Por Ariel Goldstein¹.
“¡¡¡Un ser mitológico y su caballo de fuego, tirando las cuatro patas en el pecho de los corruptos y comunistas de mierda!!!”. Así era retratado por un seguidor de Instagram el candidato de extrema derecha, Jair Bolsonaro, luego de aparecer en una imagen tradicional, en el interior de San Pablo, andando a caballo. En Brasil, desde la democratización iniciada en 1985, “por primera vez la derecha tiene un nombre con expresión electoral”[i], como ha expresado la profesora María Hermínia Tavares de Almeida. El “mito”, como le llaman sus seguidores, es un candidato capaz de estimular pasiones y ganar elecciones.
Antes de recibir el cuchillazo en Juiz de Fora (Minas Gerais) que lo dejó en el hospital, Bolsonaro hacía campaña por el país, y era recibido en los aeropuertos por multitudes vestidas de verde y amarillo que coreaban “mito” y “capitán”, esto último en referencia a su pasado como ex capitán del Ejército. El ex asesor de Donald Trump para la campaña de 2016, un atento observador interesado en las extremas derechas en el mundo, Steve Bannon, quedó impresionado por la recepción que el candidato tenía en los aeropuertos. Para acercarse, mantuvo una reunión con Eduardo Bolsonaro, hijo del candidato, Diputado Federal por San Pablo y quien maneja las redes sociales de la campaña.
Los apoyos de Bolsonaro.
Bolsonaro cuenta a su vez con apoyos importantes dentro del Ejército. El General Antonio Mourao, el candidato a vicepresidente que lo acompaña, era hasta 2017 secretario de Economía y Finanzas del Comando del Ejército. Uno de sus principales consejeros es el General Augusto Heleno, quien pasó a retiro en las Fuerzas Armadas por divergencias con el ex presidente Lula y es respetado en los cuarteles. Inicialmente defensor de ideas nacionalistas, Bolsonaro ha realizado un giro ultraliberal al promover a Paulo Guedes, formado en la Universidad de Chicago, como su gurú económico. Este cambio tuvo el propósito de hacerlo aparecer como confiable para ganarse el apoyo del mercado
financiero. El propio candidato admite no saber de economía y, por lo tanto, indica que dejará ese tema en manos de Guedes.
La conversión parece haber surtido efecto. Al producirse el cuchillazo al candidato en Juiz de Fora (Minas Gerais), el índice de la Bolsa de San Pablo (Ibovespa) se disparó 1000 puntos, y el dólar futuro subió un 2%. El mercado reaccionó de manera positiva al interpretar que esta situación lo favorecía frente a los candidatos de izquierda como Ciro Gomes (PDT) o Fernando Haddad (PT). Los grupos de derecha se han beneficiado de la onda anticorrupción que copó el país en el ciclo 2013-2016, llevando al impeachment de la presidenta Dilma Rousseff: “aunque (las manifestaciones de) junio se hayan iniciado como una oposición de izquierda al lulismo, el centro y la derecha llevaron para las calles el tema de la corrupción, movilizando multitudes vestidas de verde y amarillo”. En definitiva, ese vacío político producido por el desencanto tras las manifestaciones de junio de 2013 fue ocupado por los grupos de la derecha.
El principal problema de Bolsonaro para crecer se encuentra entre las mujeres, los más jóvenes y en el Nordeste, donde según Datafolha su figura tiene baja aprobación. Un 49% de las mujeres según esta consultora dice que jamás votaría por él, posiblemente como respuesta a las declaraciones machistas que ha realizado en numerosas ocasiones. De hecho, un grupo de Facebook, “Mujeres unidas contra Bolsonaro”, creado por la publicista Ludmila Teixeira logro reunir 2.5 millones de usuarias. A su vez, se han creado grupos de “Mujeres unidas a favor de Bolsonaro” que reúnen alrededor de unos 300 mil usuarios.
Su apoyo se encuentra especialmente en el Sur, Sudeste y Centro-Oeste, entre los hombres de clase media y escolaridad elevada. Éstos lo ven posiblemente como una forma de restaurar roles tradicionales de género y de clase que perciben amenazados. También cuenta con el apoyo de una parte de los pastores evangélicos, que ven en su conservadurismo social un reaseguro frente a temas como el aborto, promovido por los movimientos feministas. Pareciera representar la contracara del PT. Su narrativa como candidato se configura en contraposición a aquello que la gran prensa ha construido sobre lo que representaría el partido de Lula: “llenar el Estado de cargos políticos”, “corrupción”, “dar asistencia social a quien no trabaja”.
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También representa una demanda de orden en una sociedad en estado de crisis múltiple desde 2015: económica, social y política. No casualmente, varios simpatizantes del ex presidente Lula votarán ahora por Bolsonaro. Lula y Bolsonaro, de modo hobbesiano, son percibidos por una importante parte del electorado como dos representaciones posibles de restaurar el orden en la sociedad. Su crecimiento más contundente deriva de absorber el voto que históricamente iba para el PSDB. En la localidad de Benedito Novo, Estado de Santa Catarina -Estado donde el 70% tiene acceso a internet, un punto fuerte, ya que Bolsonaro es el candidato que posee mayores seguidores en las redes- el 83% votaba por el candidato tucano, Aécio Neves, en 2014. Ahora, una parte importante de ese voto es absorbido por el ex militar.
Geraldo Alckmin, ex gobernador del Estado de San Pablo y actual candidato del PSDB, si bien cuenta con cinco minutos de televisión por sus alianzas amplias con la bancada conservadora del Congreso, el llamado centrao, carece del carisma necesario, que lo mantiene relegado en las encuestas. A su vez, frente al atentado que sufrió Bolsonaro en Juiz de Fora, Alckmin se encontró en dificultades para atacar a su adversario en la televisión, y pierde esta ventaja relativa del horario televisivo al estar el ex militar en todos los canales. Por si fuera poco, las alianzas de los últimos tiempos contribuyen a asociar al candidato tucano con el actual gobierno de Michel Temer, rechazado por el 78% de los brasileños, según Ibope.
Una parte de los votantes de Bolsonaro atribuye la crisis del país a la dominación cultural de la izquierda y la falta de autoridades. Esto habría llevado a una pérdida de las costumbres tradicionales y el papel de la familia en la sociedad. Para los votantes de Haddad y Ciro Gomes, las dos expresiones de la izquierda, por el contrario, Bolsonaro representa el “fascismo” que podría llevar al país hacia una regresión democrática inédita en su historia.
Un modelo de comunicación política.
Otro tema importante a partir del cual Bolsonaro recolecta electores es su política de apoyo sin reservas al accionar de la policía y los militares en la represión de la delincuencia, en un país donde se producen 60.000 muertes por año en hechos delictivos. “El policía entra, resuelve el problema y si mata 10, 15 o 20 con 10 o 30 tiros a cada uno él tiene que ser condecorado y no procesado”. La seguridad se ha tornado un problema muy serio en las grandes ciudades de Brasil, al punto de que el presidente Temer ha decretado en una medida electoralista la intervención militar de Río de Janeiro. Como me comentó un conductor de Uber en San Pablo que quería votar por Lula pero, como estaba preso, iría a votar por Bolsonaro: “Río ya está descontrolado con la seguridad, precisamos de uno que le dé fuerte a la seguridad”. Otro elector de Bolsonaro en la periferia del Estado, lo ponía en estos términos: “Mientras los intelectuales se preocupan con el baño unisex, él está hablando de los 60 mil asesinatos que suceden cada año en Brasil”. Se trata, desde 1989, cuando fueron las primeras elecciones directas en Brasil después de la dictadura, de la contienda electoral más incierta de todas.
Bolsonaro, al igual que Donald Trump, y pese a contar sólo con 8 segundos en el horario electoral de televisión, logra con sus declaraciones provocadoras y disruptivas configurar la agenda de los medios de acuerdo sus intereses. De ese modo, si bien recibe fuertes críticas, define los temas en torno a los cuales gira la conversación pública, y entonces dispone de una ventaja en el “agenda setting” que lo favorece por sobre otros candidatos. Los nuevos números de la encuesta de Ibope, que sitúan a Bolsonaro con 28% y a Fernando Haddad (PT) con 19%, llevan a una tendencia que probablemente los enfrentará en segunda vuelta. Petismo versus antipetismo. Más allá del atentado, Bolsonaro crece porque representa raíces efectivas en la sociedad. 75% de quienes prefieren a Bolsonaro están totalmente decididos a votar por él.
La situación de polarización política, estimulada por el propio candidato, quien llegó a decir en un acto en Acre que había que “fusilar a los del PT”, lo ha premiado con el monopolio del antipetismo. Datafolha indica que un 57% de los electores que rechazan a Fernando Haddad irá a votar por el ex militar en la primera vuelta. El número de quienes rechazaban a Lula e iban a votar por Bolsonaro era de 31% en abril.
Paradójicamente, esa misma tendencia podría en una eventual segunda vuelta activar una contra-tendencia que busque limitar sus efectos, como ha demostrado en los últimos días el grupo “Mujeres unidas contra Bolsonaro” con 2,5 millones de participantes. Posiblemente, como sucedió en Perú en la segunda vuelta electoral de 2016 que enfrentó a Pedro Pablo Kuczynski frente a Keiko Fujimori, ante el fantasma real de la llegada de Bolsonaro al Palacio del Planalto, se activen resistencias sociales amplias. Un eventual gobierno de Bolsonaro se encontraría en una frágil posición, entre su escaso apoyo en el Congreso, considerando el pequeño Partido Social Liberal (PSL) por el que se presenta, y su posición como rehén de los mercados. Cualquiera sea el resultado de la elección, esta nueva derecha brasileña que combina tradicionalismo conservador en las costumbres y ultraliberalismo en la economía ha dado un paso formidable con respecto a sus posiciones de años atrás, cuando la “derecha” del país era el sociólogo y ex presidente, Fernando Henrique Cardoso, del PSDB.

¹ Ariel Goldstein. Docente de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Investigador del Conicet en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe. Autor del libro Prensa tradicional y liderazgos populares en Brasil (A Contracorriente, 2017).