Hugo
R C Souza
Traducción
Enrique Chiappa
En
el último día 2 de octubre, cuando los jefes de gobierno de
Alemania, Francia, Rusia y Ucrania se reunieron en París, los dos
mayores jefes políticos de turno del imperialismo europeo, Angela
Merkel y François Hollande, se apresuraron a decir que “el papel
de Moscú” en Ucrania y en Rusia no está relacionado.
Véase
si puede haber relación más íntima de que la preponderancia en
estos dos escenarios de las más tensionadas contradicciones
interimperialistas, que se despliegan en los siguientes escenarios:
en el Cáucaso, Rusia apoya con armas, soldados, equipamiento militar
e inteligencia las fuerzas “separatistas” que combaten el
“gobierno” de Ucrania, encabezado por Petro Poroshenko y
subyugado al imperialismo yanqui y sus socios europeos; en Oriente
Medio, USA y la Unión Europea apoyan con armas, mercenarios,
equipamiento militar e inteligencia las fuerzas “rebeldes” que
combaten el “gobierno” de Siria, encabezado por Bashar al-Assad y
subyugado al imperialismo ruso.
Mientras
aumentan las contradicciones entre la superpotencia hegemónica USA y
la superpotencia atómica Rusia, se torna patente el servilismo de
los jefes políticos de los países ahora tirados al ojo del huracán
de las disputas interimperialistas: por un lado, el títere
Poroshenko aprueba en la Suprema Rada, el Parlamento de Ucrania, una
ley que permite que extranjeros hagan parte de las hileras del
ejército del país, abriendo camino para la llegada de mercenarios
de USA; por otro, el servil Assad autoriza y saluda los bombardeos
rusos en Siria contra el Estado Islámico, diciendo que “si la
ofensiva de Rusia fracasar, Oriente Medio estaría en grave
situación”.
Sería
más compatible con la realidad si Assad dijera: “si Rusia no
entrase con esa ofensiva, perdería su posición estratégica en
Oriente Medio”. Eso porque USA hace tiempo viene fortaleciendo los
mercenarios del llamado “Ejército de Liberación de Siria” y
preparando una invasión propiamente dicha, posibilidad que quedó
más concreta e inminente con el álibi muy conveniente del Estado
Islámico. Acontece que, como USA se vale del mismo discurso contra
el “terrorismo” del EI para jugar sus cartas en Oriente Medio,
resulta más difícil — con la ofensiva “anti-EI” lanzada por
Rusia — el escenario en que normalmente USA lograría la
demonización de Putin y sanciones contra Moscú siempre que el
imperialismo ruso intenta defender sus áreas de influencia del
avance del bloque de poder geopolítico encabezado por el
imperialismo yanqui.
Las
contradicciones son muchas e intrincadas: USA hace discursos contra
el “Estado Islámico” y a la vez apoya el régimen reaccionario
de Turquía, donde USA va a inaugurar un centro de entrenamiento de
“rebeldes” sirios, conforme anuncio hecho por Washington en el
inicio de octubre, y que, por su parte, ataca con brutal ferocidad
los curdos que resisten en parte del territorio sirio — los curdos
que, a su vez, combaten el EI.
El
día 8 de octubre corrió la noticia de la muerte, en Siria, del
general iraní Hussein Hamadani, uno de los cabecillas de las fuerzas
armadas de la república islámica — y que posee arsenal atómico —
que integra el bloque de poder geopolítico del imperialismo ruso, en
episodio ilustrador del profundizado nivel de conflagración — y de
confusión — de las luchas interimperialistas en el escenario
sirio. Hamadani fue abatido en la ciudad de Aleppo, donde cumplía
misión de “consejero” del ejército sirio. Su muerte en Siria
llama la atención para las complejas composiciones de los bloques
político-militares que se dirigen, flotando, en el torrente
irrefrenable de sus contradicciones, al choque de la gran guerra.
Moscú,
Bagdad y Riad.
En
Ucrania y en Siria, el imperialismo ruso se empeña, sobre todo, para
defender, respectivamente, el puerto de Sebastopol, en Crimea
anexionada por Putin, y el puerto de Tartus, que queda a 220
kilómetros al noroeste de Damasco, y es la única base naval bajo
control de Moscú más allá del Estrecho de Bósforo, que es
controlado por Turquía y, por consecuencia, por la OTAN, cuyo avance
en los últimos años para el este europeo señaliza gran posibilidad
de guerra.
Las
contradicciones de las contiendas interimperialistas parecen caminar
para el umbral de la detonación también en Irak, país aún bajo la
égida de la invasión yanqui, pero que actualmente es gestionado por
el chiita Haider al-Abadi, que viene siendo presionado por miembros
del Parlamento iraquí y por milicias chiitas locales a pedir
intervención rusa en el país, contra el Estado Islámico. El
gobierno iraquí ya selló acuerdo con Rusia, con Irán y con el
régimen sirio con el argumento de “compartir inteligencia en un
esfuerzo para combatir el Estado Islámico”.
El
día 11 de octubre, Putin se encontró con el ministro de la Defensa
de Arabia Saudita, monarquía sunita “alineada” a USA, en Sochi,
en el mar Negro. Además de ministro de la Defensa, Mohamed bin
Salman Al Saud es también viceprimer-ministro e hijo del rey Salman.
Moscú y Riad dijeron que el encuentro fue para tratar de
“cooperación para evitar la formación de un califato terrorista
en Siria”.
En
este escenario, como en todo escenario de guerra o de la inminencia
de la conflagración de conflictos — sobre todo los de mayores
magnitudes —, la contra propaganda repercutida por los monopolios
mediáticos “occidentales” cumple un papel fundamental. Teniendo
como línea el punto de vista del imperialismo yanqui, el noticiero
que repite sin fin la cantinela de la “política externa” de USA
demoniza a Rusia y presenta Putin cómo si fuese el propio demonio a
hacer arder en llamaradas infames el “mundo americano”, al punto
en que los órganos de prensa de las clases dominantes en Brasil
insistan en martillar, por ejemplo, que los bombardeos rusos en Siria
“horrorizan el mundo” y “preocupan” Washington, llevando a
las últimas consecuencias el substrato de la contra propaganda
imperialista. O sea: la premisa de que los intereses de la potencia
dominante son los intereses — en este caso, geopolíticos — de
todos los pueblos del así llamado “mundo occidental”. Fue por
medio de esta contra propaganda que en Brasil, por ejemplo, la
palabra “chiita”, acabó ganando significado peyorativo, asociada
al sectarismo, violencia y fundamentalismo. Esto porque son los
chiitas que muchas veces cumplen papel central de resistencia al
imperialismo yanqui en varios países de Oriente Medio, o son grupos
chiitas que, por otro lado, conducen sus países a la subyugación a
la potencia rival, casos de Irán y de Siria.
A
medida que octubre avanzaba, se precipitaban cada vez más las
tensiones entre los bloques de poder del imperialismo en el ámbito
de la disputa en Siria. Después que la fuerza aérea rusa bombardeó
63 blancos en el territorio sirio en un sólo día, el día 11, y de
la información de que Assad viene recuperando grandes espacios
territoriales que habían sido tomados por el Estado Islámico, la
Unión Europea se apresuró, el día 12, recurriendo al viejo
estratagema de condenar la violencia si ella parte del enemigo, a
pedir oficialmente a Rusia que “cese inmediatamente” su “escalada
militar” en Siria, diciendo que ella “amenaza prolongar el
conflicto, minar el proceso político, agravar la situación
humanitaria y aumentar la radicalización”.
Francia,
sin embargo, también viene bombardeando blancos en Siria, desde el
día 27 de septiembre. En uno de sus ataques, realizado en 9 de
octubre contra un centro de entrenamiento del Estado Islámico,
murieron seis franceses que se habían juntado a las hileras del EI.
Volviendo
a la reunión de París de los jefes del imperialismo europeo con
Putin y Poroshenko, ella es un nuevo capítulo de los esfuerzos de la
“canciller” Merkel y del “socialista” Hollande para resolver
pugnas que tienen como principal propósito empujar los frentes de un
cada vez más inminente conflicto de mayores proporciones entre USA y
Rusia para lejos del territorio europeo, intentando evitar la
desgracia llevada a Europa por las dos grandes guerras imperialistas
anteriores.
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