Miguel Alonso.
Las luchas o
guerras de liberación nacional tienen un carácter inter-clasista, esto es,
abarcan a un conjunto de clases patrióticas en este proceso histórico. Es una
contradicción antagónica que enfrenta al pueblo con el imperialismo colonial o
de ocupación.
Esa
contradicción determina las alianzas en la lucha contra el opresor, ahora bien,
no está por encima de la lucha de clases, como intentan presentarlas las fuerzas
burguesas o de la pequeña burguesía. ¡Todo lo contrario! Que clase sea la
dirigente del proceso, es la clave para determinar si un movimiento de
liberación nacional tendrá éxito o por el contrario apenas lograra una
independencia formal, pero al servicio de los imperialistas de turno.
El reparto
del mundo por las potencias imperialistas y sus luchas por nuevos territorios,
ha producido multitud de procesos de guerras de liberación entre los diversos
pueblos oprimidos a lo largo de la historia. La misma que nos enseña, que una
parte de las mismas se convierten en lo que hoy también se denomina como
guerras interpuestas, donde las potencias imperialistas intervienen de forma
indirecta, pero condicionando el proceso para sus propios intereses y no para
un autentico movimiento patriótico de liberación nacional.
Pongamos un
ejemplo histórico; la guerra de independencia de Cuba contra el imperio español,
que fue mediatizada y sometida por la intervención norteamericana en la llamada
Guerra Hispano/Norteamericana de 1898.
Otro tan ocurrió
en Las Filipinas, que los yankees ocuparon y anexionaron hasta después da segunda guerra imperialista mundial.
Las fuerzas
patrióticas filipinas, guiadas por la burguesía liberal y su dirigente
Emilio Aguinaldo, confiaron en el imperialismo yankee, en su lucha contra el
poder colonial español y se encontraron de frente con la verdadera cara de los
imperialistas norteamericanos. Entonces trataron de oponerse por las armas a
los mismos en 1899, pero fueron derrotados y dispersados en 1902. Estableciendo,
los criminales norteamericanos, un régimen de terror y genocidio, no solo contra los combatiente sino
también sobre el campesinado y el naciente proletariado, que se estima que exterminó
a más de un millón de personas. Hecho ocultado sistemáticamente por los historiadores
norteamericanos.
Cuando los
imperialistas japoneses invadieron territorio filipino, al igual que en otras
colonias asiáticas, un sector de las fuerzas opuestas a la ocupación yankee
celebraron la llegada de los mismos, quizás confiando que fueran más benévolos
pero, una vez más, se dieron de bruces con el afán criminal que lleva en el ADN
el imperialismo. En 1943 los japoneses establecieron un régimen títere presidido
por José P. Laurel, un antiguo “patriota” burgués, que no dudo en colaborar con
los ocupantes japoneses, siendo incluso felicitado por los gobiernos fascistas
de España y Alemania. La caída de Japón puso fin a esta administración títere. Curiosamente
el presidente colaborador nunca fue juzgado por los crímenes de guerra de su
gobierno.
Las
verdaderas fuerzas patrióticas conformaron un frente único y un ejército
popular en 1942 e iniciaron una guerra contra el invasor japonés dirigidas por
el PCF de los hermanos Leva y de Luis Taruk
En 1946 los
EE.UU. concedieron la independencia a Las Filipinas en el llamado “Tratado de
Manila”, instaurando otra nueva republica títere dirigida por la burguesía
compradora, presidida por un antiguo colaborador del gobierno pro-japonés;
Manuel Roxas.
Este, bajo órdenes emanadas de sus amos norteamericanos, desató una campaña represiva
contra los comunistas y demás fuerzas patrióticas que no aceptaban el Tratado
de Manila, dando comienzo a una nueva fase de guerra popular en 1949 que se
prolongo hasta 1959.
Posteriormente el PCF degenero hacia el revisionismo,
hasta que los grandes vientos revolucionarios de la crítica al revisionismo
soviético, del Presidente Mao Tse-tung y la Gran Revolución Cultural
Proletaria, de la cual estamos celebrando el 50º aniversario, llevaron a los comunistas filipinos, a la gran
rectificación que dio origen al actual Partido Comunista de las Filipinas, bajo
la dirección del camarada J.Mª. Sisón, que retomo la lucha armada, en 1969.
Muchos de
estos “patriotas” han sido mitificados por la burguesía como forjadores de la
independencia, cuando la realidad es que Las Filipinas nunca ha dejado de ser
un protectorado de los yankees, de sus empresas o de sus grandes bases
militares. Gobernada por la misma burguesía burocrática y compradora que hoy
pretende someter a los comunistas con llamados a un acuerdo de paz.
Es evidente
que las potencias imperialistas se aprovechan de los movimientos de liberación
nacional dirigidos por sectores de la burguesía o pequeña burguesía para
imponer su presencia. El oportunismo se da la mano con el imperialismo o el
social-imperialismo para afianzar el poder de la burguesía en el proceso,
cambiando un amo por otro.
Solo en los
países oprimidos donde la dirección estaba en manos de comunistas y que han
unido en guerra popular, la lucha patriótica con la Revolución se han
conseguido grandes victorias, como en China, Corea, Albania, Kampuchea o Vietnam.
El
oportunismo o confusión en esta cuestión conducen a la destrucción de las
fuerzas populares y a sustituir a un imperialismo por otro. Esto ocurrió en
Asia, en África o en América Latina.
En este
laberinto parece que se encuentra, en la actualidad, el movimiento de
liberación del pueblo kurdo que, en su afán de independencia, ha confiado en
agentes imperialistas para definir sus alianzas y sus fuerzas, con el apoyo de
la OTAN con sus bombardeos aéreos y asesores. Por no hablar de gobiernos
derechistas y corruptos como el de Masud Barzani en el Kurdistan iraquí.
Ahora vemos
como “sus aliados imperialistas” tratan de elegir a que enemigo combatir o que
ciudades atacar, como ha pasado con el recientemente ataque turco a la localidad
siria de Yarablus que se encontraba en manos de los mercenarios del Daesh.
El abandono
formal del marxismo-leninismo en la principal organización del movimiento kurdo
de liberación nacional, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán,
sustituido por una ideología comunalista seudo-anarquista, ecléctica, fue una
señal inequívoca que el oportunismo había ganado la dirección de este movimiento
revolucionario kurdo.
Un principio,
para los revolucionarios, en el manejo de las contradicciones inter-imperialistas,
es basarse en sus propias fuerzas, actuar de forma independiente y nunca ser un
peón de los imperialistas y de sus intereses, que nunca, repito nunca, son los de los pueblos.
Los
revolucionarios, los comunistas, kurdos y
turcos tendrán que re-tomar el camino de la guerra popular rompiendo con el
oportunismo de cualquier rotulo, que busca convertir la heroica lucha de sus pueblos en simple moneda
de cambio para sus intereses espurios.
Solo la
guerra popular revolucionaria, guiada por un partido comunista basado en la
ideología del proletariado; el marxismo-leninismo-maoísmo, es la garantía de la
liberación de los pueblos del yugo de los imperialistas y para la construcción
de una nueva sociedad.
La verdadera
autodeterminación de los pueblos nace de la Revolución, es así de simple. ¡Es
un principio plenamente vigente!
No comments:
Post a Comment