Monday, March 23, 2015

Brasil - A Nova Democracia (Brasil): Editorial. Movilizar al pueblo y rechazar la vieja política




Nota – Reproducimos a continuación el Editorial «Movilizar al pueblo y rechazar la vieja política» publicado en el periódico brasileño A Nova Democracia  nº 147, segunda quincena de marzo de 2015 y que Gran Marcha Hacia el Comunismo hemos traducido al español :

Editorial
MOVILIZAR AL PUEBLO Y RECHAZAR LA VIEJA POLITICA
Las manifestaciones de los días 13 y 15 de marzo polarizaron el comentario político de los días siguientes y demostraron algunas verdades inconvenientes para el oportunismo y preocupantes para los verdaderos demócratas y revolucionarios de nuestro país.
Las protestas del día 13, convocadas por las centrales sindicales y otros movimientos sociales oficialistas, con la CUT al frente, en apoyo al gobierno, demostraron lo que ya se sabe hace más de diez años. El oportunismo electorero perdió la conexión con las masas y ya no es capaz de movilizarlas. Reunieron fundamentalmente a activistas y funcionarios de estos movimientos y de los partidos de la «izquierda» oportunista electorera. Lo poco de masas participantes fue movilizado días antes en reivindicaciones específicas. Y, aún así, los movimientos sociales cooptados presentes tuvieron que criticar, aunque dulcemente, al «gobierno» por sus medidas antipopulares más flagrantes.
Las manifestaciones del día 15, contra el gobierno, convocadas a través de las redes de Internet por un frente de personas, grupos y movimientos que se caracterizan por «apolíticos», nacionalistas y otros marcadamente reaccionarios, de la derecha tradicionalmente anticomunista visceral, viudas del régimen militar y cantineras de cuartel, tuvieron presencia masiva. Éstas reunieron a centenas de millares de personas en todo el país, movilizando gente principalmente de la pequeña y media burguesía, tan numerosas como de peso prominente en la formación de la opinión pública. Además de mucha gente que no votó a Dilma, seguramente participaron también votantes del PT arrepentidos y decepcionados con la estafa electoral del partido.
De cualquier forma, el creciente sentimiento anti-PT, que la sigla y toda su órbita aún intentan, de forma religiosa, descalificar como «cosa de la derecha», comienza a ganar, si no forma, más volumen incompatible con las bromas de «cosa de ricos», como si su gobierno no fuese de derecha y para los ricos. Además, los verdaderamente ricos, como los bancos, las multinacionales, los latifundistas, dueños de ingenios y congéneres del «agronegocio», éstos no estaban en las calles el día 15 de marzo, porque apoyan a la administración del PT, no por simpatía gratuita, sino por los excelentes servicios prestados a ellos.
Todo el griterío histérico que se repitió por los medios de la «blogosfera progresista» efectuada por el PT, así como por la guerrilla virtual de sus militantes en las redes sociales en Internet, ahora ya con los ojos bien abiertos y frío en la barriga, de que se avecinaba el «golpe de la derecha», de que «el fascismo está creciendo», etc., sólo es una tentativa para esconder su grande y grueso rabo fascista. Vergüenza y descaro de quien envía tropas del ejército para ocupar barrios pobres, la militarización de toda la sociedad, promueve la matanza de líderes en el campo, la persecución de movimientos populares no domesticados e incluso de la juventud combatiente, actuaciones efectuadas para justificar su vil conducta vendepatria de llevar al extremo la desnacionalización y desindustrialización de la economía, su primarización completa, la carestía y el desmantelamiento de la salud y educación públicas.
La reacción de Dilma y su séquito en la manifestación del día 15 fue con el mismo tono inócuo con que prometió las medidas durante las protestas de junio, incluyendo la «reforma política». Además, esa resignada «reforma política» irrealizable y el mantra sagrado con el cual el PT y toda la «izquierda» oportunista electorera, inclusive de oposición, pretenden ahora hipnotizar incautos. Y, dígase de paso, bajo gobiernos de turno de los grandes burgueses y latifundistas al servicio del imperialismo, como en Brasil, «Reforma Política» y «Asamblea Constituyente», no son más que nuevas versiones de la farsa electoral.
En su desfachatez y pusilanimidad, e intentado mantener una pose olímpica en cuanto el barco se hunde, Dilma, para dorar la píldora de esa podrida democracia, tuvo el desplante de afirmar que hoy en Brasil nadie más es perseguido por participar en manifestaciones, protestas y huelgas. Justo ahora que la represión del viejo Estado detiene, procesa y condena a jóvenes que se rebelan contra todo este estado de cosas.
Las dos manifestaciones, por sus contenidos, banderas y reivindicaciones planteadas, no defendieron los intereses de las amplias masas trabajadoras de la ciudad y del campo. Tampoco la independencia y soberanía nacionales. Una, la gubernamental, no ha ido más allá de llamamientos contra lo que consideran un «retroceso» del «paquetazo» de Dilma. La otra delira con la idea de que la solución es cambiar el partido en el gobierno.
Una fue la cantinela de siempre de una «izquierda» reformista electorera nada de izquierda: reformismo de retórica y oportunismo sin límites, toda ella empantanada en su burocratización. La otra, más una fiesta de tipo cívico-patriota, donde se cantó el himno nacional docenas de veces y un repudio meramente moralista a la corrupción desenfrenada. Ambas elogiadas como manifestaciones pacíficas y ordenadas.
Se nota tímidamente que, al contrario de éstas, las manifestaciones de las jornadas desatadas en junio de 2013, combativas desde el comienzo, se fueron modulando por objetivos que unificaran y que descargaron la furia popular contra los bancos, las grandes empresas multinacionales y, claro, los edificios que albergan a las podridas instituciones que administran el país: el Congreso Nacional, las Asambleas Legislativas, las Cámaras Municipales, palacios de gobierno y prefecturas, además de las sedes del poder judicial y de las fuerzas represivas del viejo Estado. En los barrios populares, con los bloqueos de calles y avenidas, en el campo con cortes de autopistas. Obviamente, tachadas por el monopolio de la prensa como violentas, en la medida en que fracasaron sus intentos de manipularlas, merecieron la más brutal represión y una cruzada mediático-jurídica de criminalización.
Si el tiempo se detuviera y nos fijásemos solamente en estas manifestaciones, diríamos que las jornadas de junio sacudieron lo que hay de viejo y putrefacto en el país y llenó de temor a los «poderosos». Las de ahora acomodan el pantano y tranquilizan a los adoradores de la falsa democracia vigente. En apariencia, las dos recientes manifestaciones fueron una a favor del actual gobierno y la otra en contra. Pero, mirando más al fondo, crecen la crisis y agitación política y es un proceso de salto en la politización general de la sociedad, síntomas de una situación revolucionaria que está en desarrollo en el país y que no cesarán tan pronto.
Así como no hay que defender la gestión del PT y lo que le resta de las banderas ya rotas del asistencialismo de la «Bolsa Familia» y de las maravillosas promesas de «Pré-Sal» [área de reservas petrolíferas descubiertas en Brasil], embarcarse en el canto de sirena del juicio político o incluso en el devaneo golpista, no cambiará nada la situación de las clases trabajadoras y el sometimiento de la nación. Muy al contrario, ahí está lo que dió el «Fora Collor» [movilizaciones políticas en el año 1992 contra el presidente Fernando Collor de Mello]: el refuerzo de las ilusiones en el sistema vigente que ahora hunde al país. Y sobre los 21 años de régimen militar que hizo infeliz a la nación, sin comentarios.
Las fuerzas políticas del país se colocarán a prueba cada vez más ante las crecientes y masivas manifestaciones.
Una indicación del ejemplo a seguir proviene de los profesores paranaenses, de los barrenderos y obreros de Comperj, en Río de Janeiro, y diversas otras categorías que se deciden por huelgas combativas e independientes de las direcciones sindicales amarillas y partidos electoreros. Comienzan a sonar los llamamientos a una huelga general. Impulsar las ocupaciones de tierras, apoyar decididamente el movimiento campesino combativo que se bate por la revolución agraria y fortalecer la alianza obrero-campesina forjará el nuevo camino.
Corresponde a los revolucionarios y verdaderos demócratas y patriotas elevar sus tareas políticas de organización y propaganda fundiéndose con las masas en las movilizaciones, levantando alto el programa de transformaciones democráticas para barrer toda la dominación de los grandes burgueses, latifundistas y del imperialismo sobre nuestro heroico pueblo y sobre nuestra Patria. Para desenmascarar a todos los oportunistas de la falsa «izquierda» y de la derecha declarada, que se empeñarán cada vez más, y con la ayuda del monopolio de prensa, en desviar al pueblo del único camino para realizar las transformaciones históricamente demandadas y nunca realizadas: la revolución democrática agraria antiimperialista.
La revolución popular para acabar con el latifundio y entregar la tierra a los campesinos pobres sin tierra o con poca tierra; confiscar todo el gran capital y proteger la pequeña y mediana propiedad; romper las relaciones de dominación y sometimiento con respecto del imperialismo y defender la soberanía e independencia del país; impulsar la cultura nacional, científica y de masas; y destinar todos los recursos para el bienestar general del pueblo y la prosperidad de la Nación. En fin, liquidar el viejo Estado burocrático y genocida y edificar un nuevo Estado democrático-popular para llevar a cabo la Nueva Democracia.

O

No comments:

Post a Comment