Las fuerzas represivas no han podido aplastar la indignación de las
masas populares, desatada a raíz del asesinato de Javier Ordoñez el 8 de
septiembre a manos de la policía en Bogotá. Por el contrario, la
masacre ocurrida durante las protestas del 9 de septiembre han
ocasionado nuevas manifestaciones y enfrentamientos en las principales
ciudades del país, llegando su réplica a pequeños municipios. A los
combates en Bogotá se han sumado Medellín, Cali, Barranquilla, Pereira,
Manizales, Ibagué, Tunja, Madrid, Tocancipá, Zipaquirá… En la capital
los enfrentamientos con las fuerzas represivas se prolongaron hasta
altas horas de la noche del 9 y 10 de septiembre.
El gobierno y los medios oficiales califican este gran levantamiento
popular como actos vandálicos y el Ministro de Defensa habla de una
supuesta conspiración de grupos guerrilleros; sin embargo, las masas han
salido desarmadas a enfrentar a pecho descubierto las balas oficiales, y
los actos violentos han sido desplegados contra los puestos de policía y
sus vehículos, así como contra otras instituciones del Estado y solo en
muy contados casos contra los bancos y grandes supermercados. Es una
respuesta justa al terrorismo de Estado y las lesivas medidas impuestas
contra el pueblo por el régimen mafioso.
Por los métodos de lucha utilizados, el proletariado revolucionario
saluda el uso de la legítima violencia de las masas populares y rechaza
los llamados pacifistas a poner la otra mejilla y tener paciencia: a la
violencia reaccionaria del Estado, es justo oponer la violencia
revolucionaria de las masas.
Por la composición mayoritaria de los combatientes, se trata un
levantamiento de la juventud que da cuenta de la vitalidad del pueblo
trabajador y la disposición de las nuevas generaciones a volar alto y a
no permitir que todo siga igual.
El presente levantamiento popular es expresión de la justa rebelión
de las masas oprimidas y desposeídas, y continuación de las grandes
jornadas del 21 y 22 de noviembre del año pasado contra el régimen
criminal y su política antisocial y terrorista.
El Estado y sus fuerzas represivas en Bogotá respondieron a las
protestas disparando contra los manifestantes dejando hasta el 10 de
septiembre en la noche, 11 muertos y más de 200 heridos, 66 de ellos por
las balas policiales según las cifras oficiales, además de los
golpeados y gaseados por el escuadrón asesino del ESMAD. Sediento de
sangre y no satisfecho con la nueva masacre, el gobierno nacional y la
alcaldía (a pesar de las objeciones de Claudia López), decidieron
aumentar el potencial de fuego con 1600 policías y 300 soldados; una
medida reaccionaria y desesperada en el intento de aplastar la
indignación del pueblo, que continuará saliendo a las calles desafiando
la bota militar y la muerte.
La brutal agresión a Javier Ordoñez y el asesinato de manifestantes
por disparos de la policía, fueron grabados en directo y presenciados
por amigos y familiares de las víctimas. Pero la desfachatez del títere
Duque no tiene límite, al declarar que no se puede llamar asesinos a los
policías “que defienden los bienes, vida, honra y libertad de los
ciudadanos”. Los hechos confirman que no se trata de unos cuantos
policías asesinos a quienes hay que juzgar, sino de una política de
Estado. Demuestran además que, independiente de quienes estén en el
gobierno, todas las instituciones de esa máquina de opresión llamada
Estado, cuyo pilar central son justamente las fuerzas militares, no
están al servicio ni para proteger a los ciudadanos en general, como
pregonan los politiqueros, sino para defender a sangre y fuego los
privilegios de las clases explotadoras y garantizar que funcione sin
alteraciones el orden que proporciona sus ganancias.
Por consiguiente, son demagógicos y vanos los discursos de los
politiqueros que ahora invitan a tener paciencia y a votar por ellos
para reemplazar a los malos gobernantes, prometiéndole al pueblo
reformar las fuerzas militares y moralizar las instituciones del Estado
burgués, ocultándole que ellas siempre han sido y seguirán siendo
instrumentos de la dictadura sangrienta de los grandes burgueses y
terratenientes. De ahí que reformar el Estado burgués se convierte en
una pretensión reaccionaria porque conlleva a maquillar su podredumbre,
prolongar la dominación de los capitalistas y perpetuar la esclavitud
asalariada.
¡La rebelión contra todo lo viejo y reaccionario se justifica! Pero
es necesario conquistar la independencia del movimiento con respecto al
Estado, los politiqueros y las camarrillas de centrales sindicales para
generalizar los combates avanzando a la Huelga Política de Masas, al
Paro General Indefinido que frene el terrorismo de Estado y la voracidad
de las clases dominantes, desbrozando el camino de la revolución social
y política.
Para que la iniciativa y el heroísmo de las masas, especialmente de
la juventud, no sean desviados o aplastados por partes, es necesario
retomar las Asambleas Populares, fortalecer los Comités de Lucha y el
Bloque Por el Paro General Indefinido, elevando el nivel de organización
y de preparación que conlleve a unir y generalizar los combates en una
poderosa Huelga Política de Masas o Paro General Indefinido, en la
perspectiva de construir el Frente Revolucionario y las instituciones
del poder de las masas.
Asimismo, para enfrentar con éxito las fuerzas represivas del Estado
es necesario organizarse y prepararse mejor, generalizando los grupos de
choque y empezando a construir la guardia o milicia obrera, campesina y
popular para responder a las nuevas formas de ataque del enemigo con
nuevas formas de organización y lucha, con miras a derrocar con la
violencia revolucionaria de las masas, con la guerra popular, a los
parásitos que viven del sudor y la sangre del pueblo trabajador.
La agudización de las contradicciones económicas, sociales y
políticas indican la necesidad de organizarse y prepararse mejor, para
que las fuerzas populares tomen la iniciativa y cuando se presente una
crisis revolucionaria, puedan destruir con la insurrección todo el poder
político del capital, no dejar piedra sobre piedra del viejo Estado de
los explotadores y construir sobre sus ruinas el nuevo Estado de obreros
y campesinos sustentado en el armamento general del pueblo.
Tales son las tareas que les permitirán a los obreros, campesinos y
al pueblo en general prepararse para tomar en sus manos la dirección de
la sociedad e instaurar el socialismo. Único sistema económico-social
capaz de acabar con los privilegios de los parásitos explotadores, al
socializar los grandes medios de producción, planificar la economía y
garantizar que la riqueza social sea revertida en el bienestar de todo
el pueblo. Solo así se resolverán de raíz los grandes problemas que
aquejan a la sociedad colombiana.
Comité de Dirección – Unión Obrera Comunista (mlm)
Septiembre 11 de 2020
Septiembre 11 de 2020
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