En el caso del Perú la complicidad del Estado es evidente. El subgerente de Riesgos y Desastre frente a la denuncia de un trabajador que dijo que no se había hecho la fiscalización respectiva al local, afirmó descaradamente que “No lo hemos hecho. Hay que ser un poquito sensatos, es una trasnacional que cumple, supuestamente, estándares de seguridad a nivel internacional”. En India, al igual que en muchas partes del mundo, especialmente en los países oprimidos, son comunes las concentraciones de talleres y fábricas medianas que no cumplen las normas de seguridad para poder operar. En la India es normal que los obreros vivan dentro de las fábricas en condiciones paupérrimas de hacinamiento e insalubridad, con el fin de ahorrar tiempo en el desplazamiento hacia su sitio de trabajo y por no poder pagar un arriendo de una habitación o apartamento.
El capitalismo imperialista es una máquina que muele carne obrera. En todos los rincones del mundo, cientos de esclavos asalariados son víctimas de enfermedades y accidentes laborales muchos de ellos prevenibles, lo que convierte a la burguesía en una clase parásita y asesina que no garantiza siquiera la vida de los esclavos que le producen sus multimillonarias ganancias, todo con complicidad del Estado o la maquinaria burocrático-militar que manejan a su antojo junto con los terratenientes. Es necesario detener la muerte de los obreros en todo el mundo con la revolución proletaria mundial. Cada vida que el capital le arrebata a la clase obrera será cobrada con la rebelión violenta de los de abajo que más temprano que tarde se levantarán como un solo hombre contra el podrido orden capitalista que hiede a sangre obrera. La sangre derramada jamás será olvidada, y cada obrero asesinado en la producción capitalista abona el camino de la revolución de los oprimidos contra los opresores.
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