Venezolanos haciendo fila para conseguir alimentos. Foto Internet
Análisis y Opinión06/06/17
La crisis del capitalismo burocrático venezolano (capitalismo dependiente, atrasado, subyugado por el poder imperialista y carcomido por la semifeudalidad) está marcando el fin de los llamados “gobiernos progresistas” en medio de una bancarrota y descrédito total. Este ciclo pomposamente llamado “socialismo del siglo XXI”, “proceso de cambio”, “revolución ciudadana” y otros adjetivos rimbombantes, no es más que una fase (un programa político y económico) dentro del esquema del viejo Estado, dentro del sistema capitalista y el imperialismo mundial.
Los discursos grandilocuentes y recargados de retórica antiimperialista no han cambiado el carácter fundamental del estado venezolano, el ciclo de Chávez y Maduro no ha dado ni un sólo paso en dirección al socialismo y se han manejado dentro de los límites del sistema económico capitalista. Mientras la retórica chavista gritaba su “lucha contra los enemigos de la revolución” el capital bancario, es decir, la oligarquía financiera lograba ingentes ganancias, eso muestran las cifras oficiales. Se puede creer que los dirigentes de la “revolución bolivariana” luchaban contra sus enemigos, esos que Chávez y Maduro dicen que hacen el sabotaje económico, cuando en realidad su gobierno los ha hecho engordar con grandísimas ganancias? Algunos de esos grandes empresarios banqueros habían declarado, “si esto es socialismo, entonces yo soy socialista”.
Este fenómeno de ganancias extraordinarias a la banca no es exclusivo de Venezuela, ocurre lo mismo en Brasil desde las gestiones de Lula y Dilma, sucede también con otro bastión de los “gobiernos progresistas”: el gobierno boliviano de Evo Morales, donde la banca obtuvo no sólo ganancias extraordinarias, sino históricas. Fortalecer la banca no es precisamente combatir al “enemigo de clase”, si quitamos la retórica vemos que en realidad el programa burgués burocrático de los llamados “gobiernos progresistas” concilia, convive y sirve a las viejas clases dominantes.
En la gestión de Lula da Silva por ejemplo fortalecieron enormemente a un sector empresarial ligado en teoría a la producción nacional (construcción, carne, entre otros), varias de esas empresas crecieron enormemente al amparo del Estado pero no como parte del “fortalecimiento de la economía nacional” para oponerse a la subyugación del capital extranjero, sino todo lo contrario, para convertirse en otro satélite o lacayo de ese capital transnacional, es decir, del imperialismo, en particular el yanqui, esto se puede ver por ejemplo en la empresa cárnica JBS, cuyos directivos han implicado al actual presidente Michel Temer en el delito de soborno. Esta empresa que se benefició fuertemente en el gobierno de Lula, creció de tal forma que, con alianzas de capitales imperialistas y con el dinero del Estado brasileño, instaló sus operaciones en EEUU para convertirse en una transnacional, implicado con el capital imperialista no sirvió para “fortalecer” la economía del país y finalmente dejó de ser una empresa brasileña. Tanto esta empresa JBS, como la Odebrecht y muchas otras (que recibieron mucho dinero del Estado brasileño) se encuentran implicadas en delitos de soborno y financiación de campañas en otros países, su “compromiso con el país” es en realidad el compromiso con las ganancias que le pueda dar el gobernante de turno, una vez cambiado éste, como pasó con Dilma, ofrecieron sus servicios al mafioso de turno.
No se trata sólo de las ganancias de estas empresas, los administradores del Estado, el gobierno de Lula/Dilma y los miembros del Partido de los Trabajadores con sus aliados que participaron de la gestión del Estado, recibieron jugosos “emolumentos” registrados en los innumerables escándalos políticos de corrupción desde el mismísimo primer gobierno de Lula, todo este raudal de dinero provino también en parte de estas empresas.
Volviendo a Venezuela, mientras el pueblo ha soportado las duras condiciones del programa económico chavista, programa que cada vez ha ido asumiendo un carácter conservador y reaccionario, la cúpula de dirigentes del “socialismo del siglo XXI” ha loteado el Estado a través del clientelismo, se ha beneficiado de la administración del poder directa o indirectamente y se ha enlodado en el fango de la corrupción y la prebenda. Esto no es una “propaganda de la derecha”, existe objetivamente y lo reconocen las propias autoridades pero buscan atenuar este problema a través de la propaganda que maneja el Estado con todo el poder económico a su disposición. Este manejo de la administración estatal ha causado el desprestigio de su discurso, así como el cansancio y hastío del pueblo.
Esto tampoco es una característica exclusiva del gobierno Venezolano, la mayoría de los “gobiernos progresistas” están hundidos hasta el cuello en problemas de corrupción, el que la oposición conservadora magnifique el problema no niega su existencia.
Es cierto que la corrupción no es un problema exclusivo de los gobiernos del oportunismo (“progresistas”), sus predecesores, estaban hundidos en corrupción, prebendas, clientelismo, etc. sin embargo estos “nuevos” gobiernos prometieron cambiar las cosas en la administración estatal, pero esto no ha sucedido y por lo tanto engañaron a sus pueblos. En Bolivia los funcionarios del Movimiento al Socialismo de Evo Morales suelen argumentar, como atenuante a los escándalos de corrupción, el que ahora no se roba tanto como lo hacían antes los neoliberales, sin embargo, en algunos casos hay que advertir que los funcionarios corruptos del gobierno de Evo han marcado algunos hitos históricos.
El gobierno venezolano, desde la administración de Hugo Chávez, se ha autoproclamado antiimperialista, ha arrastrado con el discurso toda una corriente de oposición (de palabra) a las políticas yanquis. Oponerse solamente al gobierno yanqui por un lado y atraer inversiones rusas, chinas o europeas, no lo hace antiimperialista. El imperialismo es un sistema mundial, si bien está encabezado por el imperialismo norteamericano, está conformado también por otras potencias imperialistas, entre las que están Rusia, China, las potencias europeas como Alemania, Reino Unido, Francia, entre otras. Echar los dardos contra las políticas yanquis, en el caso que lo fuera, a lo mucho le haría anti yanqui, pero no antiimperialista.
La presencia del imperialismo en Venezuela no ha desaparecido, los datos e incluso la bibliografía de intelectuales chavistas, dan cuenta de la presencia de capitales estadounidenses como Chevron/Texaco o la Exxon Mobil, la británica British Petroleum, la anglo holandesa Shell, la francesa Total, la española Repsol, que siguen extrayendo productos energéticos por las que pagan teóricamente 50% de regalías al Estado venezolano.
La dependencia de Venezuela del capital imperialista no ha variado, la “herencia” por llamarla de alguna manera de las políticas conservadoras de los gobiernos predecesores de Chávez, de una dependencia de más del 90% de la economía exclusiva del petróleo, no ha sido modificada por el llamado gobierno del socialismo del siglo XXI, la participación de Venezuela en el circuito imperialista se ha mantenido y ha profundizado su dependencia semicolonal, no sólo norteamericano sino mundial. El antiimperialismo de Chávez y Maduro no distan de los programas nacionalistas reaccionarios que buscan un mejor lugar en el circuito imperialista mundial, y eso no favorece en nada al pueblo, sino a las clases dominantes conservadoras quienes son las que hacen grandes negocios, como por ejemplo la oligarquía financiera.
La crisis venezolana ha provocado la huida de indígenas waraos a la ciudad brasileña de Manaos donde se han dedicado a mendigar o realizar labores precarias para sobrevivir
Hay que agregar que mientras el pueblo venezolano ha estado soportando los rigores de la crisis el gobierno no ha dejado de pagar ni un solo centavo su deuda con el imperialismo yanqui, no ha dejado de proveer petróleo aunque la gasolina ha escaseado para su población; esta situación está agravada por la caída de los precios del petróleo, algo que ha agrandado la deuda venezolana y su mayor dependencia con el imperialismo, en particular el yanqui que nunca tuvo sus inversiones en riesgo.Es significativo por ejemplo que Maduro a veces tenga ciertos contrasentidos abiertos sobre la política yanqui, en las últimas elecciones norteamericanas donde salió ganador el fascista y archirreaccionario Donald Trump, Maduro coqueteó con éste y lo llamó “mal menor”, se dice que incluso el gobierno venezolano donó dinero a través de la empresa Citgo para su posesión. Es verdad que ciertos sectores de la economía yanqui no ven a Maduro como un enemigo mortal, el periódico norteamericano The Washington Post calificó a Venezuela como “La revolución socialista preferida de Wall Street”.
Si de buscar alianzas con el imperialismo se trata, Evo Morales a quien el diario londinense Financial Times llamó “el socialista más exitoso del mundo”, organizó el 25/10 del 2015, día de su cumpleaños, una conferencia con “inversionistas” de Wall Street sobre “cómo invertir en Bolivia”, bajo los auspicios de la Corporación Andina de Fomento (CAF) y el Banco Interamericano de Desarollo (BID); el gobierno boliviano despachó en gastos la cifra de 742 mil dólares mientras que la CAF y el BID aportaron 330 mil. La comitiva boliviana estuvo compuesta por miembros de las empresas extranjeras más importantes en Bolivia, es decir, el imperialismo, y tuvo por objetivo invitar a más imperialistas a saquear el país.
Pese a la retórica las relaciones de Evo Morales con las agencias económicas imperialistas como la CAF, el BID o el Banco Mundial (BM) han sido muy buenas, el gobierno boliviano siempre acudió a estos organismos en busca de créditos para su programa y obtuvo una respuesta favorable, esto llevó a Morales, en su candidez, ignorancia o cinismo, a felicitar al BM por “estar con el proceso de cambio”. En julio del 2013, Evo organizó un show propagandístico llevando a Jim Yong Kim, presidente del Banco Mundial, a la localidad de Cliza en Cochabamba, donde fue felicitado y vivado por la clientela política del MAS, la dirigencia campesina y las Bartolinas.
En estos últimos años, la penetración de capitales rusos y chinos, lo mismo que en Ecuador y Venezuela, ha sido de importancia estratégica, aunque esto no ha quebrado la supremacía yanqui. Son parte de esas contradicciones entre facciones y grupos dominantes en nuestros países, explica en parte lo que sucede en Venezuela con la crisis política que ya lleva más de 50 muertos, con una protesta social de parte de la población que no solo es manejada por la oposición o el chavismo, existe un descontento generalizado debido a las condiciones extremas de escasez y carencia, debido a la gigantesca ineficiencia del gobierno de Maduro y debido también a las intenciones de mantenerse en el poder, en ese cometido el imperialismo ruso y chino le han dado su respaldo, mientras que la potencia yanqui trata de capitalizar el descontento popular a través de sus lacayos y quiere tener mejores posiciones en Venezuela porque de hecho mientras tenga un escenario más favorable a sus negocios le viene mejor.
Sin embargo las clases dominantes actúan en colusión y pugna, porque sus intereses no son antagónicos sino son disputas por mejorar las condiciones de apropiación de la riqueza y tarde o temprano pactarán (lo mismo que las potencias imperialistas) y dejarán el gobierno en manos de quien mejor se adecúe a sus intereses negando al pueblo la satisfacción de sus aspiraciones.
El oportunismo que sigue el programa de la burguesía burocrática en los Estados latinoamericanos no puede ser la alternativa del campo popular, no lo ha sido nunca ni lo será porque éste forma parte de un programa reaccionario y normalmente prepara las condiciones para el retorno de la facción compradora más conservadora, los pueblos en Latinoamérica precisan de una vanguardia revolucionaria que construya el camino popular para hacer una revolución auténtica, sin un partido revolucionario nada tendrán nuestros pueblos.
Sin embargo las aguas están agitadas y los vientos de una nueva época soplan con bastante fuerza, el desarrollo desigual de las condiciones revolucionarias se refleja también en el desarrollo desigual de la vanguardia revolucionaria, por ello la bancarrota de los llamados gobiernos del socialismo del siglo XXI (oportunistas y revisionistas) serán un gran avance en despejar el camino para la revolución y combatir la nefasta influencia que han tenido sobre el pueblo.
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