Durante más de una semana, la atención de los medios de comunicación y
de millones de televidentes y lectores se ha centrado en los
acontecimientos que cambian de un momento a otro en Ferguson, Misuri,
donde el joven Mike Brown fue asesinado a tiros por un policía blanco.
Lo que no cambia, lo que ha sido constante, es el nivel de rabia entre
los residentes negros, entre los hombres y mujeres que han resistido
todos los intentos para silenciar o desviar sus esfuerzos.
¿El objetivo de sus esfuerzos?
Lograr la detención, procesamiento y condena del policía blanco (Darren Wilson) que disparó y mató a Mike Brown.
Son impulsados por la furia, y por una larga historia de represión policial.
No han permitido que nada ––promesas, provocaciones, los políticos o la policía–– les aparten de su objetivo.
El sistema ha utilizado armas de guerra ––rifles de francotirador,
vehículos blindados, metralletas y otros instrumentos de violencia
militar–– para intimidar a la gente, para amenazar a la gente, para
silenciar a la gente.
Pero continúan sus marchas por justicia para Mike Brown.
Han enfrentado a políticos con dulces palabras que prometen la paz; a
policías con rostros oscuros que prometen protección; a predicadores que
rezan por la placidez. Y siguen marchando.
Han sido amenazados con la detención si violan el toque de queda; han
recibido la lluvia acre del gas lacrimógeno. Y siguen marchando.
Marchando por justicia.
Un reportero de un canal nacional de cable les pidió a cinco
adolescentes con gorras de béisbol y paliacates de color rojo brillante,
que se identificaran.
Uno por uno, anunciaron sus nombres: Mike Brown
Todos eran Mike Brown.
Mientras marchan más allá del miedo, es cierto que son Mike Brown.
Como lo son todas y todos.
–© ’14 maj
No comments:
Post a Comment