El largo brazo de la OTAN
Los migrantes servirán de pretexto para la injerencia en Libia y
los turistas muertos son una excelente justificación para la «guerra
global contra el terrorismo»
«Violencia repugnante», así definió el secretario general de
la OTAN, Jens Stoltenberg, el ataque terrorista perpetrado en Túnez. Y
al hacerlo pasa por alto el hecho que ese acto de terrorismo
es consecuencia de la estrategia de EEUU y la OTAN.
Un documento desclasificado del Pentágono, fechado en 2012,
confirma que el Emirato Islámico, cuyos primeros núcleos fueron
utilizados por la OTAN para acabar con el Estado libio, fue consolidado
en Siria mediante el reclutamiento de militantes salafistas sunnitas. Financiados por Arabia Saudita y otras monarquías, esos individuos reciben el armamento que utilizan a través de una red montada por la CIA. Objetivo: «instaurar en el este de Siria un califato salafista»,
radicalmente antichiita, y desencadenar a partir de allí la ofensiva
contra Irak, precisamente en momentos en que el gobierno del chiita
al-Maliki se alejaba de Washington y se acercaba a Pekín y Moscú.
Eso lo confirman ahora los documentos de Arabia Saudita recientemente revelados por Wikileaks. Esos documentos demuestran que, al menos desde 2012, Arabia Saudita ha venido alimentando la guerra secreta en Siria, en coordinación con Turquía. O sea, con la OTAN,
que vive contando maravillas sobre su asociación con Arabia Saudita y
con las demás monarquías del Golfo ya que, según la alianza atlántica, «garantizan seguridad de manera cada vez más eficiente, incluso más allá de su propia región».
Eso último queda de seguro perfectamente demostrado con la guerra contra
Yemen, donde Arabia Saudita, con el respaldo militar de EEUU, está
cometiendo diariamente masacres de civiles mucho peores que la masacre
de turistas cuya autoría reclamó el Emirato Islámico. Las masacres de
Arabia Saudita en Yemen están perfectamente documentadas en una
exposición fotográfica que acaba de inaugurarse en la capital yemenita.
Pero siguen siendo ignoradas por los grandes medios de prensa que,
al desviar la atención sobre los inocentes turistas asesinados en una
playa tunecina, explotan ese crimen para decirnos que Occidente está
siendo agredido… y que tiene que defenderse.
En una coincidencia tan perfecta como sospechosa, los ministros de
Defensa de la OTAN, reunidos en Bruselas precisamente durante los 2 días
anteriores a la masacre de Túnez, deciden reforzar la «Fuerza de Respuesta»
de la alianza atlántica aumentándola hasta 40 000 hombres –al principio
sólo iban a ser 13 000– y acelerando su preparación para enviarla a las
zonas de crisis. Y para ello los ministros de Defensa deciden «acelerar
los procesos de decisión políticos y militares, incluyendo la autoridad
del Comandante Supremo de las fuerzas aliadas en Europa para preparar
las tropas para la acción».
Esa «aceleración de los procesos de decisión» confiere al
Comandante Supremo de las fuerzas de la OTAN –que siempre es un general
estadounidense nombrado por el presidente de EEUU– el poder de decidir y
de poner en práctica una intervención militar en plazos tan breves que
de hecho privan de su autoridad a los parlamentos europeos.
La OTAN se reactiva así en grande, para la mayor satisfacción de
Washington. Una satisfacción expresada, precisamente el día de la
masacre de Túnez, por el secretario de Defensa Ashton Carter:
«Hace un año, la OTAN se preguntaba que haría después de Afganistán.
Este año hemos descubierto no una sino 2 cosas que debemos enfrentar: el Estado Islámico y la Rusia de Putin.»
También el mismo día de la masacre de Túnez, el secretario general de la
OTAN, Jens Stoltenberg, subrayaba ante el Consejo Europeo que «de cada 10 ciudadanos de la Unión Europea, 9 viven en países de la OTAN» y que ambas organizaciones «comparten los mismos valores y el mismo entorno de seguridad». Seguidamente anunció que la OTAN ha dado «pasos decisivos para reforzar la seguridad colectiva».
En nombre de la cual se utiliza Europa como polígono de grandes
maniobras militares, con la participación –solamente en junio– de 11 000
soldados de 22 países y como trampolín de la «Fuerza de Respuesta». Como siempre, claro está, bajo el mando de EEUU.
Il Manifesto / Red Voltaire
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