Cuando los antifascistas echan del barrio a los fascistas
Primero fueron organizaciones fascistas como Falange, Democracia Nacional o Plataforma per Catalunya que habían convocado a manifestarse en la Rambla contra lo que denominan "islamización de Europa". La respuesta llegó pronto con la convocatoria de una contramanifestación de entidades vecinales de Ciutat Vella y organizaciones antifascistas, bajo el lema "no pasarán". Podría haber habido un choque muy violento, si no fuera por las proporciones.
En el lado mar del pla de la Boqueria había entre dos y tres centenares
de antifascistas, de todas las edades, orígenes y razas, que han
condenado el terror del Estado Islámico y el fascismo de la
ultraderecha. En el lado montaña, no más de una veintena de nostálgicos y
algún chico de no más de veinte años argumentando por qué con Franco no
se vivía tan mal.
Con estas proporciones, muy pronto los fascistas se han visto
acorralados por los antifascistas, que se ha limitado a cantar varias
proclamas, como "nazis no", "las calles serán siempre nuestras", "que no
quedi ni uno", o "fuera fascistas de nuestros barrios".
En el lado islamófobo y nostálgico de regímenes anteriores, el más
conciliador de ellos decía que la culpa es que "vieen los de fuera,
ponen una bomba y hacen la salvajada que hicieron ayer, porque nos
peleamos entre nosotros". Otros se limitaban a gritar "España cristiana y
nunca musulmana", "No more mezquitas, please" y arribaespañas.
Entre los manifestantes ultras había Manuel Canduela, líder de Democracia Nacional y rostro conocido de la extrema derecha española. Entre los manifestantes antifascistas, las diputadas de la CUP Mireia Boya y Mireia Vehí.
Se han producido momentos de tensión y violencia. Por ejemplo, cuando un fascista ha intentado agredir a un grupo de antifascistas. Estos últimos han respondido lanzando botellas de plástico, mecheros e incluso algún huevo. Los Mossos d'Esquadra y la Guardia Urbana han intervenido para proteger a los ultraderechistas. Había más policías protegiendo a fascistas que fascistas a proteger. Al menos en una proporción de dos a uno.
Poco a poco, los pocos fascistas que había han ido abandonando el lugar,
escortados por la policía, contemplando como su convocatoria había sido
un fracaso. Al final sólo ha quedado un hombre, en torno a los cuarenta
años, con camiseta del Ejército español, chaleco de cuero, muchos
tatuajes y purito aromático. "Yo no soy nazi ni racista: soy español",
argumentaba.
Una chica musulmana, con pañuelo, ha sido quien ha plantado cara a sus argumentos contra "la islamización de Europa".
--¡Yo estoy en contra de los que nos matan!- le ha dicho él.
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