Hace dos años el pueblo de Suruç se conmovió por un atentado dirigido
contra un grupo de militantes internacionalistas y solidarios con la
causa kurda.
A las 9:50 del 20 de julio de 2015, una bomba explotó en el Centro
Cultural Amara donde 300 personas, en su mayoría jóvenes kurdos y turcos
de la Federación de Jóvenes Socialistas, se preparaban para viajar a
Kobane (Rojava), a unos diez kilómetros de Suruç, para llevar juguetes a
los niños y ayudar en la reconstrucción de la ciudad.
32 jóvenes fueron asesinados y más de 100 de ellos fueron heridos, en un
hecho que marcó el comienzo de una nueva etapa de guerra de Recep
Tayyip Erdoğan contra el pueblo kurdo y el inicio de un golpe civil en
Turquía.
El crimen de los jóvenes internacionalistas fue haber intentado cambiar
un poco la adversa realidad que viven día a día estos niños, pero
sabiendo que son hijos de la resistencia de una ciudad que se convirtió
en un símbolo de la lucha contra el ISIS.
Jóvenes idealistas con un corazón enorme. Suficiente para convertirse en
los mayores enemigos de un gobierno como el de Erdoğan y de sus socios
terroristas que sólo existen para diseminar muerte y oscuridad por donde
pasen.
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