, las
masas populares denuncian que no son viviendas dignas y por eso se alzan en una
justa lucha por ella.
Veamos algunos de los datos entregados en el artículo citado, que
reflejan la violencia cotidiana con la que el Estado actúa frente a la urgente
necesidad de vivienda:
“Al 2013 un 65% de los
departamentos de vivienda social en el país tenían una superficie menor al
mínimo establecido por los estándares actuales (55 m²) (…) Un 55% de las familias señala
que la falta de espacio no les permite realizar celebraciones y el 49% refiere
dificultades para sostener una conversación privada al interior de la vivienda.
Existe evidencia científica de que el hacinamiento se asocia a mayores tasas de
depresión, ansiedad y menor rendimiento escolar”. “…Quien vive en la periferia paga no sólo con su
tiempo libre los largos tiempos de traslado, sino también con menor duración y
regularidad del sueño y un mayor riesgo de depresión. Adicionalmente, estas distancias obligan a viajes
motorizados sedentarios, y dificultan el transporte activo -bicicleta o
caminata-, protectores para la salud, asociándose por ejemplo a menor riesgo de
hipertensión, diabetes tipo II y mortalidad prematura”.
En síntesis, la política habitacional estatal
es un rotundo fracaso. No acaba el hacinamiento, no acaba el allegamiento, no
acaba el narcotráfico, no acaba la aridez, no acaba con el rompimiento de redes
sociales. En cambio, los proyectos populares y comunitarios desean terrenos de
tamaño adecuado para cada familia, con amplias áreas verdes, espacios
comunitarios, libres del narcotráfico, con buenas relaciones entre familiares y
amigos, con materiales dignos para la clase obrera y los trabajadores.
Los pobladores de la Toma Macarena Valdés
son parte de esta lucha, y porque su lucha es justa, sufrirán reveses, pero su
persistencia arrancara el anhelo de tierra para que sus hijos crezcan felices
en su propio hogar.
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