El comercio de personas según señala Naciones Unidas, constituye
la tercera actividad ilegal más lucrativa del mundo, generando unos
12.000 millones de dólares por año, después del tráfico de armas y el de
drogas. A nivel mundial, cada año son traficadas 4 millones de mujeres y
niñas para la explotación sexual. Entre ellas unas 500 mil ingresan a
Europa para ejercer la prostitución.
Las proporciones internacionales que alcanza el tráfico de seres
humanos, en especial de mujeres y niños, es comparable con la
esclavitud. Este fenómeno, que golpea principalmente a grupos humanos en
condiciones de extrema necesidad, es facilitado por la falta de una
distribución equitativa de recursos, bienes y servicios, la pobreza,
hambre, desempleo, analfabetismo, inacceso a fuentes de recursos,
migraciones y desplazamientos en conflictos políticos y armados.
El tráfico de personas cubre el mercado de la explotación sexual, tanto
la prostitución como la pornografía y otras formas de esclavitud sexual,
así como el trabajo forzado en condiciones de esclavitud, la
integración a asociaciones ilícitas o reclutamiento por parte de grupos
armados. Las personas traficadas enfrentan constantes atropellos a sus
derechos, malos tratos, extrema crueldad y otras tantas vejaciones.
La complejidad de la trata de seres humanos pese a que es un problema
histórico se acrecienta estructuralmente con el pulso económico mundial.
Las políticas de ajustes estructurales y los tratados de libre
comercio, son de los instrumentos que facilitan la mano de obra barata y
no declarada. Esto no escapa al mercado mundial del sexo donde mujeres,
niñas y niños son explotados en el trabajo sexual y la pornografía.
Pese a que las demandas de empleo crecen en relación con las nuevas
tecnologías de producción, en el mercado internacional las mujeres
quedan relegadas por falta de oportunidades, de capacitación y educación
entre otros. El 60% de los aproximadamente 900 millones de analfabetos
en el mundo son mujeres, según datos de UNESCO. En países
latinoamericanos como Haití se registra 80% de analfabetismo, en Bolivia
50% y en Perú 45%.
Susana Chiaroti, consultora de la Unidad Mujer y Desarrollo de la
Comisión Económica para América latina y el Caribe (CEPAL), subraya que
el tráfico de mujeres en Latinoamérica cubre especialmente la demanda
más amplia en el mercado internacional, en el que se involucran redes
europeas y asiáticas; pero sobre todo de Japón.
Según organizaciones no gubernamentales (ONGs) de la Unión Europea,
aproximadamente 700 mil mujeres y niños llegan a ese continente
conducidos por organizaciones de trata de seres humanos. Consideran que
la cifra aumenta si se toma en cuenta la trata con fines de explotación
laboral.
Situación de América
El tráfico de mujeres y la prostitución en América Latina se remonta a
la época de la conquista cuando españoles, en cumplimiento de la ley de
guerra, tomaban o entregaban el "botín de mujeres" al vencedor, dando
origen al comercio sexual y creando establecimientos para su ejercicio.
En América Latina, el tráfico de niños y mujeres consiste en personas
engañadas y obligadas por traficantes a trabajar en contra de su
voluntad y en condiciones de esclavitud. Bandas organizadas de
traficantes utilizan métodos violentos, logrando la intimidación de las
víctimas y la impunidad de sus delitos. En algunos casos los
denunciantes son asesinados al iniciarse el proceso y, en otros, las
víctimas son localizadas y reclutadas nuevamente.
El tráfico interno concentra principalmente a la población infantil y
adolescente, o a madres solteras jóvenes. El promedio de edad varía
entre los 9 y 17 años; las víctimas provienen de pueblos situados en las
zonas más pobres de cada país, desde donde son trasladadas y obligadas a
ejercer la prostitución. En algunos casos son vendidas a los dueños de
prostíbulos o establecimientos similares, pasando a ser propiedad
exclusiva de quien las adquiere.
El tráfico internacional
Éste cubre una demanda más amplia, está relacionado directamente con
redes europeas que tienen sus bases de operación y reclutamiento de
mujeres en Brasil, Surinam, Colombia, República Dominicana y las
Antillas, para los centros de distribución ubicados en España, Grecia,
Alemania, Bélgica y Holanda.
En el caso latinoamericano y caribeño, las redes de traficantes han
creado otras modalidades de comercio que no está tipificado como un
"verdadero tráfico", las mujeres saben de antemano cual será su trabajo
en Europa; sin embargo, desconocen cuáles serán las exigencias de dicho
mercado sexual. Cuando se enfrentan a la realidad y se resisten a
aceptar su nuevo trabajo, son presionadas y forzadas a realizarlo.
La mujeres tienen una edad promedio de 19 a 25 años, sus estudios son
primarios o secundarios interrumpidos, su estrato social es medio y
bajo. En algunos casos, su primer contacto sexual se da con los clientes
europeos y, en otros, son madres solteras sin experiencia anterior en
la prostitución.
Para el reclutamiento las redes organizadas han montado sus centros de
operaciones principalmente en la región norte de Brasil, la región
central y suroeste de Colombia y en República Dominicana, países de
procedencia de la mayoría de mujeres. Estas mismas redes han ampliado su
campo de acción hacia Uruguay y Venezuela. Surinam y las Antillas son
utilizados como tránsito para las mujeres que van a Europa destinadas a
este tipo de trabajo, así como para las que regresan a sus países de
origen.
El tráfico de mujeres y la prostitución en América Latina se remonta a
la época de la conquista cuando los españoles, en cumplimiento de la ley
de guerra, tomaban o entregaban el "botín de mujeres" al vencedor,
dando origen al comercio sexual y creando establecimientos para su
ejercicio.
Instituto del Tercer Mundo
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