Debemos aprender
de las masas
Un efectivo del
ejército es golpeado a puños. Es la rabia de un pueblo que ha perdido el miedo.
Imágen: Frente Fotográfico
La revuelta
popular iniciada el 18 de octubre ha conmocionado a la sociedad en su conjunto.
La amplitud del movimiento, la inmensa participación de las masas, no tiene
precedentes en nuestro país, pero es reflejo del ascenso de la lucha política y
económica que se viene desarrollando en toda América Latina. Brasil, Perú,
México, Nicaragua, Honduras, Venezuela, Bolivia y muy recientemente Ecuador ya
habían sido testigos del ascenso de la protesta de masas en estos últimos años.
Y es reflejo también de una larga tradición de lucha de nuestro propio pueblo,
que ha alcanzado un auge en el ascenso sostenido de la lucha popular que hemos
venido atestiguando desde hace al menos dos décadas.
El pueblo ha vuelto a reconocerse como pueblo
Sin duda, lo que
ha sido distintivo y más resalta en esta gloriosa revuelta es el grado de
unidad que ha alcanzado el pueblo frente a los problemas que le son comunes.
Esto se ha expresado de muchas formas distintas en las calles de los más
diversos barrios, abarcando distintos sectores de clases y extendiendo la
protesta a localidades en todo Chile, sumando las demandas de campesinos
chilenos por el agua y el apoyo de la lucha mapuche.
Se ha expresado
con claridad que existe un pueblo compuesto por múltiples clases y sectores de
clase, que abarca a la clase obrera, a los campesinos chilenos y mapuche, a los
trabajadores del comercio, de las oficinas, a sectores de profesionales,
trabajadores independientes e incluso empresarios empobrecidos que tienen anhelos
y deseos que están en abierta contradicción con el Estado chileno y todas sus
instituciones. Este pueblo de Chile se ha reconocido como tal y se ha
enfrentado al gobierno, al Parlamento con todos los partidos electoreros que
allí anidan y a las Fuerzas Armadas y de orden que sostienen este sistema
injusto. Esta es una de las más grandes lecciones que debemos abordar.
Los más amplios
sectores del pueblo demostraron su descontento, levantando sus expresiones de
agravio y desenvolviendo las más diversas formas de lucha, desde la protesta
pacífica al desborde de la legalidad y la protesta violenta. Con la cacerola y
el palo haciendo sentir el descontento y llamando a la protesta, saliendo a la
calle, ocupando las esquinas junto a los vecinos, desafiando el toque de queda,
tomando ciertos puntos de caminos y avenidas importantes, marchando, haciendo
barricadas, rayando, volanteando, haciendo afiches, desafiando a las fuerzas de
represión del Estado. También organizando la protesta, movilizando a la
familia, a los compañeros de estudios o trabajo para elaborar carteles, para
hacer ollas comunes, para ayudar a los heridos en las marchas, para visitar a
los detenidos. Asimismo, elevando la moral de los que luchan con batucadas,
intervenciones artísticas, en fin. Todas estas formas de lucha nos muestran el
deseo de las masas de salir y tomarse las calles, de expresar el descontento,
de querer cambiar lo que ahora existe, dejando en claro la necesidad de
organizar más y mejor a los inmensos sectores del pueblo que están ávidos de
cambio y participación.
Ilustración:
Julio Cárdenas
El
papel de los estudiantes populares
Hemos de
destacar el rol de la juventud popular, uno de los sectores que ha alcanzado
mayor experiencia de lucha y organización en las ciudades, como resultado de
las sucesivas protestas estudiantiles que se vienen dando desde el mochilazo
del año 2000, las protestas por la gratuidad de la educación en 2006 y 2011, y
las más recientes protestas contra la represión de la ley Aula Segura.
Cumplieron un
papel especialmente importante los secundarios en las protestas contra el alza
del transporte mediante la evasión. Estos jóvenes populares dieron grandes
ejemplos de firmeza y lucha, corriendo de estación a estación cada vez que
fueron correteados por las fuerzas represivas durante toda la semana anterior
al 18 de octubre. El llamado a no perder el miedo y persistir en la protesta
venía de parte de grupos tan golpeados y cercados como los estudiantes del
Instituto Nacional, del liceo Darío Salas, Liceo 1, entre otros. Su llamado ha
hecho eco, ha remecido y ha sido reconocido como la chispa que encendió la
protesta de todo un pueblo.
La amplitud de
las acciones de protesta de masas que siguieron tuvo siempre el impulso de la
juventud popular, que estuvo presente en cada uno de los lugares donde las
calles fueron tomadas y se desenvolvió la protesta con violencia revolucionaria
de masas.
Debemos insistir
en destacar la permanente organización de los jóvenes estudiantes que ha
permitido su elevación en medio de la lucha. Debemos saludar su decisión en
persistir y enfrentar cada una de las medidas de represión que han buscado
sofrenar su lucha: controles de identidad, detenciones selectivas,
responsabilidad penal juvenil y ley Aula Segura.
El potencial
revolucionario que allí anida necesariamente se seguirá desarrollando en la
medida que los estudiantes sepan unirse a los otros sectores de nuestro pueblo,
en especial a las masas pobres del campo y la ciudad, y sepan resistir los
esfuerzos redoblados que ahora habrán por desviar su energía revolucionaria
hacia la participación en las elecciones, al llamado masivo que en forma
conjunta harán los defensores del viejo orden a “votar como buenos ciudadanos”.
Ya
no basta protestar
Más allá del
llamado inicial a resistir con protesta las alzas del transporte, bajo el cual
el viernes 18 de octubre se irrumpió masivamente en las estaciones del Metro
desbordando la legalidad, el desarrollo de la protesta popular ha expresado el
cuestionamiento al ordenamiento de un país subyugado por los grandes monopolios
nacionales y extranjeros, por la gran propiedad terrateniente en el campo e
inmobiliario en la ciudad, por un sistema económico que solo beneficia a una
insignificante minoría a costa de la gran mayoría del país -a nuestro entender
el imperialismo, la semifeudalidad y el capitalismo burocrático.
Aunque no existe
programa definido -lo cual es reflejo de la dispersión actual del movimiento
popular- la revuelta tiene un contenido político de fuerte rechazo, no solo al
gobierno vendepatria y archirreacionario de Piñera, sino a la esencia misma del
viejo Estado, que trasciende al gobierno de turno.
El nivel de
conciencia de las masas se elevó con la intensa agitación y propaganda
desenvuelta en las calles, en las casas, en el boca-oreja, etc. La incontable
cantidad de consignas y afiches presentes hoy despiertan simpatías y son a la
vez una crítica clara a la opresión y explotación a la que estamos sometidos.
Consideramos que
este es un momento propicio para extender la propaganda revolucionaria,
esclareciendo el camino que debe seguir el pueblo para su verdadera
emancipación. Se debe aprovechar cada momento para conversar con las más
amplias masas y cumplir con la urgente necesidad de organizarlas y movilizarlas
a expresar nuestro rechazo a lo que hoy día existe. Pero eso no basta, es
necesario además trabajar por desarrollar la protesta en el camino del pueblo.
Una comprensión política cada vez más elevada del pueblo requiere no solo la
crítica, y será labor de los activistas y revolucionarios el politizar a todos
aquellos que quieran trabajar activamente en la nueva etapa que exige
“organizar científicamente la pobreza”.
Las masas son
todopoderosas, pero su poder sólo se expresa en su organización. Esto lo saben
también los reaccionarios, los oportunistas y revisionistas de toda laya. Por
esto no debemos olvidar que las masas son arena de disputa y no debemos
sorprendernos que frente a esta enorme muestra del potencial transformador de
las masas en lucha, campearán también más que nunca con su agitación y
organización los oportunistas, reformistas y electoreros de todo tipo,
atrayendo agua para su molino, prometiendo con simpatía, populismo y
demagógicos discursos encendidos lo que no pueden lograr sino a costa de la
traición a las demandas del pueblo. Debemos prevenirnos también de esto y
ayudar a las masas a aprender a distinguir entre amigos y enemigos del pueblo,
y que sean las propias masas las que los expulsen de todas sus organizaciones.
La
verdad tiene carácter de clase
Las masas
movilizadas han podido evidenciar además el papel de los medios de comunicación
masivas, de propiedad de los mismos grandes burgueses monopolistas dueños de
las grandes empresas que financian a los políticos de todos los partidos
reaccionarios.
Uno de los más
grandes papeles que cumplió la prensa reaccionaria ha sido el esfuerzo conjunto
con el gobierno por criminalizar la protesta de masas y ocultar al mismo tiempo
los crímenes y vejaciones cometidos por las fuerzas de la reacción,
presentándolos más bien como amables defensores de la población.
Al sacar a los
militares a la calle y señalar toque de queda, el viejo Estado evidencio que su
columna vertebral, el ejército reaccionario, está únicamente para proteger la
“sagrada propiedad privada” de la minoría monopólica que nos explota y oprime.
Salieron así cumpliendo su histórica tarea de reprimir, torturar, amedrentar,
provocar disturbios y dividir al pueblo.
Para esta tarea
aprovechan también a las fuerzas del narcotráfico y el lumpen, con las cuales
las policías mantienen estrechos vínculos. En las comunas pobres de Santiago se
pudo ver cómo las fuerzas policiales abandonaron hasta las poblaciones más
intervenidas -como La Legua Emergencia y la Parinacota- permitiendo e
impulsando al lúmpen a actuar como fuerza paraestatal en su esfuerzo por atizar
el enfrentamiento de masas contra masas ante los saqueos e incendios. Las masas
no fueron ciegas de todo este despliegue de las fuerzas represivas, y aunque
los medios y el gobierno intentaron criminalizar en conjunto el movimiento, la
evidencia de los hechos se abrió camino desbaratando en parte el plan
reaccionario.
Los medios de
prensa independientes y todos aquellos que valerosamente han registrado y
compartido a través de las redes sociales diversos videos, audios y documentos
cumplieron un rol importante para informar realmente lo que estaba ocurriendo.
Pero esto a la vez mostró la necesidad de coordinarse más y mejor en los más
diversos aspectos para dar aliento, combatir la desinformación y sistematizar
la información de unirnos más a las diversas organizaciones del pueblo y servir
de esta forma a llevar a un nuevo auge, aún más alto, la protesta popular.
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