El "legado" de Obama e Hiroshima
Ben Rhodes, consejero de Obama, explicó en un tuit el punto de vista del presidente: “Él no va a reconsiderar la decisión de haber utilizado la bomba atómica al final de la Segunda Guerra Mundial… Estados Unidos estará eternamente orgulloso de nuestros líderes [es decir, Harry Truman, el presidente que ordenó el bombardeo] y los hombres de nuestras fuerzas armadas que sirvieron en la Segunda Guerra Mundial. Su causa era justa. La visita del presidente a Hiroshima también reafirmará el compromiso de vieja data —y el compromiso del mismo presidente— de buscar la paz y la seguridad de un mundo sin armas nucleares”.
Todo en esta declaración es una vergonzosa y descarada mentira.
Primero, nada puede justificar algo como los bombardeos nucleares. En este caso, Estados Unidos mató a más de 200.000 personas en dos acciones militares, cada una duró unos pocos minutos. Estados Unidos es el primer y único país que ha usado armas nucleares.
Segundo, la causa de Estados Unidos en esa guerra mundial no era justa, como lo explica el artículo anexo, del SNUMQG 2015-08-15.
Tercero, Obama, que una vez dijo que Truman era su ejemplo a seguir, busca todo menos la paz. Declaró finalizado el papel de combate de Estados Unidos en Irak y Afganistán, pero ahora está enviando miles de nuevas tropas de combate a Irak, Siria y Yemen, sin que esté a la vista el fin de la ocupación de Afganistán.
Cuarto, en cuanto a un mundo sin armas nucleares, Obama es autor de un programa que busca renovar el inventario estadounidense de tales armas, al tiempo que autoriza sistemas anti-misiles para advertir a Rusia que podrían dificultar su capacidad de respuesta en el caso de un primer ataque nuclear estadounidense, haciendo que esa sea una opción más atractiva para los señores de la guerra occidentales en su peligrosa competencia con sus rivales rusos.
Para finalizar, ¿por qué el gobierno japonés del primer ministro Shinzo Abe le da la bienvenida a Obama, quien en esencia va a escupir las tumbas de las víctimas de Estados Unidos? Japón también cometió terribles crímenes de guerra en la Segunda Guerra Mundial, especialmente en Corea, China y otros países de Asía. Deliberadamente Abe nunca ha renunciado a las ambiciones imperiales que llevaron a horrendas masacres de civiles. El propósito inmediato de la reunión de Obama con Abe es confrontar a China, un país que ya no es socialista que está emergiendo como potencia reaccionaria y como una amenaza a la dominación estadounidense en Asia, con la que Japón ha prosperado como socio menor.
Casi todo de esta visita, o de la conducta de estos dos hombres, apesta a justificación de las pasadas guerras por el imperio y a preparativos para más.
Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar:
Hiroshima y Nagasaki: El peor crimen de guerra del mundo y los países dispuestos a cometerlo otra vez
16 de mayo de 2016. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. Una versión abreviada del SNUMQG 2015-08-03.Nube de hongo sobre Hiroshima.
Unos sobrevivientes huyen de la tormenta ígnea a raíz del bombardeo atómico de Hiroshima, 1945.
El patrón de la quemadura en la piel de esta mujer corresponde a las partes oscuras del kimono que ella tenía puesto en el momento del bombardeo.
“Los ojos de las pequeñas niñas que observaban el paracaídas se derritieron. Sus rostros se convirtieron en gigantescas ampollas carbonizadas. La piel de la gente que buscaba ayuda les colgaba de las uñas. Se les ponían los pelos de punta. Su ropa estaba hecha jirones. Los que quedaron atrapados en las casas que se vinieron abajo por la explosión fueron quemados vivos. Otros murieron cuando los ojos y los órganos internos se les salieron. Hiroshima era un infierno en el que aquellos que de algún modo sobrevivieron envidiaban a los muertos” (De una declaración del alcalde de Hiroshima, Tadatoshi Akiba, en el acto conmemorativo del 6 de agosto 2007, en una petición de librar al mundo de armas nucleares).
“Una mujer que protegió sus ojos del resplandor, al bajar las manos vio que la piel de su rostro se había derretido en sus palmas… Cientos de trabajadores del campo y otros lloraban y gritaban aturdidos. Algunos perdieron partes de su cuerpo, y otros tenían quemaduras tan graves que, aunque estaban desnudos, Yoshida no podía saber si eran hombres o mujeres. Vio a una persona a la que le colgaban del rostro los globos oculares, las cuencas vacías” (De Nagasaki, Life After Nuclear War de Susan Southard, Viking, 2015).
El 6 de agosto de 1945, un bombardero estadounidense soltó una bomba atómica sobre un hospital en Hiroshima, una ciudad japonesa de poca importancia militar. La bomba iba sujetada a un paracaídas y ajustada para que explotara en el aire y así maximizar la cantidad de personas que quedarían expuestas a la letal radiación. Unos 140 mil habitantes de esta ciudad fueron asesinados o quedaron tan mal heridos que murieron en pocos meses.
Cuando le informaron al presidente estadounidense Harry Truman sobre la explosión que había ordenado, exclamó jubiloso: “Es lo más grandioso de la historia”. Para demostrar lo “grandiosa” que fue la bomba atómica, tres días después, el 9 de agosto, EEUU lanzó otra bomba, destruyendo la ciudad de Nagasaki y asesinando a 70 mil personas más.
Muchos años de sufrimiento por cáncer y otras enfermedades causadas por el envenenamiento por radiación les deparaba a los sobrevivientes y a sus hijos. El reciente libro de Susan Southard, que se basa en entrevistas a sobrevivientes realizadas en la última década, describe cómo algunos quedaron tan monstruosamente desfigurados que los niños huían de ellos. El hecho de que unas 192 mil víctimas todavía vivan demuestra que esto no es historia antigua.
Estados Unidos desató la era nuclear en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial. Alemania ya se había rendido. La economía de Japón estaba destruida y su capital hecha cenizas con los bombardeos; a su ejército le habían infligido derrotas decisivas. Muchos historiadores creen que Japón se habría rendido sin el bombardeo atómico. El propósito de la bomba no solo fue asegurarse de que Estados Unidos y sus aliados ganaran la guerra sino, aún más, asegurase de que únicamente Estados Unidos se beneficiara de la rendición de Japón.
Estados Unidos estaba decidido a no permitir que la Unión Soviética le impidiera asumir el papel que tenía Japón como la principal potencia de Asia. La URSS todavía era un país socialista en ese entonces, aunque una década después tomaría un camino diferente. Se había aliado con Estados Unidos durante la guerra contra Alemania y Japón, pero incluso antes de que terminara la guerra EEUU le mostraba los colmillos a la URSS y se disponía a dominar gran parte del mundo.
Ya no existe la URSS, pero EEUU y otros países siguen amenazando al mundo con un holocausto nuclear. Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia, China, India, Pakistán, Corea del Norte e Israel tienen miles de ojivas nucleares, y los misiles, aviones y submarinos para usarlas.
Durante su campaña para la presidencia en 2008, Obama prometió que buscaría el desarme nuclear. El comité que le concedió el Premio Nobel de Paz al año siguiente citó el acuerdo por “un mundo libre de armas nucleares” que firmó con Rusia. (Si Obama mereció el Premio Nobel de Paz por esto, también lo merecía el presidente ruso Vladimir Putin).
Sin embargo, el tratado no buscaba eso. Permitió que cada una de las partes mantuviera 1.550 armas nucleares estratégicas desplegadas y listas, sin contar las almacenadas. Muchas son considerablemente más poderosas que las bombas que devastaron Hiroshima y Nagasaki. Las miles de bombas nucleares tácticas que no están incluidas en el acuerdo son, de muchas maneras, mucho más peligrosas que las estratégicas, porque se concibe su uso para la doctrina militar oficial común, y una vez empiece un intercambio nuclear nadie puede decir en qué acabará. Hoy no se vislumbra una guerra mundial nuclear, como sí se vislumbraba en varios momentos en el clímax de la rivalidad entre EEUU y la URSS por el dominio del mundo desde los años 60 hasta los 80. Sin embargo, por lo único que se tienen armas nucleares es para poder usarlas.
Aunque hoy la carrera armamentística entre Estados Unidos y Rusia ya no se trata de acumular todo un arsenal de bombas nucleares, Obama ha lanzado una campaña de un billón [un millón de millones] de dólares para modernizar las instalaciones de su país para la fabricación de bombas nucleares, para producir misiles, submarinos y bombarderos nuevos o repotenciados, y actualizar las ojivas existentes. Hay informes de que Rusia está actualizando sus vehículos para el despliegue nuclear. Reino Unido está realizando esfuerzos similares (la modernización de su arsenal nuclear y una nueva flotilla de submarinos con misiles balísticos Trident) al igual que Francia (nuevos misiles aire-tierra con ojivas nucleares). En vez de trabajar para confinar al pasado las armas nucleares, estos programas buscan garantizar que se puedan usar en el futuro.
Cuando le pidieron explicar el aparente viraje de Obama al respecto, uno de sus asesores señaló “la invasión de Putin a Ucrania” (New York Times, 21 de septiembre de 2014). Este es un perfecto ejemplo de la actitud de la Guerra Fría cuando ambas superpotencias imperialistas estaban dispuestas a arriesgarse a destruir el mundo en vez de perder la disputa por controlarlo. La amenaza implícita de usar armas nucleares para “proteger” a Ucrania —en otras palabras, impedir que Rusia desafíe los intereses geopolíticos de Estados Unidos — es una completa locura desde el punto de vista de los intereses de la población de Ucrania y del mundo.
En cuanto a combatir el terrorismo islamista, actual pretexto para la intervención militar estadounidense y europea en el Medio Oriente, si se define terrorismo como el asesinato de civiles inocentes por un propósito político, entonces rara vez ha habido un acto terrorista más horrendo en sus consecuencias o en mayor escala que el bombardeo nuclear a Hiroshima y Nagasaki.
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