Pululan
las creencias reformistas de que en el sistema capitalista, el Estado
de la republica democrática burguesa es una institución por encima
de las clases donde la democracia y la libertad de gobernar son
accesibles para todos los ciudadanos. Contra tan engañosas ideas, el
marxismo enseña la verdad: el Estado es una máquina de fuerza para
ejercer el dominio de unas clases sobre otras, donde el poder
político le pertenece a las clases económicamente dominantes; entre
más democrática sea la república burguesa más grosero y cínico
es el dominio de la fuerza del capital que transforma en marionetas
todas las instituciones estatales incluidas las elecciones, y el
gobierno elegido en ese Estado burgués no es más que una junta
administradora de los negocios comunes de los capitalistas.
En
Colombia, país capitalista oprimido, el Estado concentra el poder
político de la burguesía, los terratenientes y sus socios
imperialistas, clases económicamente dominantes, explotadoras del
trabajo de las demás clases sociales. La libertad burguesa es la
libertad de explotar y oprimir a los trabajadores, reprimir sus
organizaciones, acallar sus voces, criminalizar su movilización y
rebeldía. La democracia burguesa es la declaración formal de
derechos para el pueblo escrita con tinta desteñida sobre el papel
mojado de la constitución y las leyes, es la burda y descarada farsa
electoral mediante la cual, cada cuatro años legitiman al presidente
y los congresistas que han de oprimir y aplastar al pueblo
.
Así
ha ocurrido durante toda la historia republicana de este país. Y
como parte de esa historia en las últimas décadas, las clases
dominantes, las clases dueñas de los bancos, de la industria y de la
tierra, en un contubernio lacayuno con el imperialismo,
principalmente de Estados Unidos, mediante la fuerza de su capital,
han designado para la junta administradora de sus negocios comunes,
al gobierno de Uribe Vélez, que durante ocho años ejerció la
dictadura de los capitalistas bajo la forma de un régimen mafioso y
paramilitar, cuyo terror estatal en la sanguinaria guerra contra el
pueblo, fue la forma abierta de oprimir a los pobres de la ciudad y
del campo para intensificar la superexplotación de los obreros,
arrasar las prestaciones sociales de todos los trabajadores,
expropiar y desterrar a los campesinos.
Después,
la junta administradora de los negocios comunes de los capitalistas,
fue el gobierno de Santos, fiel representante de los dueños del
capital y defensor de la dominación semicolonial imperialista, que
durante los siguientes ocho años ejerció la dictadura de los ricos
bajo la forma de la “paz social”, mentira burguesa apoyada por
incautos demócratas, por la “izquierda” reformista y
principalmente por los jefes guerrilleros peleles en la tragicomedia
del “acuerdo de paz”. La política de “paz social” sirvió de
mampara a la continuidad de la guerra contra el pueblo, al terror
estatal de los crímenes mal llamados “falsos positivos”, a la
legitimación del despojo a los pobres del campo, a la legalización
de las tierras adueñadas por los “compradores de buena fe”, al
auge de la agricultura empresarial, al rigor de un más pesado yugo
de opresión y explotación de todos los trabajadores.
Hoy,
el poder del capital ha entregado la administración de sus negocios
comunes al gobierno de Duque. Un gobierno que dentro de la lucha
intestina de las clases dominantes por el manejo del poder,
representa el peso del capital mafioso en la economía colombiana y
su entrelazamiento con diferentes ramas, principalmente la del
capital financiero. Por tanto, representa también el peso de sus
representantes políticos uribistas, agrupados en el Centro
Democrático a órdenes del capo Uribe Vélez, respaldados por
representantes políticos de otras facciones de las clases dominantes
y muy directamente por los gremios empresariales.
El
gobierno de Duque muestra materialmente la relación directa entre el
poder económico del capital y el poder político, donde los
empresarios mismos tomaron asiento en los principales ministerios e
institutos gubernamentales para administrar directamente sus negocios
comunes.
Que
en el Estado burgués el poder siempre está en manos del capital,
sin importar quien esté al frente del gobierno, lo demuestra la
experiencia de Estados Unidos donde la burguesía imperialista ha
puesto en la presidencia del gobierno al actor Reagan, al bobo Bush o
al farandulero Trump. También en Colombia el presidente Duque, en el
acto de posesión debutó como realmente es: un títere de segunda
fila opacado por las bravuconadas narcisistas del capo titiritero.
Siguiendo
la enseñanza de su maestro Goebbels, ministro nazi de propaganda, de
mentir y mentir hasta que parezca verdad, el uribismo sale ahora a
rasgarse las vestiduras frente a la magnitud de la crisis social al
finalizar el gobierno Santos, olvidando que éste fue Ministro de
Defensa en el régimen de Uribe y continuador de sus políticas
reaccionarias bajo el ropaje de la “paz social”. El desprestigio
y la corrupción del Gobierno Santos es la expresión del
desprestigio gobernante de los explotadores y de la podredumbre del
Estado reaccionario.
El
nuevo gobierno uribista pretende engañar al pueblo vociferando
contra los crímenes de los jefes guerrilleros y derramando lágrimas
de cocodrilo por sus víctimas, ocultando que a la cabeza de los
criminales en la guerra contra el pueblo están los paramilitares
uribistas, donde las víctimas de sus masacres y del terror estatal
de las fuerzas militares y policiales, superan con creces a las
causadas por el degenero reaccionario de las guerrillas.
El
uribista gobierno de Duque, hipócritamente lanza vituperios contra
el “acuerdo de paz”, cuando en la realidad fueron los capos
mafiosos uribistas, los terratenientes uribistas, los industriales
uribistas, los banqueros uribistas, los principales beneficiados de
la legalización del despojo y el desplazamiento —esencia política
del acuerdo—, y fueron ellos los principales favorecidos por la
expansión de la agricultura empresarial —esencia económica del
acuerdo—; los demás compromisos son arandelas y migajas
incumplidas y ya hechas trizas por el mismo gobierno que firmó el
acuerdo.
El
uribismo, al mando en el nuevo gobierno de Duque, desde antes de su
posesión, inició rasgando los velos conciliadores de la falsa paz
de los ricos, para ejercer sin guante de seda la dictadura de los
capitalistas, con el método del terrorismo de Estado que en Colombia
ha sido una política permanente de la burguesía, los terratenientes
y el imperialismo; mostrando el talante uribista de asesinar,
desaparecer y amenazar de muerte a quien disienta; anunciando la más
feroz política de explotación y reformas contra los trabajadores, a
ser ejecutadas directamente desde el gobierno por los empresarios
explotadores.
El
nuevo gobierno uribista de Duque, es viva expresión de hasta dónde
llega la grosería y el cinismo del dominio del capital en la
sociedad colombiana, de la podredumbre y el parasitismo de las clases
dominantes, de la tendencia a la reacción política en toda la línea
en un país donde la sociedad asfixiada por las relaciones sociales
de explotación capitalista, exige otro tipo de relaciones sociales
basadas en la cooperación socialista de los trabajadores.
Con
su política de terror, de estigmatización y criminalización de la
protesta social, de más opresión y superexplotación de los
trabajadores, el nuevo gobierno uribista, sólo está levantando
grandes piedras para dejarlas caer sobre sus propios pies. Contra la
voluntad de los opresores capitalistas, su nuevo gobierno uribista
agudizará como nunca antes la pavorosa crisis social y con ella
potenciará como nunca antes la lucha de clases, que hoy tiene su
principal expresión en las vías de hecho, en la movilización
callejera, en los paros y huelgas políticas de masas.
Y
agudización de la lucha de clases significa aumento del odio del
pueblo contra sus enemigos ahora más fáciles de distinguir sin el
tapaojos de la “paz social”; aumento del odio y movilización del
pueblo contra el nuevo gobierno ejecutor de la dictadura de los
capitalistas; aumento del odio de clase y de la lucha de los
trabajadores asalariados contra los parásitos explotadores, que
ahítos de ganancias pretenden intensificar más la explotación del
trabajo y cercenar las ya escasas prestaciones laborales.
Agudización
de la lucha de clases significa sentir más apremiante la necesidad
de organizar y fortalecer los sindicatos, utilizarlos para la lucha
no para la conciliación con los chupasangre capitalistas, elevar la
conciencia política de los trabajadores y reconquistar el movimiento
sindical del dominio de los vende-obreros, apartarlo de la dirección
patronal burguesa de las centrales, y orientarlo hacia la verdadera
lucha sindical usando el arma de la huelga, hacia la lucha política
como parte de las huelgas políticas de amplios sectores del pueblo
directamente contra el Estado y el Gobierno.
Agudización
de la lucha de clases significa fortalecimiento de la tendencia del
movimiento de masas a luchar en la calle por las vías de hecho, por
las vías del bloqueo, de la asonada, del paro, de la toma, de la
huelga, en fin, a no postergar más la preparación de un paro
nacional indefinido contra el terror estatal uribista instigador del
asesinato de líderes sociales, contra todos los miserables planes
económicos y políticos del nuevo gobierno uribista, hasta enterrar
las nefastas reformas impuestas por la agenda empresarial y los
compromisos con la OCDE.
Así
como ocurrió en los anteriores gobiernos, también ahora la
movilización de los trabajadores en campos y ciudades, debe ser la
principal fuerza social para enfrentar al nuevo régimen político de
los reaccionarios bajo el gobierno de Duque.
¡Unir
las luchas del pueblo contra el nuevo gobierno de los ricos!
es la consigna del momento, aprovechando que las contradicciones
inter-burguesas de las clases dominantes debilitan el poder político
del gobierno reaccionario, dado que habiendo decidido en las
elecciones la facción comandante del gobierno y la subsiguiente
repartición del botín burocrático del Estado, ahora pasa a primar
la disputa inter-burguesa por acaparar los beneficios de la
corrupción, de la superexplotación, de la entrega de negocios y
recursos naturales a los monopolios imperialistas.
¡Unir
las luchas del pueblo contra el nuevo gobierno de los ricos!
evitando tomar el camino que proponen los reformistas, de convertir
la movilización de los trabajadores en un respaldo a los alegatos
inútiles de la oposición oficial en el Congreso y a sus planes
electoreros para los próximos años, lo cual quebraría la fuerza y
contundencia del movimiento de masas. El camino correcto es el
señalado por los revolucionarios y hacia el cual por sí mismas
tienden las masas trabajadoras: el de la movilización y lucha
directa en las calles, con bloqueos, asonadas, paros, huelgas
políticas masivas, que unidas en un solo torrente de lucha,
desembocarán en un gran Paro Nacional Indefinido.
¡Unir
las luchas del pueblo contra el nuevo gobierno de los ricos!
es resolver de hecho la principal debilidad del movimiento, cual es,
la dispersión
de sus combates, de sus reivindicaciones todavía no hilvanadas en
una única Plataforma de Lucha, de sus organizaciones de masas sin
carácter nacional, ni dirección centralizada con una política
revolucionaria al mando.
¡Unir
las luchas del pueblo contra el nuevo gobierno de los ricos!
apoyados en la tendencia objetiva ascendente del movimiento de masas
hacia las Huelgas Políticas, que es el fenómeno más importante en
la actual lucha de clases en Colombia y constituye una poderosa
fuerza social que debilita a los gobernantes, desorganiza las
componendas de los reformistas y oportunistas con los enemigos del
pueblo, y compromete seriamente a los revolucionarios y comunistas a
trabajar por hacer consciente y masiva la participación de los
sindicatos en las Huelgas Políticas de Masas, ya que éstas recogen
las necesidades inmediatas de todos los trabajadores contra la
superexplotación y la opresión política; a elevar la conciencia
política de las masas sobre el carácter de clase del Estado, de sus
instituciones, de sus leyes, hasta que los trabajadores dejen de
confiar en las mismas armas de sus verdugos y eleven la confianza en
sus propias fuerzas, uniendo sus esfuerzos de lucha en una misma
batalla contra el Estado y el Gobierno de las clases reaccionarias.
Son
los revolucionarios comunistas quienes deben llevar dentro del
movimiento actual inmediato, la voz y la mira en la perspectiva
estratégica de la revolución que destronará y destruirá ya no
solo el régimen gobernante, sino todo el poder estatal de las clases
dominantes opresoras y explotadoras. En esa perspectiva, la situación
actual de la lucha de clases, compromete a los revolucionarios
comunistas a hacer conscientes y generalizar las nuevas formas de
lucha y organización que, inevitablemente surgen cuanto más se
agudiza la lucha de clases de la sociedad. Y es ahí, donde la tarea
central de los comunistas de construir el Partido revolucionario del
proletariado, se convierte en urgente y crucial necesidad, pues en
condiciones de explosividad social, la dirección de un partido
revolucionario es determinante para transformar una huelga en un
alzamiento armado, una huelga política de masas en una insurrección,
una guerra reaccionaria en guerra civil revolucionaria, en una guerra
popular de los obreros y campesinos que barra con el poder de los
reaccionarios. O dicho en otras palabras, así se exacerbe la lucha
de clases, sin una vanguardia proletaria bien organizada, por sí
misma tal lucha no avanzará hacia una revolución triunfante.
Finalmente,
la agudización de la lucha de clases, principal factor de debilidad
del poder reaccionario, posibilita —estando atentos a los cambios y
preparados de ser necesario para un repliegue— unir fuerzas
revolucionarias en la actuación política abierta, lo cual implica
una activa vigilancia y lucha ideológica contra las ideas, actitudes
y comportamientos no proletarios, ya sean “izquierdistas” o
liquidacionistas, para poder avanzar al calor de la lucha directa de
masas en la tarea central de construir el partido.
Con
su nuevo gobierno uribista los explotadores están de plácemes y
trazan planes reaccionarios para aumentar sus ganancias, planes que
atizan la lucha de clases y con ella, mejoran las condiciones para
avanzar en la revolución.
Comité
de Dirección – Unión Obrera Comunista (mlm)
Colombia,
Agosto 14 de 2018
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