Este es un régimen que asesinó a al menos 1.400 manifestantes desde que se tomó el poder en julio pasado y hasta finales de 2013, y que ahora prohíbe completamente las manifestaciones no autorizadas. Cerca de 16 mil personas están encarceladas por delitos políticos. La mayoría están acusados de respaldar a la Hermandad Musulmana y a su presidente elegido Mohamed Mursi, derrocado por los generales. Hace poco le dieron una condena de 17 años a un grupo de estudiantes universitarios pro-islam por una protesta, y otro fue asesinado por la policía. Cuatro periodistas del canal de televisión Al Jazeera han estado en prisión por varios meses. Están acusados de “difundir noticias falsas” —que, si eso fuera un crimen, tendrían que cerrar todos los canales del Estado y muchas otras difusoras de radio y televisión— y de “apoyar al terrorismo” por entrevistar a miembros de la Hermandad Musulmana luego de la represión militar cuando solo se permitía hacer planteamientos pro-ejército.
Algunos de los encarcelados por violar la ley anti-protestas son miembros destacados del movimiento juvenil que a principios de 2011 encabezó el derrocamiento del presidente Hosni Mubarak respaldado por Estados Unidos, se opuso al Comando Supremo de Fuerzas Armadas que gobernó por más de un año después de Mubarak, y luego se opuso a la Hermandad cuando llevaba la batuta y los matones islamistas asesinaban a los manifestantes. El 28 de abril un tribunal del Cairo reafirmó las sentencias a tres meses de cárcel dictadas previamente contra Ahmed Maher, uno de los fundadores del Movimiento Juvenil 6 de Abril, junto con otros dos hombres jóvenes, por tomar parte en una manifestación desafiante pero pacifica de cientos de personas que burlaron la prohibición de las protestas. Una vez más coreaban “Abajo, abajo la dictadura militar”, una consigna olvidada por la mayoría de la gente durante las manifestaciones contra la Hermandad de julio de 2013 que equivalieron a una invitación a una usurpación militar.
Alaa Abd el-Fattah un conocido joven bloguero encarcelado bajo el gobierno de Mubarak y por los generales luego de la caída de Mubarak, está detenido esperando su juicio por cargos similares después de ser arrestado y apaleado en su casa. El Movimiento Juvenil 6 de Abril fue proscrito por colaborar con potencias extranjeras no especificadas y por “realizar acciones que distorsionan la imagen del Estado egipcio” — en otras palabras, organizar acciones que denuncian el carácter profundamente reaccionario del régimen que dice estar rescatando a los egipcios del reaccionario dominio islámico.
En los casos más conocidos en el extranjero, un juez en la ciudad de Minya en el alto Nilo condenó a muerte a 529 personas en marzo de este año en un juicio que solo duró unos minutos. Un mes después el juez revocó todas las condenas a muerte menos 37 de ellas, dictaminando que el resto debe cumplir una condena de 15 a 25 años de cárcel. En la misma audiencia, en otro juicio instantáneo en masa y sin defensa legal, el juez condenó a muerte a otras 683 personas acusadas de ser miembros de la Hermandad Musulmana, incluyendo al líder de la HM Mohamed Badie.
En ambos casos acusaron a los condenados de ser responsables del asesinato de un policía en actos separados en agosto de 2013, aunque ninguno fue acusado de estar directamente implicado y la mayoría probablemente ni siquiera estuvo presente. Es notorio que su supuesto crimen es contra un representante del Estado, ya que en Minya, además de atacar una estación de policía, los seguidores de la Hermanad atacaron las casas y negocios de coptos cristianos y quemaron iglesias, algunas con personas adentro. El que estas condenas a muerte y a cárcel no tienen nada que ver con oponerse al oscurantismo religioso o con defender la libertad de pensamiento también se hace manifiesto por el hecho de que los fiscales también han estado ocupados encarcelando a cristianos, musulmanes chiítas y ateos por “blasfemia”.
La persistente tiranía de la ley islámica, aun cuando no gobierne la Hermandad, es también evidente por el veto a la película hollywoodense Noé por mostrar a un profeta (algo prohibido), y por la condena de cuatro hombres en abril a 3 y 7 años de cárcel por homosexualidad. A la vez, la violación, otra manifestación de la dominación masculina santificada por la religión, queda impune, ya que el miedo a la generalizada violencia sexual se ha convertido en una forma de terrorismo que mantiene a la mujer confinada en el hogar de la familia patriarcal.
Un informe de derechos humanos sobre la violencia contra la mujer en Egipto dice que, “según numerosas versiones, el periodo de 18 días anterior a la caída de Mubarak representó un paréntesis en la violencia y acoso que las mujeres sufren a diario. Durante las protestas en la Plaza Tahrir anteriores a la dimisión de Mubarak, no se reportó ni un solo caso de acoso sexual públicamente, a pesar de la presencia en masa de mujeres, incluyendo a aquellas que pasaron día y noche en la plaza”. Esta atmósfera casi “mágica”, como la llama el informe, refleja el amplio y profundo deseo por un diferente tipo de sociedad que se sintió de muchas maneras durante esos días, hasta que tuvo lugar un abuso sexual tumultuario a una periodista de un canal de televisión estadounidense el día en que los militares derrocaron a Mubarak, lo que señala un contraataque deliberado de las fuerzas y la moral del pasado.
Al principio durante el primer gobierno pos-Mubarak, el general Abdel Fattah al-Sisi, cabeza de la actual junta militar gobernante, fue el vocero de las fuerzas armadas que defendió los depravados “pruebas de virginidad” que impusieron a las manifestantes. Los abusos sexuales sistemáticos y a gran escala en la plaza Tahrir continuaron bajo Mursi, y las fuerzas de seguridad nunca intervinieron. De hecho, en enero de 2012, el Ministerio del Interior (en manos del ejército, bajo el gobierno de la Hermandad) anunció que no proteger a las mujeres manifestantes era política oficial. El informe afirma que bajo el nuevo régimen, que prometió poner fin a los delitos menores y al caos que pesaban bastante en la vida y la mente de mucha gente, a marzo de 2014 “ni un sólo responsable [de violación] ha tenido que responder ante la justicia” (www.fidh.org). Tal es el carácter del “orden público” del general Sisi.
Este es el régimen al que Estados Unidos ha reanudado el envío de equipo militar y dinero. Luego de que la junta tomó el poder, el gobierno de Obama se distanció un poco, aunque intencionalmente nunca lo calificó de golpe de Estado, lo que habría significado el fin al financiamiento bajo una ley estadounidense hecha para adornar las políticas de Estados Unidos. Este aparente distanciamiento no solo ha sido de beneficio para Estados Unidos sino que también ha ayudado a los generales a envolverse en un falso patriotismo, pretendiendo que salvaron a Egipto de la dominación de Occidente. La acusación de colaborar con una potencia extranjera que han lanzado contra el Movimiento 6 de Abril es típica de la forma en que los generales y gran parte del Establecimiento egipcio pintan a cualquier oposición como cómplice de los esfuerzos de Occidente de humillar a Egipto y denigrar su cultura (o sea el Islam). Si bien Estados Unidos tachó de “problemática” la proscripción, ni ésta ni ninguna otra “potencia extranjera” de las que el Movimiento es acusado de servir, intervino para ayudarles.
Los generales, así como la clase dominante egipcia en conjunto y la economía de la que son los administradores locales, son dependientes de Estados Unidos y sus aliados. Especialmente el ejército, que domina la economía y el país, es financiado directamente por Estados Unidos a cambio de su cooperación con Israel. Apenas los generales derrocaron a la Hermandad, Egipto cerró los túneles que son la única conexión de Gaza con el mundo.
Además, con la economía egipcia atada por su sometimiento al capital extranjero y al mercado mundial, el gobierno reaccionario depende de la importación de trigo estadounidense para prevenir que la extendida pobreza se convierta en hambruna, ocasionando levantamientos que podrían poner en peligro el orden reaccionario. Después del golpe de Estado, cuando Estados Unidos congeló temporalmente su venenosa “ayuda”, Arabia Saudita, Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos, pilares del status quo en el Medio Oriente, proporcionaron 20 mil millones de dólares, pero señalaron que no podrían seguir financiando indefinidamente a los generales.
A la vanguardia del paso de Estados Unidos a respaldar abiertamente a los generales contra el pueblo egipcio, como en muchos casos similares anteriores, estaba Tony Blair, el ex primer ministro de Reino Unido que proporcionó documentación falsa para las mentiras de Washington sobre las inexistentes “armas de destrucción masiva” de Sadam Hussein y ayudó a organizar la invasión a Irak que causó un desastre para el pueblo iraquí, y la guerra contra Libia que también dejó tremendas consecuencias para ese país. Blair había calificado a Mubarak como una “fuerza del bien” justo antes de su destitución. En una entrevista televisiva el 30 de enero de 2014, Blair saludó el golpe de Estado en Egipto como “el rescate absolutamente necesario de una nación” y llamó a “mis colegas en Occidente” a respaldar al régimen militar. El reemplazo de Blair, el primer ministro tory David Cameron, lanzó una investigación a la Hermandad Musulmana en el Reino Unido, avalando con legitimidad a la junta militar egipcia, como lo hizo Catherine Ashton la jefe de asuntos exteriores de la Unión Europea en su subsiguiente viaje al Cairo.
El secretario de Estado estadounidense John Kerry fue al Cairo en noviembre de 2013. En abril de este año se reunió con el jefe de la inteligencia militar egipcia, reanudando un viejo conducto tradicional, y luego le dio una calurosa bienvenida al ministro de relaciones exteriores Nabil Fahmy en Washington a finales de ese mes. En una importante movida simbólica en vísperas de la visita del ministro, el Departamento de Estado reveló que enviaría a Egipto diez helicópteros artillados Apache cuyo envío se pospuso tras el golpe de Estado, presentando esto como favorable a Israel, ya que los Apache eran necesarios para combatir a los islamistas en el Sinaí. La visita de Fahmy fue la ocasión para que el despacho de Kerry anunciara que había decidido darle a Egipto inmediatamente otros 650 millones de dólares para el 2014, y considerar restaurar el resto de los 1.500 millones de dólares que les ha proporcionado anualmente durante décadas.
Para el embajador egipcio esta visita fue un regreso a casa. Kerry señaló que éste nació en Nueva York, que habló ingles antes que árabe y que trabajó como embajador de Mubarak en Washington por 9 años. La jubilosa ocasión llegó después de la primera ronda de condenas a muerte; la segunda ronda y la proscripción del Movimiento 6 de Abril sucedieron mientras Fahmy estaba en Washington, el día anterior a que Kerry celebrara con él una conferencia de prensa conjunta. Es cierto que una vocera del departamento de Estado dijo que Estados Unidos “está profundamente consternado” por el veredicto en masa de pena de muerte, y que la Casa Blanca emitió una declaración de que éste “atenta contra los estándares más básicos de la justicia internacional”. El senador estadounidense Patrick Leahy calificó de “desmesurado” el restablecimiento de la ayuda militar a Egipto bajo tales circunstancias. Pero el gobierno de Obama no cambió el rumbo de las cosas.
En general Estados Unidos ha aceptado la defensa de esta atrocidad hecha por el embajador Fahmy. Éste dijo que estas decisiones las tomó un tribunal local independientemente de la rama ejecutiva. “No saquen conclusiones. Dejen que el proceso legal continúe”. Las condenas a muerte deben ser ratificadas ahora por las autoridades religiosas y por la corte suprema.
Pero bajo las circunstancias actuales en Egipto, la única conclusión lógica es que esas condenas a muerte no se pueden tomar a la ligera. Formalmente el sistema judicial puede ser independiente del ejército, pero el sistema legal, las fuerzas armadas y todo el aparato estatal fueron diseñados y organizados para imponer el statu quo contra el que tantas personas se rebelaron cuando tumbaron a Mubarak. Él moldeó al Estado durante décadas, incluyendo la designación de jueces y otras autoridades en toda la sociedad. Aunque todos los hombres condenados a muerte no sean ejecutados, algunos tal vez sí, y la cadena perpetua por protestar contra la junta militar ya es bastante criminal. Y si fuera cierto, como alega alguna gente que se considera revolucionaria, que las condenas a muerte buscan aterrorizar a todos para someterlos y puede que no las lleven a cabo, seguirán siendo parte de imponer y reforzar el orden contra el que la gente se levantó en la plaza Tahrir en 2011.
El gobierno de Obama ha alegado que la sumamente dura represión actual debe verse bajo el prisma supuestamente más amable de las elecciones presidenciales programadas para el 26 y 27 de mayo, o, en otras palabras, la restauración de la “democracia”. Pero las elecciones no son algo nuevo en Egipto. La represión y las elecciones son dos caras de la misma moneda: la re-consolidación de un Estado fuertemente sacudido por las divisiones en las clases dominantes y las manifestaciones de masas en las calles, en un sentido general, y, más específicamente, la continuación de la dominación militar de Egipto por medios “democráticos”. “El Estado necesita recuperar su poder y estatus, que han sufrido mucho en tiempos recientes”, aclaró Sisi en su discurso del 28 de marzo.
El general Sisi se ha presentado como la única alternativa viable al gobierno de la Hermandad Musulmana, pero al mismo tiempo está muy conectado tanto con el oscurantismo religioso como con Estados Unidos (y por tanto solo se le permite actuar si se respetan los intereses de Israel). Él parece tener como modelo a Anwar Sadat, “el presidente creyente” que le puso fin al proyecto nacionalista nasserista y su una peligrosa combinación de desencadenar a las fuerzas islamistas y capitular ante Israel — hasta que los islamistas dentro del ejercito le pusieron fin a esta contradicción asesinándolo. Si bien Estados Unidos no han emulado a Egipto que declaró a la Hermandad Musulmana como una organización “terrorista” (lo que llevó a reclamos del Cairo al respecto), y la junta incluso entró en un coqueteo mutuo con el presidente ruso Vladimir Putin durante el periodo en que se suspendió el financiamiento por parte de Estados Unidos, no cabe duda de que Estados Unidos actualmente considera que el ejército es el más indicado para gobernar en favor de sus intereses en Egipto. Bajo estas circunstancias, el fundamentalismo islámico seguramente va a florecer y a pesar de las declaraciones de Sisi en sentido contrario, no es probable que la Hermandad deje de existir.
Junto con los partidos políticos liberales, gran parte de la izquierda tradicional, como el Partido Tagammu, la Alianza Socialista Popular y algunos nasseristas, se han alineado con Sisi. Así lo han hecho el Partido Salafista Al Nour y la organización Tamarod que, a nombre de oponerse al dominio islámico, hizo un llamado a las manifestaciones que pusieron en el poder a los militares en julio de 2013. El único candidato que está en su contra es Hamdeen Sabahi, cuyas afirmaciones de ser un heredero de la revolución de Gamal Nasset de 1952 son desmentidas por su promesa de respetar los acuerdos de paz con Israel de Campo David, no nacionalizar negocios extranjeros y otros negocios “exitosos” y no redistribuir la tierra. A cambio, propone hacer arrancar la economía del país con proyectos para diseñar y fabricar paneles solares y utilizar el agua desperdiciada del Nilo para plantar árboles maderables, ambas cosas principalmente para exportación.
Si bien las tecnologías que él promueve podrían ser positivas en el contexto de una reorganización revolucionaria de la economía egipcia, en su programa son simplemente una forma de prometer trabajos y mejoras sociales sin siquiera levantar su voz contra los grandes capitalistas y terratenientes del país o cualquiera de sus actuales estructuras económicas y sociales. También promete revocar la prohibición de manifestaciones, lo que le puede ayudar a ganar respaldo. Pero no poca gente ve su candidatura no como una alternativa sino como un acto cínico de complicidad con los generales para hacer ver el proceso electoral como algo más que otra maniobra reaccionaria.
Prudentemente, el Fondo Monetario Internacional ha acordado dejar las negociaciones sobre el futuro económico de Egipto para después de las elecciones. En este momento ningún candidato querría aprobar un plan de austeridad del FMI — al igual que la Hermandad también lo evitó. El FMI está contando con el proceso electoral mismo para esclavizar al máximo posible a Egipto.
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