El diálogo lo inicia el funcionario de la cárcel de Brieva (Ávila) y es, según la reclusa, aproximadamente así:
- ¿Qué te parece si hacemos un día de estos un trío tu novia, tú y yo?
- ¿Cómo? No entiendo.
- Sí, mujer, el otro día ella y yo echamos un polvo, uno rapidito.
De aquella situación -la bronca posterior de la presa con su novia, que
le admite haber tenido sexo no consentido con el funcionario, y otras
denuncias- emerge un proceso, iniciado por Instituciones Penitenciarias,
que desemboca este viernes en el juzgado de Instrucción 2 de Ávila,
donde cuatro funcionarios declararán como imputados por abusos sexuales a siete reclusas.
Una suerte de psicodrama carcelario que incluye, según una de las denunciantes citada por fuentes del penal, noches
de celdas abiertas, sexo, alcohol y hachís proporcionado por
trabajadores del centro, un director que se opone a enterrar los
presuntos abusos y hasta una presa celestina que casa a reclusas y
funcionarios y que, siempre según fuentes del propio centro, habría
declarado a la inspección que Brieva es «un folladero» de condenadas y
trabajadores.
La historia comienza el 7 de noviembre de 2013, cuando una presa denuncia a uno de los cuatro funcionarios por forzarla sexualmente. El caso llega a Instrucción 2 de Ávila, pero la mujer se retracta y retira la denuncia. El 30 de enero de 2014, nueva denuncia contra el mismo funcionario. Una presa brasileña denuncia que el hombre le ha propuesto un trío tras haber abusado de su novia.
La dirección investiga y surgen nuevas denuncias, casi todas de
extranjeras. La primera brasileña denuncia también haber sido forzada
por otro trabajador, otra chica admite sexo a cambio de chocolatinas con
otro (luego denuncia haber sido forzada), y uno más lleva a las chicas,
dicen ellas, alcohol y hachís.
Regalos y coacciones
Éste último, según un testimonio recogido por la inspección de Instituciones Penitenciarias, le da a una chica 80 euros a cambio de sexo
(ella acepta pero el acceso carnal no llega a tener lugar), y le ofrece
incluso su casa en Salamanca cuando salga de permiso. La mujer que hace
de celestina, que asegura no haber tenido sexo con ninguno de los
cuatro funcionarios por ser lesbiana, afirma que uno de los imputados oscila entre hacer regalos a las chicas (perfumes, hachís, tarjetas para teléfonos), y rozarse y sobar circunstancialmente a las mujeres.
El teléfono móvil está prohibido en las cárceles, pero es vox populi
que muchos reclusos los tienen, y los introducen en los centros a veces
por vía rectal.
Cada uno de los imputados utiliza con sus presuntas víctimas, según
fuentes del penal, un estilo diferente: mientras que uno es autoritario y
otro puede ser amistoso, las denuncias contra un tercero refieren buen
número de relaciones forzadas, y complica su situación el hecho de que
su mujer es también funcionaria de prisiones.
Emerge en las primeras declaraciones de las mujeres la participación en
los abusos de un cuarto funcionario, y también la confusión de algunas
de las denunciantes, que explican que en alguna ocasión «las presas se
aprovechan de los funcionarios»: la ambigüedad de las relaciones de
poder en una cárcel de mujeres se pone de manifiesto («para ellas tener un trabajo en prisión lo cambia todo»), y no faltan casos en que un funcionario es perseguido para tener sexo por una reclusa.
Al igual que sucede en los penales masculinos, mujeres en principio
heterosexuales entablan habitualmente relaciones homosexuales con
compañeras con total normalidad, mientras siguen recibiendo la visita de
su marido y sus hijos, con quienes regresan también al cumplir condena.
Los presuntos abusos de Brieva son muy variopintos. A una presa uno de los imputados le instala un televisor en la celda. «¿Y qué me vas a dar a cambio?»,
le suelta él, que le estampa un beso en la boca. La mujer no denuncia,
pero lo declara más tarde a la Inspección. La propia celestina admite en
su declaración ante Instituciones Penitenciarias que su novia mantuvo
una relación con el encargado de mantenimiento, omnipresente en cada
rincón del centro.
El viernes, en Ávila, declaran los cuatro funcionarios imputados.
Si vuelves a tu país, no denuncias
C. es una de las presuntas víctimas de abusos sexuales en la cárcel de
Brieva, pero podría dejar de serlo en breve. El motivo: C. es brasileña y
ya ha cumplido la mitad de su condena, por lo que podría cumplir el
resto en Brasil gracias al convenio entre España y ese país. Sin
embargo, la Fiscalía española, que en un principio accedió a que dejara un testimonio grabado y pudiera irse, ha solicitado finalmente que no disfrute de esa situación y se quede en España para participar en el juicio, según un documento despachado por el fiscal del caso el 19 de diciembre pasado. Es decir, se le castiga por ser víctima de unos presuntos abusos. O eso o, en el peor de los casos, se le empuja a retirar la denuncia para poder irse a cumplir condena a su país, estiman fuentes penitenciarias. El juez decide esta semana.
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