En Francia, las últimas semanas han sido elocuentes de la capacidad que tienen las masas trabajadoras de enrumbar absolutamente todo en la sociedad y en su relación con la naturaleza. Tres fines de semana fueron suficientes para que el pueblo francés pusiera a temblar a uno de los gobiernos más recalcitrantes y déspotas de los últimos años; un gobierno encabezado por el reaccionario Macron que luego de haber tratado a gran parte de la población de “vagos”, “los que no son nada”, o “los galos refractarios”; tuvo que tragarse sus palabras y esconder su odio visceral contra las masas para cambiar 180 grados su postura y discurso, y con la cabeza gacha tener que declarar de manera hipócrita: “La cólera que hoy se expresa es justa en muchos aspectos [… y] sé que a veces he herido a algunos de vosotros con mis palabras”.
Acobardado este representante de la más rancia burguesía imperialista francesa, se tuvo que guardar su orgullo para posar de arrepentido y conciliador frente a la majestuosidad de la lucha de masas que sacude a toda Francia. Pero no fue solo postura hipócrita, el pueblo francés ha logrado propinarles a la aristocrática burguesía francesa y a todos sus socios imperialistas, un golpe de grandes proporciones.
A la bajada de humos se le suma la reculada en las medidas que había anunciado irreversibles, como la subida de los combustibles para el 2019 o la mayor dureza en la soga de los pensionados y en general de los asalariados. El pueblo francés con los emblemáticos chalecos amarillos obligó al gobierno a tomar varias medidas de orden económico y social que van en completa contravía de sus planes de ajustes y empobrecimiento de los trabajadores franceses. Desde el punto de vista económico es un gran triunfo, pero sobre todo desde el punto de vista político es una enorme cantera de lecciones y enseñanzas, no solo para el pueblo francés sino para todas las masas trabajadoras del mundo.
Sí se puede enfrentar a los reaccionarios en cualquier parte del mundo, el potencial transformador que vive en las masas trabajadoras es inherente a su condición de clase, como productoras de absolutamente todo en la sociedad y, por ende, tienen de por sí una de las mayores armas para enfrentar a los reaccionarios: sin su brazo poderoso, transformador y generador de riqueza, nada se mueve en la sociedad.
Se impuso el camino de la lucha y se dejó en cueros a los defensores del camino parlamentarista; en las condiciones actuales de la lucha de clases, es poco probable, casi imposible que estos dos caminos sean complementarios; todo lo contrario, son opuestos y el uno avanza en detrimento del otro; la vía parlamentaria, de diálogo insulso con los enemigos de las masas, de proyectos de leyes y alegatos parlamentarios, de campañas politiqueras para conquistar puestos burocráticos en el Estado actual, son claramente un servicio a los reaccionarios para embellecer la monstruosa y dictatorial democracia burguesa. En todos los casos donde la llamada izquierda se ha dejado obnubilar por los “cantos de sirena” del parlamentarismo burgués, han terminado en traición a las masas. El pueblo francés, sin proponérselo tal vez, le ha dado un bofetada al camino parlamentario, dejando claro y de manera contundente, que el camino de las masas es ejerciendo el poder directamente y sin intermediarios.
Lo que está ocurriendo en Francia, es una incuestionable lección para muchos revolucionarios que siguen desconfiando del papel que juega la clase obrera en las distintas formas de lucha que se presentan en el mundo. Revolucionarios que imbuidos de la propaganda sobre la supuesta tendencia a la desaparición de la clase obrera o la poca importancia que le dan a su participación, le han hecho el juego a la socialdemocracia que no ve clases sociales sino sectores, movimientos; por tanto, descuidan la lucha por dirigir al proletariado como clase de vanguardia y en detrimento de ello, resaltan las contradicciones de los “pueblos y naciones con el imperialismo”, y en lugar de jugar el papel de dirigentes que van al frente, terminan a la cola del movimiento.
La burguesía y todos sus agentes son reaccionarios e hipócritas hasta la médula. Mientras sus politiqueros aparecen en los medios pronunciando discursos conciliadores, sus esbirros de la policía golpean y persiguen brutalmente a muchos jóvenes en escuelas de secundarias y andan en una cacería de brujas, tratando de castigar a los dirigentes naturales de la lucha de masas. Nadie debe llamarse a engaños, hay clases antagónicas encabezando las fuerzas que se enfrentan y sus intereses y objetivos son contrarios y opuestos. Entre explotados y explotadores no puede haber paz.
Los clamores de paz de la burguesía no son más que llamados a las masas a la sumisión y la preparación de mayor represión, hambre y miseria. El pueblo francés ha venido reafirmando esta verdad de la sociedad de clases y eso le ha servido para mantenerse en pie de lucha y a enfrentar y propinarle duras golpizas a las fuerzas de choque del Estado francés; qué gran ejemplo que han dado en este sentido. El pueblo francés es hoy punta de lanza en la lucha de masas contra el imperialismo, y debe tener todo el apoyo de los obreros y campesinos del mundo.
El de los chalecos amarillos ha sido un movimiento surgido de las entrañas del mismo pueblo, sin que pueda endosárselo ningún grupo político, como tampoco puede decirse que exista un tendencia predominante en él; son las masas movidas exclusivamente por la necesidad de responder a las políticas reaccionarias y represivas del Estado. Un movimiento espontáneo que por sí solo ha puesto en evidencia la enorme debilidad del gobierno y las condiciones objetivas que existen para grandes cambios revolucionarios; el pueblo francés sabe que necesita mucho más que migajas o pequeñas reformas, que la sociedad actual clama a gritos por transformaciones radicales, pero hay que reconocerlo, el movimiento comunista no da todavía la talla para jugar el papel que requiere ese enorme caudal de descontento y ansia de cambio.
Las fuerzas revolucionarias con los marxistas leninistas maoístas en primera fila, seguramente aprovecharán esta coyuntura para hacer que la lucha avance lo más posible y contribuya a llevar la justeza del programa revolucionario a las masas, para que pronto puedan estar mejor preparados y con mucha más capacidad para aprovechar este tipo de oportunidades, de tal forma que la divisa de estos levantamientos sea la destrucción del podrido Estado burgués y su sustitución por el nuevo, gobernado por la unión fraternal de obreros y campesinos.
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