Sunday, September 13, 2020

Colombia¡Organizar, Preparar y Generalizar los Combates Contra los Enemigos!




Las fuerzas represivas no han podido aplastar la indignación de las masas populares, desatada a raíz del asesinato de Javier Ordoñez el 8 de septiembre a manos de la policía en Bogotá. Por el contrario, la masacre ocurrida durante las protestas del 9 de septiembre han ocasionado nuevas manifestaciones y enfrentamientos en las principales ciudades del país, llegando su réplica a pequeños municipios. A los combates en Bogotá se han sumado Medellín, Cali, Barranquilla, Pereira, Manizales, Ibagué, Tunja, Madrid, Tocancipá, Zipaquirá… En la capital los enfrentamientos con las fuerzas represivas se prolongaron hasta altas horas de la noche del 9 y 10 de septiembre.
El gobierno y los medios oficiales califican este gran levantamiento popular como actos vandálicos y el Ministro de Defensa habla de una supuesta conspiración de grupos guerrilleros; sin embargo, las masas han salido desarmadas a enfrentar a pecho descubierto las balas oficiales, y los actos violentos han sido desplegados contra los puestos de policía y sus vehículos, así como contra otras instituciones del Estado y solo en muy contados casos contra los bancos y grandes supermercados. Es una respuesta justa al terrorismo de Estado y las lesivas medidas impuestas contra el pueblo por el régimen mafioso.
Por los métodos de lucha utilizados, el proletariado revolucionario saluda el uso de la legítima violencia de las masas populares y rechaza los llamados pacifistas a poner la otra mejilla y tener paciencia: a la violencia reaccionaria del Estado, es justo oponer la violencia revolucionaria de las masas.

Por la composición mayoritaria de los combatientes, se trata un levantamiento de la juventud que da cuenta de la vitalidad del pueblo trabajador y la disposición de las nuevas generaciones a volar alto y a no permitir que todo siga igual.
El presente levantamiento popular es expresión de la justa rebelión de las masas oprimidas y desposeídas, y continuación de las grandes jornadas del 21 y 22 de noviembre del año pasado contra el régimen criminal y su política antisocial y terrorista.
El Estado y sus fuerzas represivas en Bogotá respondieron a las protestas disparando contra los manifestantes dejando hasta el 10 de septiembre en la noche, 11 muertos y más de 200 heridos, 66 de ellos por las balas policiales según las cifras oficiales, además de los golpeados y gaseados por el escuadrón asesino del ESMAD. Sediento de sangre y no satisfecho con la nueva masacre, el gobierno nacional y la alcaldía (a pesar de las objeciones de Claudia López), decidieron aumentar el potencial de fuego con 1600 policías y 300 soldados; una medida reaccionaria y desesperada en el intento de aplastar la indignación del pueblo, que continuará saliendo a las calles desafiando la bota militar y la muerte.
La brutal agresión a Javier Ordoñez y el asesinato de manifestantes por disparos de la policía, fueron grabados en directo y presenciados por amigos y familiares de las víctimas. Pero la desfachatez del títere Duque no tiene límite, al declarar que no se puede llamar asesinos a los policías “que defienden los bienes, vida, honra y libertad de los ciudadanos”. Los hechos confirman que no se trata de unos cuantos policías asesinos a quienes hay que juzgar, sino de una política de Estado. Demuestran además que, independiente de quienes estén en el gobierno, todas las instituciones de esa máquina de opresión llamada Estado, cuyo pilar central son justamente las fuerzas militares, no están al servicio ni para proteger a los ciudadanos en general, como pregonan los politiqueros, sino para defender a sangre y fuego los privilegios de las clases explotadoras y garantizar que funcione sin alteraciones el orden que proporciona sus ganancias.
Por consiguiente, son demagógicos y vanos los discursos de los politiqueros que ahora invitan a tener paciencia y a votar por ellos para reemplazar a los malos gobernantes, prometiéndole al pueblo reformar las fuerzas militares y moralizar las instituciones del Estado burgués, ocultándole que ellas siempre han sido y seguirán siendo instrumentos de la dictadura sangrienta de los grandes burgueses y terratenientes. De ahí que reformar el Estado burgués se convierte en una pretensión reaccionaria porque conlleva a maquillar su podredumbre, prolongar la dominación de los capitalistas y perpetuar la esclavitud asalariada.
¡La rebelión contra todo lo viejo y reaccionario se justifica! Pero es necesario conquistar la independencia del movimiento con respecto al Estado, los politiqueros y las camarrillas de centrales sindicales para generalizar los combates avanzando a la Huelga Política de Masas, al Paro General Indefinido que frene el terrorismo de Estado y la voracidad de las clases dominantes, desbrozando el camino de la revolución social y política.
Para que la iniciativa y el heroísmo de las masas, especialmente de la juventud, no sean desviados o aplastados por partes, es necesario retomar las Asambleas Populares, fortalecer los Comités de Lucha y el Bloque Por el Paro General Indefinido, elevando el nivel de organización y de preparación que conlleve a unir y generalizar los combates en una poderosa Huelga Política de Masas o Paro General Indefinido, en la perspectiva de construir el Frente Revolucionario y las instituciones del poder de las masas.
Asimismo, para enfrentar con éxito las fuerzas represivas del Estado es necesario organizarse y prepararse mejor, generalizando los grupos de choque y empezando a construir la guardia o milicia obrera, campesina y popular para responder a las nuevas formas de ataque del enemigo con nuevas formas de organización y lucha, con miras a derrocar con la violencia revolucionaria de las masas, con la guerra popular, a los parásitos que viven del sudor y la sangre del pueblo trabajador.
La agudización de las contradicciones económicas, sociales y políticas indican la necesidad de organizarse y prepararse mejor, para que las fuerzas populares tomen la iniciativa y cuando se presente una crisis revolucionaria, puedan destruir con la insurrección todo el poder político del capital, no dejar piedra sobre piedra del viejo Estado de los explotadores y construir sobre sus ruinas el nuevo Estado de obreros y campesinos sustentado en el armamento general del pueblo.
Tales son las tareas que les permitirán a los obreros, campesinos y al pueblo en general prepararse para tomar en sus manos la dirección de la sociedad e instaurar el socialismo. Único sistema económico-social capaz de acabar con los privilegios de los parásitos explotadores, al socializar los grandes medios de producción, planificar la economía y garantizar que la riqueza social sea revertida en el bienestar de todo el pueblo. Solo así se resolverán de raíz los grandes problemas que aquejan a la sociedad colombiana.
Comité de Dirección – Unión Obrera Comunista (mlm)
Septiembre 11 de 2020

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