by odiodeclase Kerala, India: las recolectoras de té ganan batalla contra una multinacional y contra los sindicatos cómplices
FOTOS. El té que esclaviza en la India
Nota: como complemento al artículo que publicamos hace unos días sobre la lucha de las recolectoras de té publicamos estas fotos para que se conozcan las condiciones de vida y de trabajo a que son sometidas.
Las recolectoras de Mogulkata esperan en fila para que su mercancía sea
pesada por un administrador de la empresa. El personal directivo de las
plantaciones aún viste con camisetas y pantalones cortos en homenaje a
las viejas costumbres establecidas por los británicos durante el
colonialismo.
Un grupo de recolectoras recoge las hojas de té en Makaibari Tea
Estates, en la región de Darjeeling . El té de Darjeeling es uno de los
más caros y apreciados en el mundo; casi toda su producción se vende en
el extranjero y su precio puede llegar a 1.600 euros por kilo.
Una recolectora bebe durante una pausa del trabajo en Mogulkata Tea
Estate, en la región Dooars. El agua potable, que debe ser proporcionada
por las empresas, es uno de los problemas más comunes en las
plantaciones de té . Como resultado de su mala calidad, la fiebre, la
diarrea y los dolores abdominales están muy extendidos entre las
trabajadoras.
Recolectoras en Mogulkata, en la región Dooars. Están equipadas con una
bolsa de red para almacenar las hojas recogidas y una sombrilla para
protegerse del sol y la lluvia.
Unas recolectoras de Mogulkata regresan a casa después de una dura jornada de trabajo.
Vista aérea de la aldea principal en Makaibari Tea Estates, en la región
de Darjeeling. Dada la extensión de las plantaciones de té, que pueden
alcanzar varios cientos de hectáreas, las trabajadoras viven en
diferentes pueblos dispersos alrededor de las fincas de té en
condiciones de precariedad y pobreza.
Unos campesinos recogen el agua de un pozo en Pakka Line, uno de los
pueblos que salpican el Mogulkata Tea Estate, en la región de Dooars. El
único grifo instalado en la zona sirve a 500 habitantes y está
constantemente llena de gente, lo que hace imposible recoger agua
potable allí. Por lo tanto, las trabajadores se ven obligadas a beber de
pozos abiertos, malolientes y que se quedan cubiertos de hojas muertas y
suciedad cada vez que llueve o sopla el viento.
Un empleado trabaja en el procesamiento de té en la fábrica en Makaibari
Tea Estates, en la región de Darjeeling. Aquí, las hojas se fermentan,
se secan y se empaquetan. Aunque el té Darjeeling es uno de los más
caros del mundo, las condiciones de vida de los trabajadores son sólo
levemente mejores que en las regiones de Terai y Dooars.
Durante más de un mes las plantaciones de té de Kerala, en el sur de la
India, han sido escenario de disturbios. Miles de recolectoras han
bloqueado carreteras, sitiado las oficinas de las plantaciones,
paralizado su funcionamiento. Pero fue más que una batalla sindical: las
mujeres luchaban contra los dueños de las plantaciones y también contra
los sindicatos cómplices, contra las condiciones de trabajo esclavo,
contra su propio pueblo y contra la indiferencia del estado y los medios
de comunicación. Y al final ganaron los aumentos de salarios y algunas
otras concesiones.
La batalla comenzó a principios de septiembre. Las plantaciones de té en
la India parecen haber quedado en la época colonial, solo diferente en
que los actuales dueños no son británicos: en Kerala son por ejemplo la
plantación de la empresa Devan Kannan (multinacional controlada por
Tata, propietaria de la marca Tetley) o la Plantación de Harrison, la
más grande de unas 50 empresas en Kerala.
Las plantaciones de té son impresionantes colinas cubiertas de un verde
brillante, pero el trabajo en ellas es el infierno: tienen que recoger
hojas durante largas horas por una miseria de salario y vivir en
casuchas disponibles por la empresa, que no tienen aseo ni otros
servicios básicos.
Los forrajeros (trabajadorxs de las plantaciones de té) son en su
mayoría las mujeres y los Dalits (intocables, o "intocables": el más
bajo peldaño de la jerarquía social y discriminatoria de la India).
La rabia explotó este verano, cuando la Kannan Devan Hill Plantation
decidió cortar el bono pagado a los trabajadorxs hasta entonces –
alrededor del 20% sobre los salarios de 230 rupias al día (3,5 dólares).
Un día a principios de septiembre un grupo de mujeres decidió formar un
colectivo llamado Pombilai Orumai, «Unidad de la Mujer». Ese mismo día
en grupos se acercaron a las oficinas de la empresa, en la ciudad de
Munnar. Pidieron recuperar el bono y aumentar los salarios; protestaron
por la explotación de su trabajo, por sus chozas sin ningún aseo y por
su vida tan difícil.
Sus lemas no fueron dirigidos sólo a los propietarios de las
plantaciones. De hecho también criticaron a los dirigentes sindicales
que supuestamente las representaban.
Las empresas y hasta los sindicatos fueron tomados por sorpresa. Las
plantaciones de té no conocían disturbios desde tiempo inmemorial, al
menos desde que encontraron un acomodo con los líderes sindicales,
puestos de trabajo asalariado y ciertas garantías de derechos. Algunos
líderes sindicales se han convertido en miembros del Parlamento del
estado, otros son en realidad son parte de una burocracia paraestatal.
Ni que decir siempre habían logrado relaciones de trabajo más suaves.
El hecho es que cuando un maestro de plantación decidió ir a hablar con
las mujeres, fue recibido (agredido) a golpes de sandalias (al parecer
la policía tuvo que ir a rescatarlo).
En resumen la huelga creció; Finalmente unas 6000 trabajadoras de
numerosas fincas, incluso distantes, se reunieron en la ciudad de
Munnar, donde sitiaron las oficinas de las plantaciones – y también del
sindicato. Tiendas cerradas y vida bloqueada (para ponerse al día,
incluso los sindicatos se vieron forzados a convocar una huelga por
aumentos salariales). La prensa India, que antes había ignorado la
historia, comenzó a hablar de ello.
Finalmente las trabajadores sin ninguna experiencia y a menudo
semianalfabetas, ganaron – al menos en parte. Forzaron a la empresa de
Devan Kannan a restaurar el bono. Finalmente aceptaron un acuerdo por un
sueldo de 301 rupias diarias: no eran los 500 rupias que pedían, pero
siguen siendo un aumento del 30 por ciento. Quizás más importe,
obligaron a los representantes de la empresa y de los sindicatos a
tratar con ellas.
Tomado del Movimiento Feminista Proletario Revolucionario - Italia
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