Estamos viviendo momentos históricos, un nuevo gobierno alternativo por fin se dará en Colombia y por eso gran parte del pueblo está feliz porque, entre otras, destacan que un hombre que consideran carismático como Gustavo Petro, luego de tres intentos, por fin ha logrado conquistar la silla presidencial y mucho más cuando es de la mano de una mujer del talante y las cualidades de Francia Márquez.
Luego de la gran expectativa frente a la posibilidad enorme de que se presentara fraude electoral colocando como presidente a un tipo de la calaña y bajeza de Rodolfo Hernández, el pueblo amaneció alborozado y feliz porque la presidencia de la república estará en manos de Petro. Quisiera poder compartir esa enorme felicidad, quisiera poder hacer parte de esa alegría y esa enorme esperanza que hay entre mi pueblo, entre los proletarios del campo y las ciudades, entre campesinos y movimiento indígena, entre las negritudes y todos aquellos que hemos soñado y queremos una paz, los que añoramos justicia social, igualdad, los que necesitamos mejores posibilidades, los que no nos resignamos a tener una atención digna en salud y para todos sin privilegios, y así, tantas necesidades insatisfechas; a quienes hemos entregado la vida de seres queridos por esta maldita guerra fratricida y exigimos justicia, a todos aquellos que queremos con todas nuestras fuerzas conquistar esas banderas que por siglos el pueblo ha venido buscando.
Las expectativas aumentaron cuando se escuchó el primer discurso de Petro fungiendo como presidente; el calor, la alegría, el entusiasmo, la esperanza, las ilusiones; se vieron por fin en todos los que lo acompañaron pletóricos con la esperanza de que por fin verán realizadas todos esos sueños. Y el discurso en apariencia puede haber dejado esa sensación, su llamado a la paz, a la justicia, su llamado a la igualdad y la reconciliación; el clamor por que bajen los fusiles, porque exista trabajo digno, por la libertad inmediata de nuestros jóvenes, porque el pueblo en los campos, por fin tenga posibilidades, porque se acabe con esa apetito insaciable de ganancia, aunado a ello, ese gran gesto al darle sin titubeos el micrófono a esa aguerrida madre que con voz fuerte y contundente desafió a las instituciones, al gobierno actual y clamó justicia.
Pero de inmediato, vino la pregunta que cualquier persona sensata debe hacerse luego de este momento frenético; ¿cuáles son las posibilidades reales de que esto se logre? Y querámoslo o no hay que comprender la realidad en que vivimos para saber cuáles son las objetivas posibilidades, y mirar sin temores ni prejuicios una realidad que no es solamente de Colombia, sino internacional.
Recordé luego de escuchar muy atento el discurso de Petro, un viejo, pero siempre vigente libro de mi biblioteca, llamado Populismo y marxismo, escrito por Lenin, tan odiado por los reaccionarios como querido por los trabajadores y escudriñando en sus hojas me topé con esta aleccionadora cita:
Tampoco comprenden que precisamente la explotación del trabajo asalariado es la que sirve de base a todo el rapaz régimen de la actualidad, que ella provoca la división de la sociedad en clases irreductiblemente antagónicas y que solo desde el punto de vista de esta lucha de clases es posible aquilatar de manera consecuente todas las demás manifestaciones de la explotación, sin caer en la vaguedad y en el abandono de los principios.
Primero que todo, ¿es posible construir una sociedad donde ricos y pobres convivan de manera pacífica? y la respuesta es contundente: ¡No es posible! porque existen intereses profundamente contradictorios, porque la experiencia histórica no solamente de Colombia sino de toda la humanidad es que mientras existan clases sociales, quiénes son los dueños de los medios de producción no cederán por las buenas ante sus antagónicos enemigos, los trabajadores; y segundo, porque querámoslo o no, no existe un Estado como aparato de dominación que esté por encima de los intereses de las clases como juez imparcial, los Estados defienden los intereses de una clase y en este caso defienden los intereses de la burguesía y los defenderán a muerte, realidad que se exacerba en un país como Colombia, impregnado de narcotráfico por todos los poros y donde los señores de la mafia están fuertemente comprometidos y tienen un poder económico al cual no van a renunciar por las buenas. Imponiéndose la realidad tozuda de que la paz tan soñada no puede conquistarse, al menos por ahora; pues soñar con que los paramilitares van a dejar sus negocios llevados únicamente por la bandera de la unidad nacional es puro infantilismo y pensar que los gremios económicos que viven en una profunda crisis y que la única manera que ellos tienen de sobreaguar en esa crisis es súper explotando a la clase obrera; pensar que ellos van a cambiar esta condición es un sueño iluso, gústenos o no.
Muchos de los que pueden leer estas líneas me tratarán con cualquier cantidad de epítetos, podrán decir que soy uribista, que soy enemigo de la paz, podrán decir que no quiero el bien para Colombia, que soy un extremista, que a mí nada me sirve, que esos son puros cuentos de fanáticos y de “amargados comunistas” y que soy un redomado anti petrista que no quiero la democracia ni la paz.
Qué más quisiera yo como hijo del pueblo, como luchador incansable contra las injusticias, como defensor de los intereses de los campesinos, obreros, estudiantes, de todos aquellos que formamos esa gran masa que lleva sobre sus espaldas la construcción de esta enorme sociedad, qué más quisiera yo, poder decir que es justo alimentar esa ilusión de que por la vía parlamentaria se pueden transformar las relaciones económicas, sociales y políticas; y que podemos construir una sociedad de bienestar y de paz para todos. Pero tenemos que ser responsables con la realidad tenemos que ser responsables con el entendimiento de cómo se mueve el mundo y por ende tenemos que al fin de cuentas hoy mañana o después del 7 de agosto; quizá al final de año, pero tendremos que reconocer que hay una ley que mueve todo en la sociedad; esa ley se llama la lucha de clases; lucha de clases que por motivos que no vienen al caso un demócrata, del cual yo personalmente puedo decir que tengo un buen concepto como lo es Gustavo Petro, desafortunadamente no lo entiende o no lo quiere entender o lo puede estar utilizando como una forma para hacer campaña; pero la realidad es esa y en eso querámoslo o no, Gustavo Petro está equivocado, porque los intereses de clases son irreconciliables.
Que Petro pueda tener buenas intenciones, que honestamente pretenda hacer cambios profundos, que quiera por ejemplo acabar con el ESMAD, que quiera realmente construir la Paz, que quiera honestamente construir esa sociedad de unidad entre ricos y pobres, que quiera moldear el Estado para que esté al servicio de toda la población, que quiera acabar con el negocio de la salud y ponerla al servicio de toda la población por igual, podría incluso pensarse que honestamente crea que puede construir una sociedad del progreso por encima de los mandatos de los emporios económicos internacionales; pero tengamos claro que sí ese fuera el caso y Petro se lanzará a la aventura de irse en contra de los dueños del capital, del poder, de la mafia y de las armas; de inmediato se vendrían momentos tumultuosos porque ellos no van a permitir que acabe con su negocio, que acabe con su paraíso de explotación y dominación.
En ese hipotético escenario, yo veo dos posibilidades. La primera es que el gobierno de Petro se amolde a los requisitos de esos gremios económicos y solamente le brinde al pueblo pequeñas reformas que no afecten en lo absoluto el poder del capital y en esas condiciones el pueblo tendrá que lanzarse a las calles y tendrá que hacerlo pronto para refrendar el camino del pueblo, que es con el paro, con la movilización y con la lucha. Y la segunda opción que veo en el panorama próximo, es aquella en la que el gobierno se radicalice y pretenda hacer esas reformas que el pueblo necesita, caso en el cual se vendrá irremediablemente una acción despiadada de los reaccionarios con sus fuerzas armadas, legales e ilegales, para impedirlo por la vía parlamentaria si es posible y si no por la fuerza del fusil a través de un golpe de estado; y en este segundo escenario al pueblo le tocará igual que en el primero, y como siempre le ha tocado a través de la historia, conquistar y defender con su movilización, con su lucha lo que por derecho le corresponde; y prepararse a través de ese camino a conquistar ya no como una prebenda ni un regalo de socialdemócratas reformistas, lo que se merecen; pues la única manera de obtener para largo tiempo sus derechos es con la destrucción del Estado reaccionario y la construcción de ese nuevo Estado basado en el poder directo de obreros y campesinos, que al final de cuentas es el camino donde verdaderamente se podrá construir ese tan anhelado paraíso de paz y hermandad entre los pueblos.
Lector del Portal Revolución Obrera
Junio 21 2022
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